La pianista Karla Martínez, alumna de la EMRS. Foto: Limbo Agency

Ya se sabe que el Teatro Real organiza, desde hace ya tiempo -aunque la actual dirección artística ha reforzado, si cabe, estas actividades-, conciertos, conferencias, mesas redondas, presentaciones o proyecciones en torno a los principales títulos de la temporada. No hay duda de que el estreno de Bomarzo, anunciado para el día 24 de abril, tiene una enorme importancia y ya lo comentaremos. Ahora queremos referirnos al concierto que el próximo jueves, 6, se va a realizar en la Escuela Reina Sofía y que, como es lógico, va a estar centrado en la figura de Alberto Ginastera, autor de la mencionada ópera.



Nada más adecuado que hacer una pequeña cala en algunos puntos de la amplia producción del músico, forjada a lo largo de muchos años y sometida a lógicos vaivenes y cambios estéticos y técnicos. La primera etapa es la nacionalista neta, que evoluciona más tarde hacia un nacionalismo que podría calificarse de subjetivo, por cuanto huía de reflejar literalmente en el pentagrama los giros populares; incluía sin rebozo elementos claramente tonales. Más tarde empezó a manejarse dentro de un muy sui generis dodecafonismo, siempre con un gran afán perfeccionista, lo que le llevó a destruir buena parte de sus tempranas composiciones y abrió así su tercera etapa creadora, que entraría bajo el epígrafe de neoexpresionista, en el que se instalan algunas de sus mejores obras y que nace en torno al Cuarteto n° 2. La vitalidad rítmica, la estilización nacionalista se dan la mano con ese colorido y esos contrastes propios de un lenguaje derivado de la Viena de 1900 y que tan bien supo asimilar el compositor argentino. En sus óperas desplegó una extraordinaria fantasía constructiva y un lenguaje muy elaborado, plagado de disonancias, que resplandece en su monumental y ya citada Bomarzo, estrenada en Washington en 1967.



Bajo el epígrafe Tango en el Albéniz se va a desarrollar esta sesión, que descansa en los cuatro pilares constituidos por las Cinco canciones populares argentinas de 1943, las Tres Danzas argentinas para piano op. 2 de 1937, la Sonata para piano n° 1 de 1952 y el Cuarteto de cuerdas n° 1 de 1949. Las dos últimas obras abren prácticamente el segundo periodo compositivo, en el que el músico buscaba un lenguaje técnicamente apoyado en un rico bagaje técnico. Para llevar a buen puerto el cometido se cuenta con algunos de los mejores alumnos de una escuela madrileña.



Interpretarán las Canciones Pablo Martínez, tenor, y Karla Martínez, piano; las Tres Danzas y la Sonata, Javier Rameix y el Cuarteto, de tan mágica vitalidad, el Cuarteto La Pampa, compuesto por Desislava Vaskova y Anna Tanaka, violines, Guillermo Gil, viola, y Jorge Gil, violonchelo. El programa se completa muy inteligentemente con Cuatro estaciones porteñas para violín, chelo y piano de Aitor Piazzolla (arreglo de Bragato), tocado por el Trío Scarlatti Casa de la Moneda y Bachianas Brasileiras n° 5 para soprano y octeto de violonchelos, que sonará en la voz Camila Titinger y en los arcos del Octeto de la EMRS.