No en demasiadas ocasiones se tiene la oportunidad de contemplar en una sola función las tres óperas que constituyen el célebre Trittico de Giacomo Puccini, estrenado el 14 de diciembre de 1918 en el Metropolitan de Nueva York. No hay duda de que Il tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi son una muestra más de las capacidades singulares del compositor de Lucca, que supo amalgamar tres obras tan diferentes bajo el mismo paraguas, el propio de un verismo evolucionado y estilizado, y al tiempo dar a cada una de ellas la singularidad que necesitaba.
El proyecto de crear un espectáculo integrado por tres óperas breves parece que surgió en la mente de Puccini al tiempo que escribía la partitura de Tosca (1899-1900). Otros compromisos y la oposición del editor Giulio Ricordi, nada amigo de la aventura, pospusieron la iniciativa. Una vez muerto Ricordi, el músico vio en París una pieza realista de Didier Gold, La Houppelande, de la que quedó prendado. Todo esto le animó de nuevo a componer Il tabarro, historia que Giuseppe Adami articuló en el libreto.
Los otros dos sujetos tardaron en llegar. Solo después de estrenar La Rondine y acabar Il tabarro, encontró la solución en la pluma del dramaturgo Giovanni Forzano, que propuso al músico dos asuntos originales: Suor Angelica y Gianni Schicchi, esta inspirada en algunos momentos de la Divina Comedia de Dante ('El Infierno', XXX/28-45). La razón de que las tres óperas se estrenaran en el Met (donde había visto ya la luz La fanciulla del West en 1910) vino dada por la dramática situación que vivía Europa, inmersa en plena Guerra Mundial.
Repartos de gran altura afrontarán el desafío, con Ambrogio Maestri, Brandon Jovanovich, Lise Davidsen...
Il tabarro (El capote) es obra oscura, dotada de una lóbrega y pesada orquestación, como requiere el tema centrado en las figuras de Michele, dueño de una gabarra; Giorgetta, su mujer; y Luigi, amante de esta, al que, tras asesinarlo, Michele envolverá precisamente en esa prenda. El único acto se divide en cuatro secciones. En la tercera tiene lugar el apasionado dúo de los amantes, a ritmo de berceuse. La cuarta alberga el soberbio monólogo de Michele, sostenido por el ostinato de la fatalidad.
De muy otro cariz es Suor Angelica, donde todo es diáfano y bien sonante, envuelto en lo que podría llamarse una “estilización religiosa” en palabras de Piotr Kaminski. Hay que destacar en su desarrollo, que discurre sobre diálogos de las monjas, la presencia de la Zia Principessa, único gran papel pucciniano para voz femenina grave. Su dúo con Angelica posee enorme fuerza. Los musicólogos han destacado siempre la utilización en este instante del intervalo de quinta descendente. El aria final de la monja es una página magistral, que se cierra con un La agudo en pianísimo. El milagro postrero, con la aparición de la Virgen de la mano del hijo de Suor Angelica, es lo más flojo de la historia.
Gianni Schicchi es una chispeante comedia con moraleja incluida, en la que la figura del avispado Schicchi, un fresco redomado, y muy listo, se erige en auténtico hacedor al suplir al ya fallecido Buoso Donati y dictar, como moribundo, un testamento en el que lega toda la riqueza del ricacho a él mismo ante el chasco de los avariciosos pretendidos herederos.
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La música, fluida, cuajada de ritmos nerviosos, de una teatralidad extraordinaria, de una delicadeza y mordiente sensacionales, solo tiene un par de instantes de quietud: las arias de Lauretta, hija de Schicchi, y Rinuccio, su enamorado. La primera es la muy conocida O mio babbino caro (Oh, papaíto querido). No es raro que con frecuencia se haya puesto en relación esta ópera cómica con Falstaff, última ópera de Verdi. La gracia, el ritmo casi cinematográfico que el músico supo imprimir a esta farsa facilitan la conexión.
Cantar estas tres óperas no es nada fácil a pesar de la facilidad de Puccini para el tratamiento de las voces. Los más grandes intérpretes del momento intervinieron en el estreno: Claudia Muzio, Luigi Montesanto, Geraldine Farrar, Giuseppe de Luca, Florence Easton… En el Liceo, a partir de este domingo, se anuncian repartos de mucha altura: Ambrogio Maestri, barítono lírico, gran caricato, versátil y expresivo (Tabarro y Schicchi); Brandon Jovanovich, tenor en alza, de buen caudal (Tabarro); Lise Davidsen, gran soprano spinto, de penetrante sonoridad (Tabarro); Ermonela Jaho, soprano lírica intensa y gran actriz (Suor Angelica); Daniella Barcellona, mezzo tonante y oscura (Suor Angelica); Ruth Iniesta, espejeante y luminosa soprano (Schicchi)… Buenos secundarios, batuta solvente, la de la finlandesa Susanna Mälkki, y puesta en escena de la Bayerische Oper firmada por la imaginativa (también discutida) Lotte de Beer, que desarrolla la acción en un espacio de paredes curvas. La idea de la muerte planea sobre todo el espectáculo.