¿Estar de moda es algo apetecible, deseable, necesario? ¿O es una lata que te impide desarrollar con rigor, libre de presiones, tu labor? Nos hacemos esta pregunta, quizá un poco tonta, al comenzar este artículo en torno a uno de los directores más en boga en estos tiempos, dentro de los maestros que podemos considerar todavía jóvenes. Nos referimos al valenciano Gustavo Gimeno (Valencia, 1976), foco de atención de aficionados, críticos, empresarios, salas de concierto y teatros de ópera.
No es extraño este fenómeno porque se trata de un músico muy dotado y cualificado, que mamó la música desde su niñez, de la mano de su padre, integrante de una banda de música en su tierra natal levantina. Lo mismo que su hermano mayor, Rubén, director de la Orquesta del Vallés. En cuanto pudo se ató los machos y se lanzó a lo desconocido. Cuando ha cumplido ya los 45 se encuentra casi en la cumbre, disfrutando de las mieles de importantes triunfos, como el obtenido hace poco al frente de la Filarmónica de Berlín.
Tomar la alternativa
En marzo de 2013 tuvimos ya ocasión de advertir sus buenas maneras en la última visita a Madrid de Claudio Abbado al frente de la Orquesta Mozart de Bolonia. El viejo director le cedió la batuta para dirigir la Sinfonía concertante de Haydn. Gimeno, que se había forjado como percusionista en Ámsterdam y que había ocupado uno de los atriles de la especialidad en la Orquesta del Concertgebouw, llevaba ya tiempo haciendo sus pinitos en el podio y aprendiendo los más importantes fundamentos del métier de la mano y de la boca de maestros como el milanés –con el que al final de sus días mantuvo una gran relación– o como Mariss Jansons, de quien fue ayudante en la capital holandesa.
No es extraño que Gimeno sea hoy un fenómeno porque se trata de un músico muy dotado que mamó la música desde la niñez y tuvo maestros de la talla de Abbado y Jansons
El joven talento inició una lenta pero segura escalada, primero en su calidad de percusionista y enseguida como conductor. Se estrenó como tal al frente de la Sinfónica Con Brio y la Het Orkest Amst de Amsterdam, formaciones de aficionados de altura que le sirvieron muy mucho para su desarrollo y fructífero crecimiento. Como le sirvió escuchar las palabras y consejos de personalidades de la talla de Pierre Boulez, Georges Benjamin y Magnus Lindberg, todos ellos grandes compositores y también directores.
La gran ocasión se presentó en 2014 cuando hubo de sustituir casi sobre la lona a Lorin Maazel al frente de la Filarmónica de Múnich. Al año siguiente fue nombrado titular de la Filarmónica de Luxemburgo, con la que visita ahora de nuevo nuestro país dentro de la temporada de Ibermúsica, el próximo miércoles 19 (Auditorio Nacional).
Desde hace unos años se ha aposentado en Toronto como titular de la Sinfónica de la ciudad canadiense, lo que le permite seguir moldeando todavía más una creciente flexibilidad interpretativa y unos conocimientos que sabe trasladar a los músicos a través de una técnica muy suelta de muñeca y un gesto que nos puede recordar, por sus volutas, su airoso dibujo, su anclaje en unos hombros nada rígidos y una posición de las piernas, en abierto y estrecho compás, al de su maestro Abbado. Se hace seguir por los profesores a sus órdenes con volutas de notable claridad espacial manejando una volátil y activa mano izquierda.
Dinámicas más sutiles
Ha sabido encajar estupendamente con los instrumentistas de la Filarmónica de Luxemburgo, a los que inocula con naturalidad unos modos en los que predomina el buen gusto; en una línea en la que habrá de desarrollar aún en mayor medida caminos que lo conduzcan a la búsqueda de dinámicas aún más sutiles y progresiones más claramente planificadas. Su entendimiento con los músicos salta a la vista y él mismo afirmaba en una de las entrevistas concedidas a El Cultural que continúa la labor de otros grandes maestros a su frente. “Es un conjunto muy flexible, por lo que el margen para el director es más amplio porque sus integrantes tienen mucha apertura mental y ganas de descubrir. Es como un material maleable. Por eso su repertorio es muy amplio, así que podemos adaptar los programas a los lugares en que tocamos”.
Eso se podrá comprobar en esa anunciada visita a Madrid en la que orquesta y director ofrecerán un programa en verdad sugerente que incluye dos composiciones: la Rapsodia para piano sobre un tema de Paganini de Rajmáninov, en la que será solista la expresiva y sutil Beatrice Rana, que sin duda acertará a establecer los claroscuros y suculencias rítmicas de la obra, y la Sinfonía en Re menor de Cesar Franck. Partitura que pone a prueba la habilidad para ordenar los acontecimientos que se suceden a lo largo de un discurso sometido a las leyes de la trasformación cíclica.
Gimeno descenderá, dentro de pocas semanas, al foso del Teatro Real para dar forma y descubrir entre nosotros la monumental ópera de Prokofiev El ángel de fuego, que tendrá traducción escénica de la mano del regista Calixto Bieito. Un gran acontecimiento que deberá ser impulsado por la batuta de un artista que siempre tiene las cosas muy claras. “En España todavía no se ha escenificado. Por eso es un acontecimiento: una obra importante de un compositor importante sin estrenar. Yo no la conocía a fondo pero a Prokófiev sí lo he trabajado con asiduidad, así que me lancé de cabeza”, confiesa. “Prokófiev no la escribió porque se la encargara ningún teatro y le dedicó muchos años, algo que da prueba de lo personal que es este trabajo en el que tiene mucha importancia la psique. Es muy sarcástica, punzante, rítmica y colorista, rasgos siempre idóneos para la ópera”.