En estos días nefastos para la nación ucraniana hay que celebrar la programación, con doble concierto en Barcelona (29 de marzo, Ibercámera) y Madrid (30 de marzo, La Filarmónica), de una composición firmada por un relevante músico de aquel país, Alexander Shchetynsky (1960), artista avezado, “un seguidor consecuente de la vanguardia”, como afirmaba el crítico moscovita Alexey Parin, que destacaba la dimensión espiritual de su producción traducida en sonidos estrictos, ascéticamente bellos y herméticos.
Buena oportunidad, pues, para comprobar estos asertos la que tendremos al escuchar una de las últimas creaciones de Shchetynsky, Glosolalia, que se situará en los atriles de la Orquesta Sinfónica de la Radio del Suroeste de Alemania, la SWR de Stuttgart, frecuentada por uno de los divos actuales de la dirección, Teodor Currentzis, que ya nos visitara en anteriores temporadas con la misma centuria. La obra del ucraniano estará, pues, en las mejores manos. Manos que acogerán otra composición de nuestros días, el Concierto para viola del alemán Jörg Widmann (1973).
El magnífico instrumentista que es Antoine Tamestit será quien lleve la voz cantante solista en estos fantasiosos pentagramas inaugurados por una excitante cadencia del solista a base de pizzicati y golpes sobre la madera en curioso diálogo, antes de que entre el tutti, con el timbalero. Luego se escucharán los timbres orquestales, que tan bien sabe calibrar, combinar y desarrollar Widmann, que construye sus obras magistralmente a partir de sabias combinaciones tímbricas y un gran dominio de las variaciones temáticas.
Como cierre de la sesión, un plato fuerte: la Sinfonía nº 5 de Shostakóvich, la más conocida de su autor, que hubo de plegarse con ella –con algún que otro guiño crítico solo al alcance de los enterados– a los dictados del régimen soviético a través de unos pentagramas de rara penetración, de una construcción sinfónica soberana, de un manejo de la orquestación extraordinario y de una capacidad apabullante para trazar paisajes sinfónicos de falso y bombástico triunfalismo.
Al frente de todo ello la batuta flamígera, panabarcadora, fustigante y de tan claro dibujo del ateniense Currentzis (1972), famoso desde hace unos años en virtud de su labor al frente de la Orquesta musicAeterna, que fundó en 2004 en la localidad siberiana de Novosibirsk y que ocupa desde 2011 el foso de la Ópera de Perm. Con el tiempo ha ido escalando puestos en el ranking y asentándose en diversos podios en virtud de su capacidad de adaptación, de su autoridad, de su apasionamiento y de su defensa en ocasiones de ideas en principio heterodoxas, que se mueven con frecuencia en terrenos poco hollados.
Dotado de un temperamento extravertido, busca salidas en enfoques que piden una especial concentración, transita con aplastante seguridad por sendas que reclaman tempi inesperados, acentos insólitos, elongaciones y fraseos que a veces pueden tacharse de caprichosos y que trata de defender con gestos siempre atentos a servir unas dinámicas amplias, muy contrastadas.