El Cuarteto Jerusalén, precisión y fantasía. Foto: Felix Broede

Hace un par de temporadas causó sensación en Madrid el Cuarteto de Jerusalén dentro de uno de los ciclos más antiguos y reconocidos integrados en la programación anual del CNDM, el denominado Liceo de Cámara. La serie es herencia directa de la Fundación Caja Madrid y fue creada en su día por quien era entonces asesor musical de la entidad y es ahora quien rige los destinos del organismo dependiente del INAEM: Antonio Moral, que siempre mostró una gran inclinación por este repertorio.



El potente cuarteto israelí, constituido por jóvenes instrumentistas, evidencia un temple raro y unas virtudes incontrovertibles. Tocan bien conjuntados, con sutiles gradaciones dinámicas y una tímbrica de notable pureza. La sedosidad del sonido combina perfectamente con la igualdad, la exactitud del ataque y la fantasía del fraseo. Virtudes que sin duda convienen al tríptico de composiciones que integran la sesión anunciada para este sábado 28: un magnífico "lote" Dvorák presidido por el archifamoso Cuarteto n° 12 en fa mayor, op. 96, "Americano", una obra de 1893 perfecta en su configuración, que incluye ciertos rasgos propios del Nuevo Mundo (como la sinfonía así bautizada), tal es el uso de la escala pentatónica o el empleo del intervalo de séptima. Célebres son sus ritmos punteados y síncopas, detalles que en este caso pertenecen a la tradición checa. El Finale introduce un acompañamiento rítmico que evoca los golpes del tambor propio de los indios. El movimiento es un imparable tourbillon.



Del mismo año es el Quinteto de cuerda op. 97, redactado en paralelo, una partitura que emplea similares procedimientos y que posee asimismo una vena melódica magnífica y atesora una gran riqueza temática; algo nada raro en el músico, que bastantes años antes, en 1878, había dado a la luz el Sexteto en la mayor op. 48, trazado en la estela de los dos de Brahms. El cuarto movimiento, un Tema con variazioni, Allegretto grazioso quasi andantino, plantea interesantes juegos polifónicos. Fue la partitura que determinó el futuro de Dvorák como creador, pues gracias a ella recibió una subvención gubernamental que le permitió dedicarse a su arte, en el que siempre pintó, entre bellas melodías bohemias, con un pincel realmente penetrante. El Cuarteto de Jerusalén se hace acompañar para las dos últimas composiciones de dos estupendos instrumentistas, el viola español Josep Puchades, miembro del Cuarteto Quiroga, dotado de un sonido equilibrado, redondo, de indiscutible belleza, y el chelista canadiense Gary Hoffman, artista sobrio y libre, docente en París y viajero del mundo.