Daniil Trifonov

Dos grandes fuerzas de la música, ambas rusas, despliegan una intensa gira por España acompañados de la Orquesta del Mariinski: el pianista Daniil Trifonov y el director de orquesta Valeri Gergiev. Barcelona, Gerona, Alicante, Valencia, Pamplona y Zaragoza serán las plazas que los acogerán. A Madrid, el día 14, llegan de la mano de La Filarmónica (cuyo ciclo es habitual anfitrión de Gergiev) para protagonizar una apasionante sesión en el Auditorio Nacional. Pondrán en atriles el Concierto n° 1 de Rajmáninov, compositor que es una de las especialidades del pianista nacido en Nizhny Novgorod en 1991.



Trifonov acometerá el 'Concierto n°1' de Rajmáninov, una de sus especialidades. La '5ª' de Mahler cierra la sesión

Trifonov es artista de raza, delgado, esbelto, nervioso, que se acerca al piano con aparente ansia de comérselo, que mantiene la espalda recta, los brazos bien anclados en los hombros, se inclina ante el piano de forma casi reverencial. Dedos ágiles los suyos, seguros y precisos, capacidad para atacar con firmeza y exactitud las teclas y de expansionarse en súbitos arrebatos. Su sonido, que aún ha de madurar, tiene carne y apreciable densidad, en espera del poso que dan los años y la posibilidad de concentrarse en mayor medida. La unión de este electrizante instrumentista con el vigoroso director puede levantar chispas en una obra como la de Rajmáninov, que fue terminada en 1891 y que muestra ya las cantilenas, tan propias de su estilo, como la del hermoso nocturno del Andante.



Vasily Gergiev

El mando estricto del director hará de las suyas en la segunda parte con la turbulenta y procelosa Sinfonía n° 5 de Mahler, plato fuerte de la convocatoria. El tempo flexible de Gergiev, que empuña una especie de lápiz como batuta y deja volar sus manos en movimientos alados, suponemos que será la base para mostrar las infinitas alternancias de la partitura. La actitud nerviosa, la mímica expresiva, la observación global del pentagrama, sin descender al detallismo o al análisis minucioso, la energía en ocasiones brutal y el espectro sonoro más bien ácido que suele imprimir el maestro van bien a esta sinfonía estrenada en Colonia el 18 de octubre de 1904.