Siempre es buena noticia hacerse eco de un estreno, del alumbramiento de una nueva creación, en este caso de rango musical. ¿Qué sería del arte de los sonidos, y esto lo podemos extender a cualquier otra rama de la cultura, si no diéramos pie, desde las instituciones públicas o privadas, a la forja y puesta en marcha de nuevas ideas, propuestas o invenciones? Por eso hay que alegrarse muy mucho de que entidades como la Orquesta Nacional abra sus puertas, en su muy rico escaparate de originales planteamientos, dentro de su ciclo Satélites, en el que se acogen composiciones camerísticas del más diverso signo, a las más recientes aportaciones de nuestros músicos.
Hablamos del concierto que va a desarrollarse este martes en la sala de cámara del Auditorio Nacional con obras de Nico Muhly (Big Time para cuarteto de cuerda y percusión), Joshua Cerdenia (Heavenward), Andy Akiho (LIgNEous 1) y Mario Carro, que presenta una muy reciente composición, encargo de la OCNE, Dance me. Hay interés en conocer qué sorprendentes propuestas se ha sacado de su magín este madrileño de 1979, licenciado en Psicología y alumno de la Escuela de Música de Tres Cantos. Llevó a cabo muy completos estudios musicales y es alumno de Jesús Torres, un creador muy importante en nuestro panorama, autor de una muy reciente y conseguida ópera de cámara: Tránsito, sobre texto de Max Aub.
Pero Carro hace ya tiempo que ha soltado amarras y las ventila por sí mismo con acierto, sensibilidad y conocimiento del métier en un lento y provechoso proceso de maduración. La nueva composición está escrita para marimba y cuarteto de cuerda sinfónico. En esta ocasión los músicos son Rafa Gálvez a la marimba y el cuarteto de cuerda Nuntempa Aro, que forman Laura Salcedo, Ane Matxain, Alicia Salas y Joaquín Fernández. Además, el oboísta de la propia Nacional, Victor Ánchel, irá presentando las obras que se van interpretando, a la vez que reflexiona sobre el papel de la música de concierto en la sociedad.
Valiente y arriesgado
La formación marimba y cuarteto de cuerda –nos dice Carro- “podría simbolizar la unión entre la modernidad (representada por la percusión, instrumento introducido y desarrollado en la música occidental en los Siglos XX y XXI), y la tradición (focalizada en esta ocasión en el clásico cuarteto de cuerda)”. El programa, de rabiosa actualidad, lo completan piezas de compositores norteamericanos citados más arriba muy aclamados en su país pero escasamente interpretados en España. Y justamente lo que tienen en común con Carro es esa inquietud por hacer una música moderna, valiente y arriesgada pero intentando alejarse de esa vanguardia radical que ha dado tantas veces la espalda al público.
Es algo que puede definir bien el estilo del músico madrileño, acreedor en 2005 del Primer Premio Alea III International Composition 2005 de Boston y, entre otras cosas, finalista en el Labyrinthmaker Plattform Pierrot Lunaire Ensemble Wien en 2006. En este reciente composición esperamos asistir a una nueva muestra de la firme y bien proyectada estética de Carro, siempre en pos de la belleza. “No practico la complejidad polifónica en diferentes capas y capas de voces, sino que mi polifonía surge siempre de una sencilla línea melódica que voy coloreando y desarrollando con toda la plantilla instrumental”, nos dice el compositor.
Para Carro lo esencial es una escritura idiomática. Que cada instrumentista tenga en su atril una partitura bien escrita, que saque el mayor partido a su instrumento. Que cuando esté tocando se sienta igual de a gusto que tocando alguna obra del repertorio de su instrumento.