Una de las figuras indiscutibles y de las más celebradas, con toda justicia, a lo largo de este año que enfila ya sus últimas semanas, es la de Pauline Viardot-García, cantante, pianista, compositora, profesora, mecenas… Mujer de mundo con grandes ojos, párpados pesados y una sonrisa cautivadora. Este físico, combinado con su carácter vivaz y una presencia en el escenario fascinante, no dejaba a nadie indiferente. El poeta Heinrich Heine decía al respecto: “De ella no emana la belleza civilizada ni la gracia domesticada de nuestra patria europea, sino el esplendor salvaje de un exótico paisaje en el desierto”.
En lo que respecta a su tipo vocal hay opiniones. No debía de ser nada fácil definirlo. Vemos en su currículum que cantó un poco de todo: como soprano lírica: Sonámbula; dramática: Alceste, Fidelio, Norma (tres tipos bien distintos); mezzo o contralto coloratura: Rosina del Barbero; contralto: Fides de El profeta, Rapsodia de Brahms… Los críticos de la época hablaban de una cantante que, a través de dos generosas octavas y media, sabía transmutarse y adaptarse, a partir de una técnica prodigiosa, flexibilizarse, adquirir diversos colores y matices. Todo un fenómeno, emparentado hasta cierto punto con el que había supuesto su hermana, María Malibrán.
Como compositora fue hija de su tiempo; y de su padre, el gran tenor y también compositor y maestro de canto Manuel García, y siguió las pautas de un domesticado clasicismo, de buenas y educadas formas, primordialmente melódico, y bien cuidados contrapuntos. Música emparentada con la de algunos coetáneos como, por supuesto Chopin, pero también Gounod o un joven Saint-Saëns. Pequeñas obras, la mayoría canciones, algunas piezas instrumentales de formato reducido y óperas de bolsillo bien elaboradas y de escritura ejemplar y didáctica, así Cendrillon y Le dernier sorcier.
Andalucía en el corazón
A lo largo de estos meses han sido numerosos los actos que se le han dedicado y en los que ha jugado un especial papel el pianista Francisco Soriano, que ha montado Le dernier socier en diversos lugares, como en el festival italiano del Valle de Istria, en el Little Opera de Zamora o en el MUSEG 2021 de Segovia. En el Teatro Villamarta de Jerez se había representado en 2018 y el sello norteamericano Bridge Records lo llevó al disco por esas fechas. Soriano está también detrás de las representaciones de la otra operita, La cenicienta, grabada por Opera Rara en 2000, que el Real ha recuperado hace varios días y que estará los días 21 y 22 en el Teatro Campoamor de Oviedo. En estos trabajos ha sido importante la labor del crítico y académico sevillano Andrés Moreno Mengíbar. Soriano, la soprano Natalia Labourdette y la mezzo Helena Resurreçao han venido desarrollando un programa bautizado como L'andalousie au coeur, que incluye algunas de las más celebradas canciones de la compositora.
En otros puntos de nuestra geografía se celebra también su bicentenario. Es el caso de Santiago de Compostela, donde los Amigos de la Ópera organizaron días atrás un recital con canciones de Viardot y piezas de otros creadores, presidido desde el piano por Arkaitz Mendoza y con las voces de la soprano Ana Nebot y la mezzo Rodríguez-Cusí. Y recientemente el sello Cezanne ha sacado al mercado un álbum titulado La desconocida Viardot. Cantan la soprano Corina Feldkamp y la mezzo Anna Tonna. Al piano, la gallega Isabel Dobarro.