William Christie

Retorna al Teatro Real, este domingo, para una sola sesión, Ariodante de Haendel. Recordemos que ya visitó esa sala, también en versión concertante, en abril de 2007, en una interpretación gobernada por la batuta de Christophe Rousset, que actuaba al frente de Les Talens Lyriques y de un grupo de voces comandadas por Vivica Genaux y Sabina Puértolas. En la nueva cita con esta ópera estrenada en 1735, la responsabilidad directorial recae en William Christie, ya un habitual entre nosotros, que llega al Real tras su paso por el Liceo.



Es una suerte contar con él cada año, por la altura artística que siempre demuestra junto a sus Arts Florissants y por el interés que sin duda tendrá su acercamiento a esta partitura seria, que dispone de todos los efectos canoros y encierra todos los resortes propios del belcantismo tradicional. Fue la primera ópera que Haendel escribió para un flamante nuevo teatro londinense, el Covent Garden. Ilustraba un libreto que Antonio Salvi había escrito para Giacomo Antonio Petri sobre un episodio de Orlando Furioso de Ariosto. La ópera posee una riqueza melódica y un acabado vocal y orquestal extraordinarios, demostrativos de un belcanto en plenitud.



Los hechos y escenas se suceden pegados los unos a los otros. De los siete personajes, hay dos absolutamente dominantes, el del protagonista que da nombre a la ópera y el de Ginevra, que fueron cantados en la primera representación por el castrato Carestini y por la soprano Anna Strada del Pò, dos auténticos virtuosos de la época. Hay numerosos retos vocales, en los que participan también los otros cinco personajes. Un buen ejemplo es Dopo notte, que canta en el tercer acto Ariodante, un jubileo que da lugar a un sinnúmero de agilidades en un discurso lleno de síncopas y que acoge luminosamente "la aparición del sol después de la noche tenebrosa y funesta".



Como es costumbre, Christie viene acompañado, además del espléndido conjunto creado por él hace la friolera de 39 años, por buenas voces. El papel estelar será servido por la mezzo lírica estadounidense Kate Lindsey, dueña de un timbre cálido, homogéneo, una emisión tersa y fácil, una línea de canto muy rica, una notable capacidad de regulación, unos ataques certeros, unas agilidades bien puestas, unos agudos luminosos y unos graves cálidos, gratos y redondos. Lo pudimos apreciar escuchando su Sesto de La clemenza di Tito de Mozart en la reciente grabación dirigida por Jérémie Rhorer para Alpha. La secundan las gentiles sopranos Chen Reiss e Hila Fahima, el buen barítono que es Wilhelm Schwinghammer, el tenor, muy famoso hace unos años, Rainer Trost, y el estupendo contratenor Christophe Dumaux.