El Teatro Real presenta este martes 13 uno de los títulos más sugerentes de su temporada, Street scene, del periodo americano de Kurt Weill, que hizo gala de su camaleonismo musical. Tim Murray gobierna el foso y John Fulljames la escena.
En marzo de 2013 el Liceo de Barcelona se apuntó un tanto al presentar en España Street Scene de Kurt Weill (Dessau, 1900-Nueva York, 1950). Esta american opera, como la calificaba el autor, que se estrenó el 16 de diciembre de 1946 en el Shubert Theatre de Filadelfia, va a ver la luz en el Teatro Real de Madrid el próximo martes 13. En ella hay algunas partes extraídas de una antigua partitura berlinesa de 1928, Konjunktur, del propio Weill, quien hubo de practicar una rápida adaptación en la que siguió un proceso de paulatina, pero no muy lenta, evolución de su estilo primitivo, heredero de la tradición germana que se inspiraba en el teatro popular, aunque ello no oscurecía una sólida formación académica y sus conexiones con Schubert o Mahler en sus primeras obras. Claro que sería mucho más significativa su relación con las exploraciones atonales de Schönberg o su búsqueda de textos comprometidos de Rilke, Kästner o Whitman y, por último, de Brecht, con quien mantendría una firme amistad y una proximidad artística realmente fructíferas.
Imágenes del ensayo general de Street Scene en el Teatro Real
Weill definió Street Scene como "un modelo de teatro musical que integra drama y música, diálogo, canción y movimiento". Una combinación que había alimentado sus experiencias anteriores, las alemanas y las francesas y que articularía igualmente las americanas. Junto a Brecht, previamente, se había centrado en lo que se conoce como época expresionista, que incorporaba esquemas de cabaret para fines ideológico-musicales. En la singladura americana, sin perder su idiosincrasia musical, haciendo gala de un camaleonismo sorprendente, se aplicó a la defensa de la comedia musical burguesa.
Sus obras de este tiempo, distintas, frívolas, aparentemente ayunas de mensaje, no dejaban de albergar cargas de profundidad, críticas más o menos veladas. Lenguaje más dulcificado, sí, pero perfectamente trabado y muy seguido por compositores como Bernstein o Sondheim. Esta ‘ópera americana' lleva texto de Elmer Rice (una adaptación de su obra del mismo título). Las letras de las canciones (lyrics) son de Langston Hughes. Cada número va acompañado de un título genérico, similar a los que se incluían en los melodramas italianos: escena, aria, arioso, cavatina, duetto, finale, finaletto, interludio…
Multitud de personajes pululan por el escenario, lo que procura una animación, un ritmo, siempre bien marcado, contagioso, un desarrollo cinematográfico que atrapa y que ha de tener buen cuidado en mantener la batuta, que es en este caso, como lo fue en el Liceo, la de Tim Murray, muy activo en el mundo del musical, de la ópera moderna y de lo experimental. No es fácil concertar tal cantidad de voces y de figurantes en una acción dinámica que combina diversos elementos en un discurso musical que conecta directamente con el jazz y el musical de la más rancia tradición y que, dentro de un tono de crudo realismo, proporciona un trágico final.
La escena es competencia de John Fulljames, actualmente director asociado de la Royal Opera y rector de The Opera Group de Londres, que colabora, junto al Young Vic, en esta producción, originalmente realizada en unión con el Watford Palace Theatre. A la cabeza del reparto, como Abraham Kaplan, estará asimismo Geof Dolton y a su lado cantantes de nuevo cuño: Jeni Bern, el sólido Scott Wilde, Lucy Schaufer, Harriet Willams, Eric Green, Patricia Racette...
Afkham, pasión por Bach
La Pasión según San Mateo de Bach, un drama intenso, profundo, lacerante, narrado con sobriedad y sentido de la forma, es una partitura que en tiempos fue bastante frecuentada por la Orquesta Nacional de España, cuyo titular de entonces, Frühbeck de Burgos, gustaba de recrearla con abundantes medios y un énfasis algo fuera de lugar que perjudicaba, pese al buen orden de los conjuntos, el severo y trascendente mensaje de los pentagramas. Regresa la obra a los atriles de la formación madrileña. La va a dirigir el titular David Afkham, que suponemos dará nueva savia a tan sublime música. Ignoramos desde qué perspectiva estética la va a abordar. En cualquier caso, la cita, el viernes, sábado y domingo (9, 10 y 11) en el Auditorio Nacional, es muy atractiva. La bien timbrada y musical soprano Nuria Rial estará al frente del equipo vocal, en el que aparecen asimismo el interesante tenor lírico-ligero Michael Schade y el sonoro barítono Neal Davies.
El ecléctico Festival de Arte Sacro
La XXVIII edición del Festival de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid, que dirige ahora Pepe Mompeán, ha presentado sus cartas. Hay mucha y muy variada oferta en los más distintos campos. Podemos entresacar algunas propuestas que nos parecen especialmente interesantes: Cantatas de juventud de Bach por la orquesta Concerto 1700 y el coro Los Afectos Diversos; las Veinte miradas sobre el Niño Jesús de Messiaen por el ascendente pianista José Menor; Lamentaciones y lecciones de tinieblas por La Ritirata; Sonatas para viola y cembalo de Bach por Isabel Villanueva e Ignacio Prego. Esto sólo es una pequeña muestra de todo lo que se va a desarrollar entre el 15 de febrero y el 23 de marzo.
Gergiev resucita a Mahler
Valery Gergiev ocupa la próxima cita de La Filarmónica el próximo miércoles. En esta ocasión nos visita, naturalmente, con su orquesta del Teatro Mariinsky, para ofrecernos la Sinfonía n° 2, Resurrección de Gustav Mahler, partitura espectacular, siempre relacionada con las vistas al más allá que obsesionaron toda la vida al compositor bohemio, que sintió la inspiración escuchando la oda de Friedrich Gottlieb Klopstock. Gergiev, que es maestro de gran fuerza, de empuje irresistible, que afronta en torno a 200 conciertos al año, a buen seguro impulsará, un poco a lo Bernstein, en ese crecimiento maravilloso del final, a su formación y al buen Coro que es el Orfeón Pamplonés que dirige el eficiente Igor Ijurra.