Recala de nuevo en el Teatro de la Zarzuela la archifamosa Don Gil de Alcalá, la obra que le dio auténtica fama a Manuel Penella; más aún que la que había conseguido con su asimismo famosa El gato montés. El estreno de Don Gil tuvo lugar en el Novedades de Barcelona el 27 de octubre de 1932. Por estructura y medios es más bien una ópera cómica en tres actos que una zarzuela propiamente dicha. Obra curiosa, con libreto del compositor, que recrea la América colonial del siglo XVIII, y lo hace con una música delicada y de corte clásico, con incrustaciones de cierto folclorismo.
Partitura de mérito, que requiere, en su versión original, una orquesta de cuerda y arpas. Son muchos los números que requieren atención y que muestran la fresca inventiva del músico levantino, un melodista nato y un orquestador de primera. Empezando por la misma introducción, en la que se escucha ya al arpa; luego el coro de colegialas y la muy bella plegaria de Niña Estrella. A destacar también en el primer acto la romanza de Don Gil, No temas no, confía en mí, un encendido canto amoroso a Niña Estrella, en la que el tenor, que ha de ascender a un esplendoroso Si bemol agudo, desgrana una inflamada melodía. Interesante el trío Tus ojos son dos rayos de sol, un cuidado madrigal.
El segundo acto sobresalen el dúo entre los enamorados y la célebre habanera Canta y no llores o Todas las mañanitas. La cantan, con el coro, Niña Estrella y Maya y se mueve al son del típico y cadencioso compás binario. Música fluida a dos voces. Importante es el final de la obra, un quinteto que aglutina por último al coro jubiloso de cierre. Sin duda un número de lucimiento para todo el conjunto y para el director musical de esta ocasión: Lucas Macías, titular de la Oviedo Filarmonía y presente ya en el Teatro Campoamor como timonel musical de La flauta mágica de Mozart en la pasada temporada.
Fidelidad a la obra
De Oviedo procede asimismo la producción, estrenada en el Festival de Teatro Lirico Español de la ciudad y firmada por Emilio Sagi, siempre garante del respeto a la letra y sobre todo al espíritu de las obras líricas que tiene a su cargo y que dirigirá los gestos y movimientos de figurantes y compañía de canto, presidida esta por destacados nombres de nuestro firmamento canoro. En el papel de Don Gil se alternan los tenores Celso Albelo, firme, percutivo, astral, y José Luis Sola, de acendrado lirismo y sólida emisión, dos lírico ligeros, con tendencia a lo lírico puro, de seguro oficio.
Las sopranos lírico-ligeras Sabina Puértolas, soleada, sensible, musical, e Irene Palazón, de brillo radiante y levemente nasal cantan la parte de Niña Estrella; las mezzos líricas Carol García, plateada y suave, y Lidia Vinyes Curtis, de equipaje más leve y dorada coloración, encarnan a Maya. A su lado aparecen competentes compañeros como Simón Orfila, un Carrasquilla imponente, Manel Esteve y Eleomar Cuello (Don Diego), Carlos Cosías y Facundo Muñoz (Chamaco) y David Sánchez (Padre Magistral).