Ibermúsica nos trae el 28 de febrero a la Filarmónica de Londres, fundada en 1932 por el insigne y siempre sorprendente sir Thomas Beecham, que estuvo a su frente hasta 1939. Luego se situaron en su podio maestros de la talla de Eduard van Beinum, Sir Adrian Boult, William Steinberg, John Pritchard, Bernard Haitink, Sir Georg Solti, Klaus Tennstedt, Vladimir Jurowski y Yannick Nézet-Seguin. En la actualidad el titular, desde 2021, es Edward Gardner, con quien actuará en Madrid.
Recordemos que esta formación londinense estrenó, entre otras cosas, las Sinfonías Pastoral (1922) y nº 5 (1943) de Vaughan Williams; el Concierto para cuarteto de cuerda y orquesta de Martinu (1932); Our hunting fathers de Britten (1936); A child of our time de Tippett (1944); English Dances de Arnold (1952); Paroles tristes de Lutoslawski (1965); The rising of the moon de Maw (1972), y For Ophelia de De Banfield (1977). Edward Gardner (Gloucester, 1974) es un director pausado, sereno, elegante, que sigue la tradición inglesa y que ha ido escalando puestos muy lenta pero muy firmemente desde sus primeros pasos como director de coro y su aprendizaje en el King’s College.
Más tarde fue ayudante de Michael Gielen en Salzburgo y asistente de Mark Elder en la Orquesta Hallé. En 2006 fue nombrado titular de la English National Opera. En la actualidad es titular, además de la Filarmónica londinense, de la Filarmónica de Bergen y de la Ópera y Ballet de Noruega.
Gardner es un clásico en la interpretación de la música sinfónica inglesa, que no tiene secretos para él
Músico muy bragado, como se puede apreciar, que se sitúa ante la orquesta con pie firme y batuta elástica, con movimientos muy armoniosos. A la manera de un Simon Rattle, por ejemplo. Gesto serio, rostro expresivamente contenido. Deja fluir la música sin prisas, de manera muy natural con ligeros movimientos de una cabeza coronada por un cabello plateado. Sabe explicarse con claridad ante los músicos, que le siguen muy atentos y gustosos. No es amigo de innecesarias aceleraciones, de tempi en exceso rápidos. Se ha hecho un clásico en la interpretación de la mejor música sinfónica inglesa, que no tiene secretos para él.
Como tampoco la literatura romántica más reconocida empezando por Beethoven y terminando por Bruckner. Sabe cantar y diferenciar planos. De ahí que aguardemos con interés su interpretación de una sinfonía como la Séptima de Dvorák, que abre su concierto madrileño. Una composición majestuosa, de amplio aliento, en la que el músico bohemio siguió en buena parte la estética ‘brahmsiana’ en sus diseños, en su construcción y en sus temas, aunque estos no disimulen su procedencia checa.
El concierto se remata con las célebres Variaciones Enigma de Elgar, un plato siempre atrayente por su belleza temática, su ordenada construcción, su variedad de registros y de texturas. Pieza idónea para el lucimiento de un director y de una formación sinfónica. Gardner es además un buen orador.