Un momento de la representación de Andrea Chénier

Título fundamental del verismo, tras la explosión de Cavallería rusticana, de Mascagni, e I Pagliacci, de Leoncavallo, Andrea Chénier, de Giordano (La Scala, 28 de marzo de 1896), es una ópera larga, torrencial, colorista, de escenarios muy variados, poblada de personajes de muy distinto pelaje, que se dan la mano en el turbulento escenario de los primeros días de la Revolución Francesa. De ese conglomerado destacan las figuras de Chénier, el poeta humanista, Maddalena de Coigny, la aristócrata que se sacrifica por un romántico amor, y Gérard, el antiguo criado, revolucionario, enmarcado en un proceso sanguinario en el que no cree.



Las inspiradas melodías y el artesanal pero resultón ropaje orquestal, el buen tratamiento de las líneas vocales son otros tantos factores que han jugado a favor de esta obra, que requiere tres muy buenas voces en los papeles estelares. Las tendrá en las representaciones en el Palacio Euskalduna entre este sábado y el lunes, 29. Son la del muy veterano Gregory Kunde, tenor di forza hoy, rotundo y fulmíneo, la de la soprano aún en crecimiento Anna Pirozzi y la del barítono Ambrogio Maestri, artista para todo al que quizá le falte un punto de metal dramático para su parte. La batuta estará en manos del muy capacitado y siempre veraz en este repertorio Stefano Rafanti y la visión escénica en las del imaginativo y perspicaz Alfonso Romero, queya demostró en Peralada que conoce bien la obra y que la sabe vestir elocuentemente.