Ivor Bolton. Foto: Javier del Real
El director musical del Teatro Real en la era Matabosch está sometiendo a su orquesta a un curso intensivo de polivalencia. Tras Britten y Händel, este jueves, 25, estrena El gallo de oro de Rimski-Kórsakov, un ‘caramelo' para el público por su colorismo y su veta cómica. Bolton recibe a El Cultural para hablar de sus avances en el foso madrileño, sus próximos proyectos y su arraigo en España.
Pregunta.- Usted es un director muy vinculado al barroco pero con su gesta de estos meses ha quedado clara su polivalencia, ¿no?
Respuesta.- Es importante para un director no encasillarse, tener una visión amplia y completa de la historia de la música. De hecho, nadie cuando empieza a estudiar música se plantea concentrarse en un único periodo o autor. Así era en Cambridge cuando yo me estaba formando. Estoy muy orgulloso de que en tan poco tiempo hayamos hecho una ópera del siglo XVIII, otra del XIX y otra del XX. Mi obligación como principal responsable de esta orquesta es que afronte con garantías diversas épocas.
P.- La crítica apreció mucho su dominio exhaustivo del Billy Budd de Britten.
R.- Sí, y me alegra especialmente porque es su ópera más complicada y ambiciosa. Britten se tomó las pegas que Morgan Forster, el libretista, puso a su música como un desafío. Entre ambos se creó una tensión creativa que resultó muy fructífera. La mayoría de la gente cree que su gran ópera es Peter Grimes pero para mí es Billy Budd. No es que haya mucha diferencia pero Billy Budd está por encima. Sólo grandes orquestas pueden afrontarla.
P.- Y la próxima temporada presentará Gloriana, una ópera suya apenas conocida.
R.- La idea era mostrar una cara de Britten muy diferente a la de Billy Budd. En Gloriana resuenan influencias verdianas.
P.- El gallo de oro de Rimski-Kórsakov será la primera vez que lo dirija. ¿Cuáles son sus sensaciones con esta partitura?
R.- Yo adoro el repertorio ruso desde que hice Eugene Onegin en mis comienzos. El gallo de oro es otra cosa: una parábola crítica contra las ínfulas guerreras del zar. Por eso fue prohibida. La censura impidió que Rimski-Kórsakov pudiera verla estrenada antes de morir. Pero también tiene un aire de fábula que la hace especialmente apetecible para los niños. Es una obra con distintos niveles de lectura. Rimski-Kórsakov es uno de los grandes orquestadores de la historia de la música, pleno de fantasía e imaginación.
P.- Está a punto de terminar su segunda temporada en el Real. ¿Se siente satisfecho con la evolución de la orquesta?
R.- No quiero sonar arrogante pero creo que tenemos la mejor orquesta de España. Y quiero que pronto sea tan buena como la de la Ópera de París. De hecho, ya ha habido mucha gente que ha dicho que Moses und Aron sonó mejor aquí que en París. Me refiero a la orquesta y al coro. Es muy buen síntoma pero queda, claro, mucho trabajo por hacer.
Dmitry Ulyanov, la actriz Frantxa Arraiza (Gallo de oro) y Venera Gimadieva en un momento de la obra
P.- ¿En qué aspectos quiere hacer especial hincapié?R.- Mi obsesión como director es que mis músicos toquen con una intención creativa. Siempre basada, eso sí, en una técnica impecable.
P.- Y también quiere armar una academia para cantantes. ¿En qué situación está ese proyecto?
R.- Necesitamos un patrocinador potente. Estamos en conversaciones. Quiero que sea una plataforma de lanzamiento no sólo para cantantes españoles sino también de todo Latinoamérica. Madrid debe ser para ellos la puerta de entrada a Europa, que es donde está el gran mercado operístico mundial. Los cantantes españoles cada vez están más presentes en escenarios europeos pero creo que deberían tener todavía más oportunidades. Y nosotros debemos ayudarles.
P.- Matabosch ahora ha ‘fichado' a Nicola Luisotti como director asociado. ¿Cuál será su cometido?
R.- Es un gran valor para esta casa. Dirigirá una ópera al año, centrándose sobre todo en el repertorio italiano, que es uno de los pilares del Real.
P.- ¿Qué tiene el Real que no tengan otros teatros?
R.- Hay una sensación de equipo muy fuerte, de gente y departamentos remando hacia el mismo objetivo. Es como una especie compañía estable. Una compañía, por cierto, muy vital. Aquí se respira un ambiente similar al de los festivales. Me recuerda mucho al de Salzburgo.
P.- Tiene una casa en un pueblo de Granada y su familia vive en Barcelona. ¿Qué significa España para usted?
R.- Sí, la casa la tenemos en Montefrío, pueblo premiado por National Geographic por su belleza. Aquí en Madrid vivo en la misma Plaza de Oriente, al lado del teatro. Tengo muchas conexiones con Alemania y Austria pero hoy España es el centro de mi vida. A Inglaterra apenas he ido en los últimos seis años, sólo para los compromisos con el Covent Garden y Glyndebourne.
P.- ¿Está muy molesto con la decisión de sus compatriotas de abandonar la Unión Europea?
R.- Los ingleses no son racistas. Yo no he visto a un inglés quejarse nunca de un fontanero polaco, por ejemplo. Pero sí están muy mosqueados con el déficit democrático de instituciones como la Comisión Europea. Se quejan de que ellos no han elegido a Juncker, a pesar de que sus decisiones les afectan directamente. Para mí el Brexit es una vergüenza pero es una decisión democrática que hay que acatar.
P.- Ahora figuras como Tony Blair dicen que van a volver al ruedo político para combatirlo. ¿Cree que todavía se puede dar marcha atrás?
R.- A Blair ya no le cree nadie en Reino Unido. Él mintió para justificar la guerra de Irak. Sus mentiras han contribuido a abonar el descrédito en la clase política, que está en el fondo del Brexit.
@albertoojeda77