En 2014 Javier Camarena (Xalapa, Veracruz, 1976) no tenía ni ‘disquera’, como dicen en México. Pero ese año todo se revolucionó. Una azarosa circunstancia catapultó su popularidad: sustituyó a Juan Diego Flórez por enfermedad de este en el Met de Nueva York. Así, por la puerta falsa, se coló en el elenco de La Cenerentola rossiniana y tan bien cantó que el público exigió un bis suyo del aria Si, ritrovarla io giuro. Luego vendría la apoteosis del Teatro Real y los nueve do de pecho de Ah, mes amis, el aria más euforizante de La hija del regimiento de Donizetti. Una locura. Desde entonces, ha perdido la cuenta de los encores que lleva. Los ha escanciado, a discreción, en otras plazas de postín como el Convent Garden, la Wiener Staatsoper y el Liceo de Barcelona. Hoy ocupa, por derecho propio, una amplia parcela en el olimpo mundial de los tenores, junto a figurones como el mencionado Flórez, Kaufmann y Beczala. Quién se lo iba a decir cuando, a escondidas de sus padres, abandonó con 19 años los estudios de ingeniería para matricularse en la titulación de música. Ya era demasiado mayor para aplicarse con el piano o la guitarra, sus preferencias, así que se volcó en el canto, con resultados sobresalientes. De sus facultades canoras tendremos una buena muestra en España en los próximos días. El 1 de agosto estará ‘renovando’ su repertorio en Peralada en un esperado recital. Pero antes, desde este viernes, lo podremos contemplar en su querido Liceo dentro de la producción de Lucia di Lamermoor firmada por la regista Barbara Wysocka.
Pregunta. ¿Qué significa Edgardo, el papel que encarna en Lucia, dentro de su evolución vocal reciente?
Respuesta. Es un papel muy importante, tanto en lo vocal como en lo interpretativo. Es sin duda uno de los grandes roles belcantistas. Me encanta porque tiene partes dramáticas aun conservando todas las esencias belcantistas.
P. En los últimos años va inclinándose hacia papeles más dramáticos. ¿Hasta cuándo se ve procurando sobreagudos electrizantes al respetable?
R. Los sobreagudos son un recurso impresionante de la voz de tenor pero para mí no siempre son lo más importante. También abogo por el poder de una bella melodía o la magia íntima de un registro medio. Son igualmente capaces de emocionar, que es de lo que se trata.
Trabajar para vivir
P. ¿Le vino bien el parón pandémico para repensar su carrera?
R. Sí, porque esta ha sido muy absorbente y ha supuesto sacrificios muy serios, sobre todo en lo que atañe a la distancia de la familia. Me ha hecho reafirmarme en algo que ya pensaba y que quizá perdí un poco de vista: que quiero trabajar para vivir y no vivir para trabajar. Ahora voy a pasar más tiempo con mi esposa y mis hijos, porque es algo que me hace mucho bien, también cuando canto, y a hacerle más caso a mi corazón.
P. ¿Sintió angustia durante ese frenesí, que iba contra sí mismo?
R. No, porque no tenía la sensación de que quisiera cambiar de rumbo de manera radical, como me pasó cuando estudiaba ingeniería mecánica. No sentía que no fuera feliz o que estuviera equivocado pero sí que debía balancear mi carrera y mi vida privada.
"Ahora tengo claro que debo ejercitar mi voz cada día. En el parón, en mi casa, me dejé. Normal"
P. Llegó a sufrir una pequeña hemorragia en una de sus cuerdas vocales. ¿Cómo se encuentra de esa lesión?
R. Estoy superando la ansiedad psicológica que produce el temor a que un hecho así pueda volver a repetirse. Para ello debo administrar mejor mis descansos e ir así recuperando la confianza.
La lesión sobrevino en un momento de máxima dedicación, con varios frentes que se le cruzaron. Ocurrió en Viena, grabando un aria de Don Sebastián, rey de Portugal para la Ópera de Los Ángeles, cuando su instrumento, antes imparable y siempre presto, se encasquilló. “Se concentraron muchos compromisos tras un parón muy largo, de abril a agosto de 2020. Retomé la actividad con una grabación de Il pirata, una ópera muy complicada, más las funciones de La hija del regimiento y la preparación de Marino Faliero de Donizetti, que iba a cantar en el Festival de Bérgamo. Además, me llamaron para sustituir a un tenor indispuesto en L’elisir d’amore… Cuando además intenté cantar Seul sur la terre de Don Sebastián, ya en el calentamiento, noté que la voz fallaba, que me sentía afónico. Fue un momento de angustia. Logré cantarla al final pero me puse inmediatamente en manos de los médicos y hacer reposo absoluto. Esto fue en octubre y en diciembre recuperé la actividad en una gala en el Met, una gira por España en enero, un Rigoletto en febrero, luego un concierto en el Bolshoi con el maestro Domingo…
P. Le habrá pasado a más cantantes, por la larga interrupción, ¿no?
R. Sí, de hecho fue una plática habitual en esas fechas. Ahora tengo claro que debo ejercitar la voz cada día, o casi, porque durante la parada obligatoria, en mi casa, me dejé un poco. Era normal, después de tanto esfuerzo...
P. La temporada que viene regresará al Liceo para debutar como Tamino, en La flauta mágica, fruto de una alianza mozartiana con Dudamel. ¿Cómo surgió?
R. Me lo pidió el Liceo. La verdad es que a mí no se me ofrecen roles mozartianos habitualmente porque se me asocia más al repertorio belcantista pero a mí Mozart me fascina y he hecho La finta giardiniera, El rapto del serrallo y Cosí fan tutte. Antes también estaba la barrera del alemán, que ya no me causa tanto pánico, después de vivir unos años en Suiza. Y es cierto que el timbre ideal es el de mi idolatrado Fritz Wunderlich. Yo soy consciente de que no tengo su oscuridad pero ahora sí me siento capaz de cantarlo con un color que me satisfaga.
De Domingo a Kraus
P. Aunque usted se enamoró de la ópera escuchando a Plácido Domingo en un Turandot del Met.
R. Sí. Mi profesora de canto, cuando empecé a estudiar, me tuvo durante cinco semestres siguiendo manuales de técnica vocal como el de Manuel García, el Marchesi, el Vaccai… Era todo lo que cantaba. Al sexto semestre, el maestro de italiano nos dijo que cantar en este idioma era muy diferente de cómo se hablaba. Y tuvo la feliz idea de ponernos un video con este Turandot de Domingo y Eva Marton. Me fascinó.
P. Pero es más de Kraus que de Domingo, ¿no?
R. Me siento más krausista, sí, por una cuestión de afinidad en el repertorio y porque su perfección técnica es muy inspiradora. Kraus es un clarísimo referente en muchas cosas de las que hago, en el belcantismo, en mis acercamientos a la zarzuela, en mi visión de Puritani y en otros tantos roles en los que él fue el más grande.
"Antes, cuando abordaba Mozart, sentía la barrera del alemán. Pero ya no me causa ese pánico"
P. ¿En su recital de Peralada habrá más Donizetti que Rossini, conforme a su tendencia de los últimos años?
R. Sí, en efecto. Rossini cada vez está menos presente en mi carrera pero hay títulos suyos que quiero conservar, como el personaje de Ramiro de La Cenerentola, por su personalidad matizada: aunque es una ópera bufa también tiene sus partes serias. Este concierto demuestra mi deseo de abordar más el repertorio francés, por eso está Lakmé de Delibes, y también tiene algo poco habitual en mis conciertos: una parte reservada precisamente a Mozart, con Dies Bildnis ist bezaubern schön… de La flauta mágica y la gran aria de El rapto del serrallo, Ich baue ganz.
P. Mencionaba la zarzuela al hilo de su reconocimiento a Kraus. ¿Qué importancia tiene este género para usted?
R. Es la oportunidad de vivir las emociones que nos presentan la ópera italiana, la francesa o cualquier otra en mi propio idioma. Me da posibilidad de exprimir todo el jugo interpretativo que tiene nuestra hermosa lengua castellana, por eso disfruto muchísimo romanzas como Flor roja, Te quiero, morena…
P. ¿Qué peso tiene hoy la zarzuela en México? ¿Está desapareciendo?
R. No, no, de hecho aquí en Ciudad de México hay una compañía que presenta cada año una pequeña temporada con algunos títulos. La zarzuela es muy bien recibida. Pero hay que ponerla en el contexto del potencial de producción que hay aquí en México, que tan poco es el más grande.
P. Hablando de lazos comunes entre las dos orillas. ¿Cómo vivió aquella petición de disculpas de López Obrador al rey Felipe VI?
R. [Pasan cuatro o cinco segundos y Camarena, al otro lado de la pantalla (sin cámara) no se arranca, duda] …la verdad es que nunca me he metido en cuestiones políticas. Creo que la historia está para que aprendamos de ella, porque es lo que nos conforma y de ahí hay que sacar lo mejor. Yo veo que la profesión de la música y el canto nos conduce a la unión, a la convivencia y al intercambio cultural, que es lo más importante.
P. Pues terminemos con el canto. Para usted, que lo borda cuando entona las notas, ¿qué es cantar bien?
R. En el canto operístico el dominio técnico es fundamental, porque trabajas con tu voz como si fuese un instrumento de precisión. Pero no basta con eso, porque, si no, te quedarías en un canto robótico. Luego está lo que transmites, que es tu propia experiencia en la vida. Todo se filtra en tu manera de interpretar: la euforia, la tristeza, el amor… Es lo que te nutre y lo que tratas de proyectar hacia el público.
LOS OTROS TRES TENORES TOP
Jonas Kaufmann, la oscuridad baritonal
Muy artista, musical y delicado, con uso a veces excesivo del falsete. Lírico rozando lo spinto. Tiene línea, es expresivo y posee un atractivo timbre oscuro, de resonancia baritonal, perjudicado por una indeseada aplicación de la gola.
Juan Diego Flórez, el agudo generoso
Un lírico-ligero todavía. Técnica de natura fácil, con un mecanismo de respiración ortodoxo y ejemplar. Pasajes de registro casi inadvertibles Elegante y de agudo generoso. Ha ganado cuerpo pero no parece que su voz se oscurezca lo suficiente.
Piotr Beczala, cantar por derecho
Es un lírico puro con tendencia a lo lírico-spinto. Canta por derecho con excelente apoyo, con franqueza y base técnica. No es amigo de especiales finuras, pero en ocasiones controla hábilmente sonidos amortiguados y ortodoxas medias voces.
Arturo Reverter