José María Velázquez-Gaztelu
Jaime Heredia Maya, El Parrón, de original personalidad flamenca, prefiere la noche mágica de su Granada, y las calles estrelladas en las madrugadas del Albaicín, a verse envuelto en la vorágine de los viajes, a cumplir contratos para actuar en países lejanos o someterse a la disciplina de cantar sin que haya llegado el momento indefinible, pero certero, que le avisa de que las circunstancias son propicias y ya es posible iniciar la ceremonia. Según El Parrón, para que se produzca el milagro de ese instante, tan bello y estremecedor como fugaz, el flamenco requiere que se cumplan una serie de premisas, todas inesperadas y en manos del destino, pero como elemento imprescindible ha de acontecer en espacio reducido y con limitadísimo número de asistentes: el ritual íntimo del cante. Y Carbón de fragua parece que está elaborado en esas circunstancias, donde la voz ancestral de El Parrón se muestra en toda su grandeza, con exquisita sensibilidad y alcanzando la máxima expresión de calidad artística.