Hemos comentado más de una vez en estas páginas las cualidades que adornan el pianismo de Javier Perianes. De nuevo hay que resaltarlas en la hora en que regresa al ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo el próximo miércoles, 29; con un programa bien pensado: Sonata en la mayor D 664 y Tres piezas D 946 de Franz Schubert; Le tombeau de Claude Debussy y suite del ballet El amor brujo de Manuel de Falla; Albaicín de la suite Iberia de Isaac Albéniz y Le soirée dans Grenade (Estampes), La puerta del vino (Préludes, libro II) y La sérénade interrompue (Préludes, libro I) de Claude Debussy. Tras un viaje al romanticismo más depurado, de tan ricos y modulantes claroscuros, una inmersión en las espejeantes armonías de impronta impresionista, con aromas hispanos.



Una de las características más destacadas de Perianes es saber mantener un juego de rara habilidad para determinar dinámicas delicadas y para buscar la acentuación y fraseo más lógicos. El muy bello sonido que lo caracteriza nace de una refinada y matizada pulsación, que lo ayuda a elaborar con la mayor naturalidad un fraseo bien coloreado y racionalmente dispuesto, que emana de él con lógica y musicalidad. La necesaria para desarrollar un programa tan comprometido y para abordar la citada sonata schubertiana; y para penetrar en el fragoroso mundo de la última de la colección del músico vienés, la D 960. Junto con aquélla, figura en su nuevo disco para Harmonia Mundi, presentado en el Club Matador de Madrid, entidad que interviene asimismo como coproductor.