Iván Martín y Tim Murray

Coinciden dos de los compositores ingleses más importantes del siglo XX. La Orquesta y el Coro de RTVE, dirigidos por Tim Murray, interpreta A Child of our Time de Tippett y la Juan March se vuelca con el último Britten.

Los amantes de la música británica están, estamos, de enhorabuena. En los próximos días se dan cita en Madrid una serie de sesiones en las que aparecen algunas obras auténticamente significativas de dos de los compositores más importantes de aquella procedencia, Michael Tippett (1905-1998) y Benjamin Britten (1913-1976), talentos hasta cierto punto complementarios. Frente a la escritura fuertemente contrapuntística, la complejidad rítmica, las afinidades con Stravinski o Bartók, la concepción polifónica de la melodía del primero, se contrapone el lirismo, el clasicismo depurado y transustanciado, el eclecticismo de altos vuelos, el manejo de músicas isabelinas, la descomunal inteligencia para el tratamiento del idioma y de la voz humana del segundo. Feliz coincidencia, pues, la que se opera por estos días.



Una de las composiciones más relevantes y trascendentales de Tippett, el oratorio A Child of our Time (1941) será interpretado este viernes en el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial por los conjuntos de la RTVE a las órdenes del competente Tim Murray, habitual servidor de pentagramas de los siglos XX y XXI, que cuenta con los solistas Siphamanda Yakupa, soprano; Zandra McMaster, mezzo; Joshua Stewart, tenor; y Michal Druiette, bajo. Buen equipo para atender a las numerosas bellezas de la partitura, concebida por su autor como una página dramática sobre el esencial tema de la inhumanidad del hombre hacia el hombre, inicialmente planteada como una ópera.



Son muy reveladoras estas palabras del propio Tippett acerca del significado de la obra: "Sentía que tenía que expresar los sentimientos colectivos, algo que solamente podía cumplirse a través de melodías colectivas tales como espirituales negros, pues esas melodías son las que contienen el poso de la común experiencia de muchas generaciones". Sobre la base de una obra anterior del propio músico, el Concierto para doble orquesta de cuerda, se enlazan recitativos, arias y coros de carácter contrapuntístico. Como apuntaba Arnold Whittall, estudioso de la obra de Tippett, el sujeto original parece seguir antes el tratamiento operístico en el estilo de Wozzeck de Alban Berg que la transmutación a nuestra época de los rituales del oratorio barroco. Lo que se plasma a la postre mediante un lenguaje más bien simple de índole tonal y diatónico, que da, eso sí, paso a rudas disonancias y ritmos de carácter sincopado no muy alejados del jazz.



Días más tarde, el 18, se abre un pequeño y sustancioso ciclo de tres conciertos en la Fundación Juan March de Madrid titulado muy prometedoramente El último Britten, que encierra un sintético repaso a algunas de las más sentidas creaciones del compositor en el apartado camerístico. En la sesión inaugural, titulada Suites finales, se contienen la destinada al arpa, op. 83 y la tercera para chelo, op. 87, además de la hermosísima Lachrymae, reflexiones sobre un tema de John Dowland para viola y piano op. 48. Las Seis metamorfosis a partir de Ovidio op. 49 y el Nocturnal según el propio Dowland op. 70 para guitarra. Seis excelentes instrumentistas, con Iván Martín, viola; Víctor Manuel Anchel, oboe; y Adolfo Gutiérrez Arenas, chelo, a la cabeza, se harán cargo de todo ello.



La segunda cita, con el pianista Roger Vignoles como director, reúne al tenor Ben Johnson, al contratenor William Towers y al barítono Duncan Rock junto a la arpista Camille Levecque y al trompa Fernando Puig para los especialísimos y bellísimos seis Canticles, antecedidos por un prólogo. Nacidos a lo largo de un gran intervalo temporal, de 1947 a 1974, son obras sorprendentes a medio camino entre la melodía variada, la cantata y la ópera en miniatura, que precisan de un tenor, que canta en todas ellas, una voz de timbre femenino, un barítono, piano trompa y arpa. Como era habitual, Britten pensó en la voz de su amigo del alma el tenor Peter Pears, un lírico-ligero de amplio espectro, de timbre muy peculiar, capaz de proporcionar todos los claroscuros y de seguir la línea marcada, frecuentemente melismática.



Se cierra el miniciclo con un concierto presidido por el Cuarteto n° 3, op. 94 y que contiene también nada menos que el Cuarteto n° 83 op. 103 (inconcluso) de Haydn y el Cuarteto n° 15 de Shostakovich. El Cuarteto Demel será el responsable de la ejecución.