Mauricio Sotelo. Foto: Begoña Rivas

La Orquesta Nacional de España estrena el concierto para piano Con segreto sussurro: De Vinculis, pieza encargada a Mauricio Sotelo. David Afkham la dirigirá junto a la Novena de Bruckner, obra en la que se 'refleja'.

Mutar una composición de Anton Bruckner en una bulería es algo que sólo lo puede idear (y ejecutar) Mauricio Sotelo, mediador ‘oficial' entre el flamenco y la música culta. La ‘traducción' la ha realizado a instancias de la Orquesta Nacional. O, más concretamente, de David Afkham, su titular, "un director muy preocupado por el contenido conceptual de cada concierto", apunta a El Cultural Sotelo. En el programa que esgrimirá el maestro alemán del viernes al domingo se emparejan el concierto para piano encargado a Sotelo (Con segreto sussurro: De Vinculis) y la monumental e inconclusa Novena de Bruckner.



El autor de la ópera El público ha conectado a través de "ecos y emociones" su partitura con la sinfonía bruckneriana. "Mi concierto está formado por tres movimientos sin solución de continuidad. He colocado el segundo movimiento de su Novena, el Scherzo, en el último mío, que remato por bulerías. Es un divertimento que me salió natural, porque estas cosas, si no salen así, espontáneas, no suelen funcionar", explica. Su intervención la equipara al ‘morphing', la técnica de animación que suele utilizarse con fines cómicos: como por ejemplo transformando la cara de un hombre en la de su perro, y ocurrencias así… Ese toque humorístico es clave en este trabajo. "Me he reído mucho haciéndolo. No todo en la composición va a ser sufrimiento y dolor, ¿no?". Ha rebajado así la trascendencia original de Bruckner, que dedicó su Novena a Dios (dem lieben Gott).



La metamorfosis flamenca le pone en bandeja al pianista (Nicolas Hodges en el Auditorio Nacional) el lucimiento ya que ha de trenzar un canon a seis voces sobre un frenético ritmo ostinato. Pero el juego de espejos se extiende a todo el concierto de Sotelo. "Hay alusiones a la majestuosidad catedralicia de Bruckner, cuando todos los instrumentos tocan una misma línea. También se reconocen ecos de ciertos temas", señala. El procedimiento empleado no es pues la cita literal sino el refinamiento y la evocación sentimental. Para Sotelo la Novena de Bruckner tiene una carga biográfica muy potente. "Esta Novena marcó mi vida ya antes de irme a Viena con 18 años. Pero además allí la escuché en una versión de Eugene Jochum con la Filarmónica de Viena que me noqueó. Lo mismo me sucedió en el 92 cuando la dirigió Bernstein", recuerda. Su concierto lo eleva hasta esa atmósfera emocional construida a partir de sus vivencias. Bruckner y Sotelo quedan así unidos por los ‘vínculos mágicos' que hilvanan toda la materia universal según Giordano Bruno. El título del concierto procede, de hecho, de la obra del astrónomo ‘hereje'.



"Ese registro experiencial es el que me atrae tanto del flamenco", confiesa. Fue su maestro Luigi Nono, tan antiacademicista, el que le aclaró el inmenso valor de esta "música culta de arraigo popular, una de las últimas tradiciones orales vivas en Europa". Esas cualidades le interesaban especialmente al compositor italiano, harto del ensimismamiento formal de las vanguardias de los 60 y 70. Nono emparentaba el flamenco con el estallido humanista del renacimiento. Aquella revelación de finales de los 80 la afinó luego Sotelo gracias al contacto con los otros dos gurús en su carrera: Enrique Morente y José Ángel Valente. "Ha sido un camino difícil. Al principio me rechazaban los flamencos y los vanguardistas. Ahora todo el mundo parece fascinado por el maridaje de ambos mundos".



@albertoojeda77