Joyce DiDonato y Franco Fagioli. Foto: Javier del Real | Teatro Real
En 2012 el Campoamor de Oviedo desempolvó un título barroco tan infrecuente como Agrippina de Haendel, última ópera estrenada por el compositor en Italia (1709), obra de un vigor, una construcción y una escritura sensacionales. Debemos volver a ella porque es ahora el Tearo Real (día 16) y el Liceo (18) quienes lo recrean también, aunque en esta ocasión en una versión de concierto, lo que reduce el interés.La contrapartida es que el papel estelar será servido por la mezzosoprano Joyce DiDonato, que se mueve como pez en el agua en la música haendeliana, con todos sus fuegos de artificio. Sin la precisión descomunal de una Bartoli, DiDonato cultiva un canto que parece más espontáneo, más natural y refrescante, bien que tenga algunos problemas derivados de que el muy lírico instrumento no parece del todo definido. Pero es artista con recursos, camaleónica. Siempre agrada verla en acción pues es muy expresiva y tiene el aspecto saludable de las norteamericanas modernas y decididas. Es muy versátil y posee un muy amplio repertorio. De todas formas, hay que tener en cuenta que la parte de Agrippina fue escrita en realidad para una soprano, la afamada Margherita Durastanti.
Acompañan a DiDonato artistas de altura: el sólido bajo cantante Luca Pisaroni (Claudio), los vistosos contratenores Franco Fagioli (Nerone) y Carlo Vistoli (Narciso), la impulsiva y lustrosa mezzo Marie-Nicole Lemieux (Ottone/Giunone), el compacto bajo Andrea Mastroni (Pallante). Buena señal es que en el foso se sitúe la formidable orquesta de época Il Pomo d'Oro con el joven, talentoso y flexible Maxim Emelyanychev al frente. Imaginamos que la partitura se ofrecerá en la versión estrenada en Venecia, que no es estrictamente la original, en la que no aparece Giunione. En cualquier caso, la rigurosa línea de canto, los recitativos secos y acompañados, los ariosos y las arias, en su mayoría da capo, estarán presentes.