'El arte del sonido con Mark Ronson': un viaje hacia la emoción a lomos de las máquinas
Apple TV+ estrena una serie documental conducida por el reputado productor y dedicada a la tecnología que revolucionó la manera de hacer música, del sintetizador al controvertido Auto-Tune
6 agosto, 2021 16:36Cuando hace más de 50 años Bob Dylan decidió empuñar una guitarra eléctrica, decepcionó a muchos de sus seguidores. Es solo un ejemplo de la animadversión que han generado los avances tecnológicos a lo largo de la historia de la música entre los puristas, supuestos defensores de las esencias de una tradición en peligro. El invento que despierta hoy mayores odios entre los melómanos —y a la vez omnipresente en la música popular actual— es Auto-Tune, el procesador de audio que corrige la afinación de la voz humana y que, llevado al extremo, la hace parecer robótica.
“Es hacer trampa”, sentencia en la serie documental Watch the Sound with Mark Ronson (El arte del sonido con Mark Ronson), recién estrenada por Apple TV+, el famoso músico, compositor, DJ y productor musical, detrás de algunos de los mayores éxitos de las últimas dos décadas. Amante de la voz por encima de cualquier instrumento —aunque seguida de cerca por los vientos, por algo le llaman “the King of the horns”—, Ronson se refiere al uso de Auto-Tune como corrector invisible. Pero cuando esta herramienta se lleva al extremo da como resultado esa voz robótica, con escalones abruptos en la afinación, que empezó a popularizar Cher en 1998 con su canción Believe.
Más de 20 años después, hoy casi abundan más los hits mundiales de pop, rap y música urbana en los que se puede escuchar este efecto que aquellos en los que no. “Yo construí el coche. No soy yo quien lo conduce por la autopista en dirección contraria”, alega el inventor del Auto-Tune, Andy Hildebrand, cada vez que alguien le echa en cara haberlo creado. Este ingeniero de Exxon desarrolló una especie de sónar para mapear el fondo marino con el objetivo de encontrar petróleo, y fue entonces cuando se dio cuenta de que podría usar el mismo algoritmo para mapear y modificar digitalmente la garganta humana, y creó la compañía Antares Audio Technologies para comercializarlo. “Cuando miremos atrás hacia esta era y digamos ‘¿cuál es el sonido del siglo XXI?’, será Auto-Tune”, opina en el documental el reputado periodista musical Simon Reynolds.
Hacia el final del primer capítulo, Ronson —que ha trabajado con artistas como Paul McCartney, Amy Winehouse, Bruno Mars o Lady Gaga y ha ganado siete premios Grammy y un Óscar— da su aprobación a la herramienta e incluso se anima a probarla, tras haberse entrevistado con músicos y colegas productores que la utilizan. “Auto-Tune fue diseñado para una tarea específica: arreglar el mal canto. Pero de pronto alguien lo usa de manera incorrecta y desbloquea todo un nuevo portal hacia la emoción. Incluso permite que gente que no sabía cantar pueda expresarse. Y así, al final, es como la música continúa evolucionando”, dice el productor ejecutivo y conductor de la serie, que lleva el sello de Tremolo Productions.
De hecho, “emoción” es una de las palabras más repetidas en la serie, y su principal tesis es que las máquinas pueden ser un buen vehículo para expresarla y para expandir los límites de la creatividad humana. En sus seis capítulos, de poco más de media hora de duración cada uno, se sumerge en la historia y los usos de algunos de los aparatos que han revolucionado la música desde mediados del siglo XX hasta nuestros días. Además del Auto-Tune, elegido para descorchar la serie seguramente por el intenso debate que genera, Ronson y toda una pléyade de músicos, ingenieros y críticos abordan el sampleo, los sintetizadores, el efecto reverb, las cajas de ritmos y del efecto de distorsión.
Entre los entrevistados de la serie figuran nada menos que Paul McCartney, Dave Grohl (Nirvana, Foo Fighters), Ad-Rock y Mike D (Beastie Boys), Sean Ono Lennon, Questlove (The Roots), Jónsi Birgisson (Sigur Rós), Nick Rhodes y Andy Taylor (Duran Duran), Thurston Moore (Sonic Youth), Gary Numan, DJ Premier, Josh Homme (Queens of the Stone Age), Kathleen Hanna (Bikini Kill, movimiento Riot Grrrl), King Princess o Charli XCX. También vemos, a modo de homenaje, imágenes de archivo de Amy Winehouse en el estudio, en la época en la que Ronson produjo su álbum Back to Black (por cierto, hace poco el productor se arrepintió públicamente de no haberse implicado más en tratar de solucionar los problemas de adicción que llevaron a la tumba a la cantante).
Más allá del Auto-Tune
En el episodio dedicado a Auto-Tune, también se habla de otros inventos anteriores que hacían parecer robótica la voz humana, como la curiosa Talking Steel Guitar de Pete Drake (1964), la Talk Box o el Vocoder, así como otra herramienta reciente, Harmony Engine —de los mismos creadores de Auto-Tune—, que lo que hace es multiplicar una pista de voz armonizándola para crear un acorde completo, tocado directamente en un teclado.
El capítulo sigue profundizando en el tema de la música hecha por máquinas hasta contarnos el caso de Yona, la primera inteligencia artificial que compone música aprendiendo de otros compositores, o “la primera artista sintética”, como la define su creador, Ash Koosha. Mientras Auto-Tune hace que la voz humana parezca más digital, según Koosha, su objetivo es el contrario: lograr que las máquinas sean más humanas, más emocionales. Aunque de momento el resultado sigue sonando robótico, sus melodías resultan tristes, y sus letras, inquietantes: “I have a heavy heart, through an empty house. These people are ghosts…” (“Tengo un corazón pesado, a través de una casa vacía. Esta gente son fantasmas…”).
En el episodio dedicado al efecto de reverberación, popularmente conocido como reverb, se relacionan las propiedades acústicas de los lugares donde tradicionalmente se ha interpretado música, de las catedrales góticas a las casas de ópera, y su capacidad para generar emoción en el oyente. Cuanto mayor es el espacio, mayor reverberación y mayor sensación de espiritualidad.
La 'reverb' más larga del mundo
Hoy cualquier tipo de reverb puede ser generada de manera virtual, pero todavía hay gente que se dedica a samplear el eco de lugares increíbles para que uno, desde el estudio o desde casa, pueda simular cantar o tocar allí. En la serie vemos a Mark Ronson descender hasta las profundidades de un gigantesco depósito de combustible en un lugar recóndito de Escocia junto a Arjen Van Der Schoot, fundador de la empresa Audio Ease (fabricante del plugin Altiverb) para grabar la reverb más larga del mundo.
En este capítulo descubrimos también que en la sede de la discográfica Capitol, una de las más importantes del mundo, hay cámaras de eco construidas en el sótano del edificio, espacios con paredes y techos irregulares donde el sonido llega desde el estudio, sale por unos altavoces, rebota por todas las superficies, entra de nuevo por un micrófono y vuelve a ascender decenas de metros hasta la mesa de mezclas para conseguir el efecto de reverberación deseado, todo ello simplemente girando una perilla. Y en las antípodas de la cámara de eco nos encontramos con la cámara anecoica, el espacio más silencioso que existe gracias al extremo aislamiento acústico de su interior, que se usa para distintas aplicaciones científicas e industriales, entre ellas el testeo de equipos de reproducción de audio. Cuando en los años 50 el músico experimental John Cage entró en una de estas habitaciones, aseguró que seguía oyendo dos sonidos. El técnico le respondió que eso que el zumbido más agudo era provocado por el funcionamiento de su propio sistema nervioso, y el más grave, el de la circulación de la sangre.
En el capítulo dedicado a los sintetizadores, vemos cómo estos se introdujeron progresivamente en el panorama musical de la mano de inventores como Robert Moog y Don Buchla, y vemos en funcionamiento joyas retro como el Roland Juno-106, el Minimoog Voyager XL o el Model D, así como el más reciente y minimalista OP-1 de Teenage Engineering, un potente “juguete” que ocupa menos que un teclado de ordenador. Ronson entrevista a Gary Numan, uno de los primeros músicos de pop que sustituyó la guitarra eléctrica por el sintetizador (la prensa musical de la época se le echó al cuello, pero el tiempo acabaría dándole la razón), y también a Suzanne Ciani, una de las pioneras de los sintetizadores, y se recuerda también a otras mujeres que fueron precursoras en este ámbito, como Delia Derbyshire y Wendy Carlos (merece la pena también ver el documental Sisters With Transistors, dedicado a todas ellas, y A Life in Waves, centrado en la figura de Ciani).
El resto de capítulos (sobre el sampling, las cajas de ritmos y los pedales de distorsión) siguen la misma fórmula: repaso a su invención y su evolución, de qué manera contribuyeron a alumbrar géneros nuevos como el hip hop o el heavy metal, anécdotas sorprendentes, entrevistas con artistas que hicieron o siguen haciendo de estos aparatos un elemento central de su música y, como colofón, canciones compuestas e interpretadas ex profeso por Ronson y algunos de los artistas participantes en la serie (editadas en un álbum homónimo de la serie). Siempre teniendo en mente una idea que Ronson resume en esta frase: “Cualquier máquina puede ser tan conmovedora como lo sea la persona que la esté tocando”.