Salzburgo es la hermosa y barroca ciudad natal de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791). Partida en dos por el río Salzach, rodeada de verdes praderas, rutas senderistas y con el espectacular telón de fondo de los Alpes, la ciudad palaciega fundada por príncipes-arzobispos, Patrimonio Cultural de la Humanidad, vive consagrada a la música y celebra a su hijo más ilustre durante todo el año.
No obstante, cuando llega el buen tiempo su vocación melómana se dispara, alcanzando su punto álgido durante el Festival de Salzburgo, uno de los más prestigiosos, multitudinarios e internacionales del mundo. Al contrario que Bayreuth, no está consagrado a un único compositor. Aquí siempre ha habido espacio en la programación para otros maestros, clásicos y contemporáneos, e incluso para otras artes como el teatro.
El Festival de Salzburgo es también de uno de los más largos. Solo el de verano —sin contar los de Pascua y Pentecostés, creados en 1967 y 1973, respectivamente— dura seis semanas entre julio y agosto. Como dice el tenor alemán Jonas Kaufmann, auténtico apasionado del festival, en él “se dan cita muchas producciones de alto nivel, con artistas muy diversos, músicos, directores y cantantes que convergen aquí. Esto te permite reunirte con mucha gente, ir incluso a la piscina y hacer senderismo. Puedes combinar tu tiempo libre y tu profesión”.
Plazas, teatros, museos, iglesias… La ciudad entera es un escenario durante el festival, tal como quisieron hace cien años sus impulsores, entre los que se encontraban el compositor Richard Strauss, el director teatral Max Reinhardt y el poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal.
Antes de ellos ya hubo otros ciclos de conciertos y festivales puntuales que rindieron tributo a Mozart. Al primero de ellos, que tuvo lugar en 1842, acudió incluso la viuda del compositor.
De las 17 sedes del festival, destaca el Festspielhaus o Teatro de los Festivales, construido en 1926 a los pies del monte Mönchsberg en el lugar que ocupaban los antiguos establos del arzobispo. También conocido como Haus für Mozart, no debe confundirse con las dos auténticas casas de Mozart que pueden visitarse en Salzburgo, la natal y otra en la que compuso sus primeras obras.
Otros escenarios importantes son la Felsenreitschule, el patio de la escuela de equitación que empezó a usarse un año más tarde para las representaciones al aire libre; la Plaza de la Catedral, que fue la primera piedra de los festivales de Salzburgo con la representación de la obra teatral Jedermann el 22 de agosto de 1920; y, por supuesto, el Grosses Festspielhaus, el teatro más grande de todo el festival, mandado construir por Herbert von Karajan, el legendario director de orquesta que se hizo cargo del festival en los años 50 y fue concentrando en su mano todo el poder hasta convertirse en su único responsable.
Karajan dirigió el festival hasta 1988, un año antes de su muerte en la propia ciudad. Su primer sucesor fue un personaje bien conocido por los aficionados del Teatro Real: el siempre polémico y revolucionario Gerard Mortier. El director artístico belga inició una nueva etapa del festival, con nuevas producciones de ópera, nuevos compositores, nuevos escenarios y una mayor atención al talento y al público jóvenes.
Con motivo del 250.º aniversario de Mozart, el siguiente director, Peter Ruzicka, logró en 2006 uno de los mayores hitos en la historia del festival al representar las 22 óperas del compositor austriaco en una sola edición.
En la de este año, que se celebra hasta el 31 de agosto, el volcánico maestro Teodor Currentzis es el principal protagonista, ya que participa por partida doble para dirigir El castillo de Barbazul, de Béla Bartók) y La comedia del fin de los tiempos de Carl Orff, un programa doble que tiene como reclamo el sello escénico de Romeo Castellucci. Christof Loy, por su parte, es el encargado de ‘moldear’ Il trittico de Giacomo Puccini.
Con un siglo de historia y más de 300 producciones de un centenar y medio de óperas, Salzburgo continúa sacando brillo a la mejor tradición musical al tiempo que se proyecta hacia el futuro.