Se dan cita dos obras cimeras de Donizetti: Anna Bolena y Roberto Devereux, estrenadas respectivamente en el Teatro Carcano de Milán en 1830 y en el Teatro San Carlo de Nápoles en 1837. Con Maria Stuarda, creada también en este coliseo napolitano entre medias de las otras, en 1834, componen la conocida ‘Trilogía Tudor’. Es la tercera del grupo, Roberto Devereux, la que abrirá el fuego, los días 8, 10 y 12 de noviembre, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla.
Podrá comprobarse de nuevo la consistencia de la escritura donizettiana en esos primeros años de madurez. La partitura está poblada de magníficos momentos a lo largo de una narración musical coherente y firme, más allá de las debilidades habituales en este tipo de libretos, aunque este llevara la rúbrica del experto Salvatore Cammarano. Donizetti introduce multitud de refinamientos plasmados, por ejemplo, en la forma concisa y elegante de la instrumentación. O en los ritornelli que surgen en cada escena. Color, melodía y modo están aquilatados al máximo.
Algo que se percibe ya en la misma obertura y en todo el discurrir de la narración, que tiene su punto álgido en la escena final, en la que la figura de Isabel Tudor alcanza su mejor perfil. Donizetti plasmó admirablemente un personaje trágico y resuelto adornado por una vocalidad al tiempo virtuosa y doliente, dominado por los celos y por las ansias de venganza sobre el infiel Conde de Essex. Toda la secuencia es soberbia, en su sucesión de recitativo –E Sara in questi orribili momenti–, aria –Vivi, ingrato– y cabaletta –Quel sangue versato– y pide a la soprano un esfuerzo descomunal.
Donizetti ofrece magníficos momentos en 'Roberto Devereux' y, en 'Anna Bolena', su sentido del ritmo dramático
Para Elisabetta se precisa sin duda una soprano fenomenal en la línea de su creadora, Giuseppina Ronzi de Begnis. Yolanda Auyanet, soprano lírica con hechuras, defenderá la parte en estas representaciones sevillanas.
Es artista y sirve con gran dignidad este tipo de papeles a falta de una mayor robustez. Devereux está escrito para un tenor lírico o lírico-ligero. Ismael Jordi, ya bien asentado, será aquí su valedor. Sara requiere una mezzo lírica de buena línea y amplia extensión. En Sevilla será cantada por la infalible Nancy Fabiola Herrera. El veterano y experimentado Franco Vasallo será Nottingham.
El bajo auténtico Javier Castañeda dará vida a Raleigh y el barítono Ricardo Llamas, a un paje y a un familiar. El foso estará gobernado por el siempre seguro y flexible, experimentado en este repertorio, Yves Abel. Y la escena por Alessandro Talevi. Es una producción de la National Opera Wells que se pudo ver en el Teatro Real en 2015. Una enorme araña simboliza el poder ofendido de la Reina.
Apoyado en el juego de grandes voces encabezadas por la gran soprano dramática de agilidad Giuditta Pasta, Donizetti buscó y consiguió individualizar los diversos caracteres de Anna Bolena y obtener así, en palabras de Giuseppe Mazzini, citadas por Paolo Fabbri, una suerte de “epopeya musical, una tragedia histórica”. Para ello hizo uso de su sentido del ritmo dramático, del dominio de las articulaciones grandes y pequeñas, estrechamente ligadas entre sí, estratégicas aceleraciones o retenciones. La oscura y penumbrosa atmósfera, el frecuente empleo de tonos menores, contribuye a dar ese toque ominoso y a veces lúgubre que anticipa en buena medida los clímax pavorosos de la ultrarromántica Lucia di Lammermoor de 1835.
Donizetti explotó los grandes valores de la Pasta, su metal, su hábil coloratura, su extensión. La voz, se cuenta que en ocasiones algo áspera, era la que podía dar vida y realce a páginas soberanas como las que componen también aquí la magna escena final, con sus diversos episodios. En el primero, el cantabile Al dolce guidami, en Fa mayor y 2/4, los estratégicos rallentandi y el timbre obsesivo del oboe, que abre paso al canto, contribuyen a forjar un pasaje en el que los fonemas vienen a ser sonidos abstractos, ajenos a cualquier significación. Siguen un maestoso y un nuevo cantabile. La cabaletta final, Coppia iniqua, Moderato en Mi bemol mayor y 3/4, es un número de bravura en el que se ubica un pasaje a base de trinos cresciuti, aquellos que suben por escalones.
Será la albanesa Joyce El-Khoury la que dé vida a la soberana. Es un voz amplia, timbrada. Sorprenderá a más de uno. A su lado aparecen el Enrico VIII del sólido bajo Marko Mimica; el fácil y resonante tenor, hoy ya lírico, Celso Albelo (Percy) y la robusta mezzo Marina Pinchuk (Smeton). Completan el reparto el bajo José Manuel Díaz (Rochefort) y el tenor Josep Fadó (Hervey). Con la batuta estará Jordi Bernàcer, que se las sabe casi todas en esta clase de obras. La escena es de Stefano Mazzonis di Pralafera, fallecido en 2021. Se trata de una producción de la ABAO, de la Ópera de Valonia-Lieja y de la Ópera de Lausana. Representaciones los días 19, 22, 25 y 28 de noviembre.