Carmen Linares. Foto: José Aymá
La cantaora lanza Verso a verso. Carmen Linares canta a Miguel Hernández, donde amplía la expresión flamenca con instrumentos como el violonchelo, el contrabajo, el piano y la batería. Colaboran Arcángel y Silvia Pérez Cruz.
Voces distintas para una sola voz, la de Carmen, que ha puesto su exquisita sensibilidad, su intuición siempre acertada y su inteligencia al servicio de unos versos que gracias a ella han traspasado el ámbito de la letra impresa para alcanzar una dimensión sonora de alto nivel artístico. Porque no se trata solo de poseer un particular olfato para detectar unas líneas que puedan ser adaptadas, sino de tener la suficiente cultura poética y musical como para identificarse con ellas y ajustarlas a los distintos estilos del repertorio flamenco. Es cuestión de sagacidad, pero también de percepción, al transformar el acto íntimo de la lectura en un ejercicio donde cada verso o cada estrofa vaya indicando, en un juego de sugerencias, un cante determinado.
Y esto es lo que ha ocurrido con este nuevo trabajo, Verso a verso. Carmen Linares canta a Miguel Hernández. "La emoción que he puesto en cada pasaje es necesaria para otorgarle identidad a una obra de esta naturaleza. Los poemas de Miguel Hernández son profundos, apasionados, tienen mucha autenticidad: cuando habla del amor a su mujer, a su hijo, cuando se refiere a la muerte o a la vida, a su compromiso con aquellos momentos. Él lo plantea todo en primera persona. Por lo tanto, esa emoción es imprescindible".
Tanto en su versión concertística como en la discográfica, Carmen Linares ha contado para llevar a cabo su proyecto con la colaboración de excelentes músicos, muchos de ellos pertenecientes al conjunto instrumental Camerata Flamenco Project, con el que la cantaora de Linares ha actuado en otras oportunidades: un prodigio en ese feliz encuentro, en ese abrazo en el que la voz de Carmen compagina claroscuros, diversidad de tonalidades, espacios abiertos que nos llevan a otra dimensión en el mundo de la expresión flamenca: el violonchelo de José Luis López, el piano de Pablo Suárez, el contrabajo de Josemi Garzón, la batería de Karo Sampela, la flauta de Ramiro Obedman, con la primera guitarra del refinado y creativo Salvador Gutiérrez y las voces en colaboración especial de Silvia Pérez Cruz y Arcángel.
"He intentado traducir a Miguel Hernández situando cada pasaje en un plano distinto, destacando su esencia por medio de resoluciones musicales diferentes según los casos. Es una tarea de indagación, de ir descubriendo las características sustanciales de cada poema y ubicarlos en su nivel correspondiente". Y entre los músicos participantes, el guitarrista Eduardo Pacheco. "Es conmovedor estar acompañada por mi propio hijo. Sin que le indique nada, no solo entiende a la perfección lo que hago, sino que me apoya. Él ha creado la música y el clima de la bambera Todas las casas son ojos, en la que se pone de manifiesto el estado de desconfianza y recelo en la posguerra, la mirada escrutadora que podía ocultar la delación y llevar a cualquiera ante el pelotón de fusilamiento".
Antonio Pacheco, aficionado cabal, fue el primer guitarrista de su hija Carmen, el que la llevaba a los concursos radiofónicos, a las fiestas locales, el que la estimuló desde el primer momento, animándola a que se hiciera cantaora. Existe una fotografía entrañable: una pequeña con calcetines blancos y falda tableada por encima de las rodillas delante de un micrófono mucho más alto que ella. A su lado, un hombre corpulento con guitarra, que la mira con ternura: Antonio Pacheco la había llevado a un certamen juvenil. Detrás, en una mesa, el premio: una muñeca, la famosa Mariquita Pérez, el sueño para una niña de entonces. "Me apetecía que Eduardo estuviera tanto en el concierto como en el disco. La imagen de mi padre ha estado presente. Cuando murió, Eduardo tenía dos años, pero al hacerse mayor decidió formarse como guitarrista y adoptó el apellido de su abuelo, porque la primera guitarra que tocó fue la de él, que la guardaba con todo el cariño. Se han acumulado muchos recuerdos y muchas sensaciones. Tenerlo a mi lado, secundando mi cante, es una fuente de inspiración".
Cada vez que paso/ bajo tu ventana,/ me azota el aroma/ que aún flota en tu casa./ Cada vez que paso/ junto al cementerio/ me arrastra la fuerza/ que aún sopla en tus huertos. Para Carmen Linares estos versos de Miguel Hernández, su espíritu y su significado, incluso las huellas de lo que puede leerse más allá de las palabras, encuentran su equivalencia más real cuando son trasladados al ámbito sobrio y dramático de la seguiriya, incluso en la interpretación escueta con solo la voz y la guitarra. "Sin embargo, otros requieren de distinto tratamiento para darle la envergadura que necesitan. En último caso es un privilegio cantar a Miguel Hernández, por su calidad literaria, por su verdad, por la sintonía con sus poemas, que no pasan nunca, que son eternos".