Llega al escenario del Teatro Real uno de los títulos emblemáticos del operismo romántico, La sonnambula de Bellini (1831). Solo que Bárbara Lluch, la directora de escena, apuesta por “un lúcido toque moderno y feminista”, que trae como consecuencia que al final de la ópera Amina rechace a Elvino: esta no se ha olvidado de que él la repudió al creer que se había citado con el Conde Rodolfo. Entonces no se sabía que la joven era sonámbula.
La sonnambula es ópera de un encanto indiscutible, de unos valores melódicos y expresivos de primer orden, aunque en ella, y en eso están de acuerdo muchos autores, se perciban las limitaciones musicales y aun la falta de preparación de su autor. Lo curioso es que, por encima de ellas, el canto, en su expresión más alta, consigue brillar y llegar al corazón del oyente.
Los problemas de Bellini a la hora de armonizar eran evidentes. Lo resaltaba el compositor y musicólogo Adrian de La Fage: “Ved en qué consiste el mérito de estas ideas melódicas: en un pensamiento único de ocho, de cuatro, de dos compases, que ordinariamente no recibirá ni complemento ni desarrollo; permanecerá desnuda, aislada, sin más punto de apoyo que las palabras que la han inspirado (…) El compositor sólo se ha separado del oyente por medio de un cristal transparente que, sin producir alteración alguna, sin aumento ni disminución, deja sencillamente brillar a la música con su propio resplandor”.
Frente a esta opinión un tanto severa, que no desconoce cualidades positivas, Arthur Pougin –autor de uno de los primeros libros sobre Verdi– decía en el nº 95 de la revista Crónica de la Música de 15 de julio de 1880 que no admitía el cargo de trivialidad dirigido a Bellini y que la crítica de De La Fage era más defendible después, cuando elogiaba la sensibilidad de la que están impregnados los cantos del compositor. Si vamos a la naturaleza de la concepción teatral, la de esta obra es todavía la del rechazo de una inmediata y demasiado fiel adhesión al texto, que es solamente una base para que la voz circule libremente más allá de las reglas de la lógica y de la dramaturgia consistente.
En la obra todo mana con una fluidez que no es de este mundo. Como se ha dicho, “lo que late es el amor, esa es la base del genio del músico”
Todo mana con una fluidez que no es de este mundo. Pero, hay que apuntarlo, como más de una vez se ha dicho, en el fondo de la música de Bellini “lo que late es el amor; esa es la base del genio del músico”, afirmaba Blaze de Bury en sus Musiciens Contemporains, que establecía una clara diferencia con Rossini: mientras este “hace el amor, Bellini ama”. Aspectos que destacaba en un espléndido trabajo el llorado Santiago Salaverri, un enamorado de esta acariciadora música. ¿Hay algo más bello y entrañable que el dúo del primer acto Prendi, l’anel ti dono?
Estas virtudes, reconocibles en medio de la simplicidad de la anécdota y de la armonía, han de ser servidas con la finura y musicalidad exigibles, para lo que hace falta una compañía de canto muy especializada. En las catorce representaciones anunciadas (a partir del 15 de diciembre) se barajan una serie de voces muy aptas para el cometido.
[Romeo y Julieta, en versión Bellini]
Las dos Aminas son dos sopanos lírico ligeras de indudable clase y medios: Nadine Sierra, clara, refinada, firme y siempre con ideas sorprendentes; y Jessica Pratt, de timbre plateado y extensión probada, buena fraseadora. Elvino se lo reparten tres tenores del mismo carácter: Xavier Anduaga, que da un paso más en su carrera en busca de la madurez; Lawrence Brownlee, virtuoso de la agilidad y de la coloratura precisa y juego aéreo superior, y Francesco Demuro, menos rutilante y de timbre menos rico.
Los demás personajes serán bien servidos. El Conde Rodolfo, por ejemplo, estará en las voces de bajo-cantante de sólido oficio, habituales en el Real: Roberto Tagliavini y Fernando Radó. Artistas conocidos y cumplidores cantarán las partes secundarias: Rocío Pérez, Serena Saénz, Isaac Galán, Monica Bacelli y Gemma Coma-Alabert. La competente batuta, siempre elástica y respetuosa, de Maurizio Benini concertará las funciones.