Angela Hewitt. Foto: Lorenzo Dogana

Dentro del ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo se anuncia, para el día 18, la presencia de una pianista que no por ser poco conocida entre nosotros es menos relevante. Su concierto puede ser un importante acontecimiento, aunque no esté ocupado enteramente por partituras de Bach, en el que Angela Hewitt es una reconocida especialista. Nos hemos de contentar con las Partitas n° 1 en si bemol mayor, BWV 825, y n° 4 en re mayor, BWV 828. Más que suficiente en todo caso para calibrar el entendimiento que de la música del Cantor tiene esta canadiense, aunque de ascendencia inglesa, nacida en Ottawa en 1958.



Desde muy niña se enfrentó con los pentagramas del compositor alemán y aprendió a profundizar en el mensaje encerrado en ellos y a traducirlo con seguridad y alto sentido de su significado, en lo que seguía, claro, a su gran paisano -pero nacido en Toronto- Glenn Gould. Nada tiene que ver, sin embargo, la manera en la que una y otro han contemplado la escritura del gran creador de Eisenach. Frente a la libertad creadora, tan original en sus planteamientos, de él, a su (no) empleo del pedal, a su radical desnudez expositiva, a su peculiar, y genial, acentuación, ella ha venido siguiendo un pianismo más cálido, más cercano y, en cierto sentido, también más riguroso.



Ese modo de acercarse a la música bachiana, que le procuró a Hewitt numerosos e importantes premios en su juventud y que ha labrado en buena parte su fama, nos hace comprender muy bien las estructuras, los giros, la manera de sopesar las intensidades, de airear las líneas sin perder el norte de la forma, es lo que hace que el mensaje bachiano nos llegue limpio y claro. Lo ha dejado demostrado en muchas ocasiones, en sus clases magistrales, en sus grabaciones. La integral del Clave bien temperado en cuatro preciosos discos Hyperion (2007-2008) es una auténtica joya, que viene acompañada además por un espléndido análisis de cada composición.



Los dedos de la pianista nos ilustrarán en todo caso acerca de la entidad de aquellas dos Partitas y correrán ligeros en las tan hispánicas figuraciones y ritmos de las Sonatas de Domenico Scarlatti incluidas también en el programa. A lado de esta obras barrocas, dos creaciones francesas muy posteriores: La Sonatine de Ravel, de 1905, y Bourrée fantasque de Chabrier, de 1891 que, en palabras del pianista y director de orquesta Alfred Cortot, es "una de las más excitantes y originales obras de toda la literatura pianística francesa".