Decir hoy Hopkinson Smith es decir conocimiento, estilo, habilidad y fidelidad. El laudista norteamericano, que acaba de cumplir 76 años y parece encontrarse todavía en plenitud (para tocar, para aprender –aún–, para enseñar y para sorprender), ha tenido una larguísima carrera desde que se graduó con los máximos honores en la Universidad de Harvard (con una tesis sobre las pavanas del inglés de los siglos XVI y XVII Daniel Bacheler). En 1973 dio el salto a Europa para estudiar nada menos que con el español Emilio Pujol y más tarde con Eugen Dombois, dos personalidades que marcan indeleblemente.
Y más en alguien tan capaz de absorber conocimientos como nuestro laudista, que enseguida tomó contacto con el por entonces creciente Jordi Savall y participó en la creación del famoso conjunto de música antigua Hespèrion XX. Fueron años provechosos, de aprendizaje, práctica y severo trabajo. Poco a poco Smith fue buscando y encontrando su propio camino, ampliando su repertorio y su base de experimentación. Se metió de lleno en la interpretación de otros instrumentos de cuerda pulsada: vihuela, tiorba, guitarras renacentistas y barrocas y, por supuesto, todo tipo de laúdes.
Tenía base suficiente para desplegar su arte, su técnica, su original visión de los distintos repertorios tejiendo una extraordinaria red de grabaciones individuales que han marcado época. Entre ellas, una tan singular como la que trasladaba al laúd las Sonatas y partitas para violín solo de Bach. Un atrevimiento que fue coronado por los especialistas y colocado en lo más alto. Se recuerda siempre el juicio emitido por la revista Gramophone: “Posiblemente lo mejor que se pueda comprar de estas obras en cualquier instrumento”. Que ya es decir.
[Jordi Savall, la música como memoria, justicia y civilización]
Smith, que vive desde hace muchos años en Basilea y enseña en la célebre Schola Cantorum, sigue muy activo y da conciertos y clases magistrales por todo el mundo. En breve lo vamos a tener en Madrid (15 de enero) ya que es una de las figuras que engalanan la cuarta temporada del Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes, que se viene desarrollando en el Teatro Fernando de Rojas. Después de la magnífica pianista Yulianna Avdeeva, le toca el turno a él.
Los buenos catadores de la música para laúd podrán solazarse ampliamente con su actuación, máxime cuando esta va a desarrollar un programa verdaderamente atractivo (titulado Música italiana y española para cuerda pulsada de las primeras fuentes. Alla spagnola, alla venetiana) y, en buena parte, novedoso. Se centra en la música de dos laudistas italianos, compositores de la época de la frótola (canción polifónica italiana de los siglos XV y XVI, precursora del madrigal), Joan Ambrosio Dalza (segunda mitad del siglo XV-1508) y Francesco Spinacino (1485-c. 1550). Junto a ellos, el español, más popular, Luis de Milán (c. 1500-c. 1561).
Hay ancho campo para el lucimiento dadas las características de las composiciones, en buena parte poco conocidas (y poco tocadas, claro). De Dalza se escucharán ocho piezas variadas; de Spinacino seis recercari y de Milán cuatro pavanas.