Todo lo que se haga para recuperar a José de Nebra (1702-1768) es poco. Fue uno de los más grandes compositores de nuestro país, tanto en su dedicación a la música escénica cuanto en su atención a la música religiosa, cometido que le ocupó la última parte de su vida. Desde luego en su producción teatral se palpa en mayor medida la influencia italiana. En sus recitados anotamos premoniciones mozartianas y continuos rasgos haendelianos, de una rítmica contagiosa y excitante y, desde luego, magníficas páginas de bravura y espléndidos efectos descriptivos.
No menos interesante desde luego es su producción sacra. Eso lo sabe bien José Antonio Montaño, estupendo músico, de sólida formación, director seguro y eficiente, que bebió durante algún tiempo de los consejos del desaparecido Jesús López Cobos y que amplió su formación con otros competentes maestros. Tiene un extenso currículum, que le ha llevado a dirigir orquestas de renombre y actuar en diversos foros nacionales e internacionales. Hace unos años fundó la orquesta de instrumentos de época La Madrileña y hace poco dio a luz un muy bello proyecto conectado justamente con el Nebra religioso: registrar el Oficio y la Misa de difuntos, interpretado por primera vez en 1758 en las exequias de la Reina de España doña Bárbara de Braganza.
No cabe duda de que cualquier prospección que se haga en torno a este músico, y cada vez son más los directores y conjuntos españoles los que las hacen, ha de ser muy bienvenida. Por eso abrazamos este proyecto de Montaño, que tomó cuerpo tras un gran trabajo musicológico de estudio, revisión y, finalmente, interpretación, que nos ofrece ese Réquiem con una notable limpieza, respeto e idoneidad. En 1759, nos informa el propio director, se volvió a ejecutar en el funeral del rey Fernando VI con ciertas modificaciones de la partitura original, tras lo cual quedó en el repertorio de la Real Capilla como obra predilecta para exequias reales.
Montaño nos habla del estilo “internacional” de esta gloriosa composición, de corte italiano equivalente al que predominaba en la Europa del momento. Durón, De Torres, Corselli fueron, antes de Nebra, fijando las características esenciales propias de nuestra música fúnebre del siglo XVIII que sin duda aparecen en esta Misa de Difuntos. Ahí está, por ejemplo, el abandono de las piezas vocales con continuo por piezas concertantes con fragmentos para solistas y corales, cierta estandarización de la plantilla con la presencia recurrente de dos violines y dos flautas (traversos), la inclusión de la secuencia Dies Irae y el uso de efectos buscando el impacto emocional en el oyente.
La grabación se ha realizado a partir de las fuentes musicales custodiadas en el archivo del Palacio Real de Madrid. Además del juego de partes, tanto de la orquesta como de los dos coros, se ha conservado la partitura general manuscrita, que presumiblemente parece el material de trabajo del propio autor por la presencia de numerosas correcciones. El trabajo ha fructificado gracias también al apoyo de la Comunidad de Madrid, que encargó la recuperación con ocasión del concierto organizado para recordar a Nebra en el 250 aniversario de su muerte. Era lógico que el solemne evento se llevara al disco, bajo el sello Panclassics, con las mismas agrupaciones: La Madrileña, Coro Victoria y Schola Antiqua.
La actividad de La Madrileña y su activo titular no se detiene: inaugurarán, por ejemplo, el Ciclo de música Sacra de Las Rozas en Madrid el 21 de marzo en el Auditorio Joaquín Rodrigo. Luego estarán con el mismo programa en la Iglesia de San Cayetano en Madrid tres días después dentro del Festival Internacional de Música Sacra de la Comunidad. Una de las líneas que Montaño quiere abrir en su programación es la de combinar autores internacionales con otros nacionales menos habituales para demostrar justamente la gran calidad de los nuestros.