Soto del Real, Alcalá Meco… Son cárceles de la Comunidad de Madrid en las que ha estado recientemente Antonio López. “Fui a dar charlas sobre mi vocación, sobre mi trabajo. ¿De qué iba hablar si no? Creo que pueden ser de ayuda a gente en esa situación. Para mí, fue una experiencia estupenda”, explica el pintor y escultor manchego a El Cultural, siempre llano, corriente y sin rastro de ínfula alguna. Tan positiva le resultó aquella inmersión entre los reclusos que incluso llegó a proponer talleres de duración más prolongada pero al final las autoridades penitenciarias desestimaron la moción. “No sé muy bien por qué, crearía algún tipo de conflicto…”. El caso es que López ahora vuelve a meterse entre rejas, y su compañero de celda es nada menos que Franz Schubert.
Un llamativo emparejamiento que nace del inquieto magín de Víctor García de Gomar, director artístico del Liceu, que se ha propuesto potenciar el maridaje entre las artes plásticas y la música. En ese esfuerzo se inscriben, por ejemplo, la incursión –incruenta y límpida– de Jaume Plensa en el último montaje de Macbeth y el desembarco del poderío performático de Marina Abramovic invocando Las siete muertes de Maria Callas.
A estas dos potentes iniciativas hay que añadir la idea de combinar El viaje de invierno (Winterreise) del compositor germano, un ciclo conformado por un total de 24 lieder que compuso en su último año de vida, con la obra del referente máximo del realismo español. Una idea coronada con el hecho de cristalizar la alianza en un espacio tan cargado de significación histórica como La Modelo, levantada a finales del siglo XIX conforme al modelo circular (panóptico) acuñado por el filósofo y jurista Jeremy Bentham.
Entre López y Cruise
En una de sus galerías será donde se consume, los días 23, 24 y 25, dentro del Barcelona Obertura Spring Festival, la interpretación de Viaje de invierno, el testamento artístico de Schubert, escrito sobre los poemas de Wilhelm Müller. Un hito, en fin, del romanticismo germano que incide en la figura del caminante errabundo y desclasado. Los encargados de ejecutarlo serán, por cierto, el barítono Benjamin Appl y el pianista James Baillieu.
Sobre ellos habrá una pantalla de dos metros por seis en la que se proyectará la videocreación de Tal Rosner confeccionada con imágenes de pinturas y esculturas de Antonio López. Todos estos ingredientes estarán orquestados por la ascendente regista Bárbara Lluch, que hace unos pocos meses nos proponía en el Teatro Real una relectura feminista de la Sonámbula de Bellini.
“Schubert nunca se planteó que sus impresionantes canciones debieran ser ilustradas. Pero puede ser buena idea”. A. López
“Cuando me lo propuso Víctor [García de Gomar], me lancé de cabeza. Siempre he tenido una profunda admiración por Antonio López. De hecho, los dos hombres que más ilusión me hacía conocer eran él y Tom Cruise”, apunta entre risas Lluch. Ahora ya sólo le queda ‘entrevistarse’ con el aviador icónico de Top Gun porque con el artista de Tomelloso ya ha disfrutado de la conversación presencial, cara a cara, gracias a este ‘viaje’ al centro penitenciario. “Es una persona ejemplar: todo generosidad y humildad. Me dijo: ‘Tienes toda mi obra a tu disposición para lo que necesites. Ponla al servicio de tu voz’”.
La regista tenía un reto complejo enfrente. “Lo cierto es que el Winterreise y Antonio López representan posiciones vitales y artísticas contrapuestas. Schubert es oscuro, reconcentrado y melancólico. López, por el contrario, es luz y paisajes abiertos. Tenía que encontrar un punto de conexión entre ambos y este fue, al final, la propia cárcel”, señala Lluch. En su ‘relato’, presenta un periplo existencial pautado por el impepinable trazado biológico desde el nacimiento hasta la muerte.
Lo ilustra con retratos de bebés y adolescentes en una primera instancia, y luego avanza hacia cuerpos avejentados. Material de ese tipo, claro, no le faltaba en el repertorio pictórico y escultórico del concienzudo retratista de la Gran Vía. Y de él ha tirado para ensamblar una narración visual.
Lluch articula una especie de ensoñación, un hábitat onírico. El de los presidiarios que, acaso, desde su encierro, recapitulaban sobre su propia vida. A través de la imágenes, entre las que también se incluyen paisajes y bodegones, evocan la naturaleza exterior, el anhelo de recuperar la libertad perdida. La propuesta, además, tiene otra pata, ya que en una galería diferente a la del concierto también se expondrán algunas piezas físicas Antonio López.
“No quiero desvelar mucho pero, claro, tendrá relación con lo que se ha visto en el concierto”, avanza, con cautela, Lluch. Los ingredientes, desde luego, no pueden ser más sugerentes, más ahora que el presidio barcelonés, situado a escasos metros de la estación de Sants, está tan en boga gracias sobre todo a la película de Alberto Rodríguez Modelo 77, que recuerda la lucha por los derechos de los reclusos en plena Transición.
“Yo creo que Schubert nunca pensó que sus impresionantes canciones debieran ser ilustradas. Ni yo tampoco me he planteado nunca pintar para la escena, como sí hizo por ejemplo en su día Picasso para los Ballets Rusos. Pero creo que todo esto puede ser una buena idea, siempre y cuando se hilvane bien todo, y dejando claro que lo principal es la música de Schubert y la propia cárcel”, señala López, siempre desde el plano de la modestia. “Los demás incorporamos cosas para acompañar. No debemos ni significarnos ni prevalecer. Hacerlo, creo, sería un error. No creo que suceda, porque son manos expertas las que están detrás”.