“La aletargada ciudad alemana de Bayreuth es el único lugar de este mundo donde el siglo XIX sigue manando eternamente”, escribió Alex Ross en su ensayo superventas El ruido eterno. El espíritu de Richard Wagner (1813-1883) –que vivió allí la última década de su vida, aunque murió en Venecia– es omnipresente en esta localidad rodeada de naturaleza.



Hasta allí peregrinan cada verano, desde hace casi 150 años, los más fieles seguidores del compositor para asistir al festival que él mismo, un visionario con un ego desmedido, concibió para representar sus óperas, en concreto Parsifal, donde se estrenó, y su monumental tetralogía El anillo del Nibelungo, que tuvo allí su primera representación integral.



Encima de la llamada Colina Verde, entre árboles centenarios, se yergue el teatro diseñado también por el propio Wagner, donde puso en práctica numerosas innovaciones. Sin palcos y con un patio de butacas inspirado en los teatros clásicos, todos los asientos tienen la misma visibilidad del imponente escenario. Wagner fue además el primero que apagó las luces y prohibió la entrada una vez comenzada la representación. Cada pequeño detalle está al servicio de conseguir la máxima atención del público.



La inauguración del festival, el 13 de agosto de 1876, fue un acontecimiento mayúsculo. Acudieron reyes, duques, jefes de gobierno y destacados intelectuales de la época, entre ellos los compositores Liszt, Chaikovski y Saint-Saëns.

Que The New York Times publicara noticias del festival durante tres días seguidos nos da la medida de la relevancia internacional del espectáculo más impresionante que podía verse en aquella época.



Wagner en persona dirigió el festival hasta su muerte en 1883, cuando se puso al frente su segunda esposa, Cosima Wagner, hija de Liszt. A ella la sucedería el hijo de ambos, Siegfried.

La gran historia del Festival de Bayreuth tiene sin embargo una mancha indeleble: su estrecha vinculación con el nazismo. Hitler, ferviente admirador de Wagner, acudió a la cita durante años y mantuvo una profunda relación de amistad con sus herederos, especialmente con la viuda de Siegfried, Winnifred, que a su vez tomó las riendas del festival tras la muerte de su marido.

Para esta nueva edición, que se celebra hasta el 1 de septiembre, ha habido mucha expectación ante la producción de El Anillo del austriaco Valentin Schwarz, que cuenta tan solo 33 años y que por culpa de la pandemia vio truncada en 2020 su opción de ser el más joven regista en estrenar en la Verde Colina. La traca inaugural corrió a cargo de Roland Schwab, que se adentró en los amores eternos de Tristán e Isolda, con Cornelius Meister en la dirección musical.

Otro hito reciente del festival ocurrió en 2021, cuando al frente de la orquesta se puso por primera vez una mujer, Oksana Lyniv. Para la directora ucraniana, interpretar la música de Wagner es “como tener aire ardiendo entre las manos”. El mundo cambia a una velocidad pasmosa, pero el secreto inmutable de este fuego seguirá revelándose cada verano en el sagrado ritual de Bayreuth.