Poco a poco, el adusto, tímido y austero Grigori Sokolov ha ido haciéndose un sitio en los corazones de nuestra filarmonía. Visita España desde hace lustros con asiduidad e incluso pasa parte del año en Andalucía desde hace algún tiempo. La primera actuación suya en nuestro país se remonta a 1986. Su frecuente presencia en el ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo ha permitido al aficionado madrileño penetrar en su peculiar estilo pianístico.
Ilustres estudiosos del piano y de sus intérpretes, como el estadounidense Harold Charles Schonberg y el italiano Piero Rattalino, no lo han tenido precisamente en cuenta a la hora de analizar el arte de los mejores. Pero Sokolov es un pianista sensacional, que reúne cualidades de excepción tras esa su apariencia tan poco atractiva.
El programa anunciado en Valencia (este sábado), Madrid (Scherzo, día 27) y Barcelona (día 7) viene conformado en su primera parte por una serie de piezas para clavecín de Henry Purcell, compositor al que siempre se ha relacionado con sus obras escénicas, pasticcios, masques, fiestas musicales o su única ópera, Dido y Eneas, o con sus célebres anthems.
Su frecuente presencia en el ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo ha permitido al aficionado madrileño penetrar en su peculiar estilo pianístico
El arte, a veces tan afiligranado, del pianista podrá ser admirado en toda su dimensión en su acercamiento a esas insólitas partituras, aunque lo haga desde un piano moderno. Entre ellas, tres de las ocho suites del músico inglés. La Nº 2 en sol menor es una de las mejores. Obra que puede ser considerada verdaderamente apasionada a lo largo de sus cuatro movimientos, que suelen ser los mismos casi en todos los casos: Prelude, Almand, Corant y Saraband. Un esquema del que se sale, sin embargo, la Suite nº 7.
Las suites, junto a un gran número de partituras del más diverso tipo, varias de las cuales figuran en este recital, fueron publicadas póstumamente por la viuda del compositor en un volumen titulado A choice collection of lessons for the harpsichord or spinnet en 1696. El musicólogo Howard Ferguson destacaba la inspiración de muchas de ellas, desde minuetos, melodías cantables de dieciséis compases hasta los grounds intensamente expresivos, como el Ground in Gamut en sol mayor Z 645, que aparece en el concierto y en el que el compositor inglés vertió alguna de sus mejores ideas.
[La exquisita ración anual de Sokolov]
En la segunda parte del recital, dos magníficas obras de Mozart. De un lado, la Sonata nº 13 en si bemol mayor, KV 333 (315c), la última de la llamada serie parisina. Brío, elegancia y profundidad a partes iguales caracterizan a una composición que vuelve a mostrar la influencia en el músico de Johann Christian Bach, sobre todo en el impetuoso primer movimiento y en el Allegretto grazioso.
Y para rematar su actuación, que se prolongará con los habituales seis bises que acostumbra a regalar, el pianista dará buena cuenta del sublime Adagio en Si menor KV 540. Para Alfred Einstein, es una de las más sentidas, más perfectas y más desesperadas obras salidas de la pluma del salzburgués “en una hora bendita y trágica al tiempo”.