El granadino José Ignacio Lapido es toda una institución musical en España. No lo verán en las listas de música fast food de las plataformas, pero muchos lo consideran un “maestro” y “músico de músicos”. A sus espaldas, una larga trayectoria que comenzó con sus paisanos de 091, donde era guitarrista, y que continuó en 1999 ya en solitario.
Después de un silencio discográfico de seis años, el compositor, intérprete y cantante acaba de publicar A primera sangre, su noveno álbum como Lapido, un conjunto de canciones gestadas a partir de 2020, con el tiempo para la introspección que nos concedió (por sacarle algo positivo) la pandemia.
En este nuevo trabajo se aprecia mejor que nunca su bagaje de influencias musicales procedentes de ese gran abrevadero hoy llamado americana music, del blues al folk, pasando por el rock and roll primigenio y el country. Y en lo literario, estrofas que hablan del paso del tiempo y de la muerte, pero también de la alegría de estar vivo.
Pregunta. ¿Qué sensaciones o pensamientos le produce este disco una vez terminado?
Respuesta. No sabría decirte en qué porcentaje el resultado se acerca al ideal que yo tenía en la cabeza, pero todos los que estábamos involucrados en la grabación salimos realmente satisfechos de la primera escucha que hicimos en el estudio. Se reflejaba en nuestras caras: teníamos una sonrisa de felicidad porque comprobamos que se acercaba bastante a lo que todos pretendíamos. Yo no puedo estar más satisfecho. Es un clásico decir que lo último que hace uno es lo mejor que ha hecho en toda su carrera. Yo no quiero caer en ese tópico, pero no podría pedir un nivel de excelencia mayor que el que hemos logrado.
P. Comenzó a escribir este conjunto de canciones en 2020. ¿Qué peso ha tenido la pandemia en su composición?
R. Por una parte, ha hecho que tenga más tiempo para meditar las canciones. Y en el plano creativo, aunque no hay ninguna canción que describa directamente lo que hemos sufrido con la pandemia, es innegable que todo lo que sucede a tu alrededor se mete en tu cerebro e inconscientemente le vas dando vueltas hasta que en el momento de hacer una canción pones orden en ese caos. Qué duda cabe de que la pandemia vino arrasando, como dice el título de una de las canciones del disco, con todos los planes que teníamos y esparciendo por todo el mundo un manto de dolor, de sufrimiento y de cosas inesperadas.
P. ¿Cuáles diría que son los temas principales que tratan las letras de este disco?
R. En mis canciones son recurrentes algunos temas como el paso del tiempo, las reflexiones sobre el presente, sobre el sentido de la vida… Parto de la certeza (y tengo pocas en la vida) de que uno tiene que hacer las canciones que le tocan por su edad. Digo esto porque normalmente se tiende o se ha tendido a relacionar el rock con la juventud. Eso viene de los inicios del género, pero han pasado muchas décadas y hay que enfrentarse al rock como un género clásico, como pueden serlo el jazz o el blues. Nadie va a un concierto de estos estilos y se pregunta por la edad del intérprete o si ha estado en las listas de ventas, simplemente va a disfrutar del arte de ese artista. El rock debería disfrutarse sin el sesgo generacional.
En los discos que he hecho, conforme va pasando el tiempo, hablo de los temas que me corresponden. Podría seguir hablando de la noche y de los bares, pero me siento más a gusto hablando del paso del tiempo o de la muerte, un tema que no toca mucho la música pop y que trata, por ejemplo, la canción que abre el disco, “Curados de espanto”. Se habla de ella desde el punto de vista de alguien consciente de que se acerca el momento, pero que celebra todo lo vivido.
P. Hay mucho peso en este álbum, como en toda su carrera, de ese gran paraguas llamado americana, donde confluyen el blues, el rock, el folk y el country.
R. Esa es mi escuela, y la de cualquiera que haga rock. Todo proviene del blues, después vino el rock and roll, en los 60 hubo una especie de cantes de ida y vuelta de los jóvenes británicos de 20 años que retomaron la herencia del blues y el rhythm and blues americano y devolvieron a los grupos jóvenes americanos sus propios artistas que tenían olvidados. De todo eso me nutrí yo.
Creo que la música que oyes y los libros que lees cuando eres muy joven son los que más profundamente te marcan. Yo escuchaba mucho de joven a los Creedence, a los Beatles, a Elvis, a Chuck Berry. Luego uno intenta desarrollar su propia voz creativa, y es un empeño que tengo desde que empecé a escribir canciones.
P. Si uno lee la letra de las canciones más escuchadas hoy, la mayoría de ellas son simplonas, pueriles y en algunos casos ni siquiera respetan la gramática básica. En su caso, ¿intenta que las letras aguanten por sí mismas una lectura sin música, que tengan cierto valor literario?
R. Ese es un debate que suelo tener a menudo, si hay o no poesía en la letra de una canción. Platón decía que no había poesía sin música, porque en su época la buena poesía era la que podía ser cantada. Pero una canción y un poema son cosas distintas. Una canción debe adaptarse a la melodía y a una base rítmica determinada. A veces una canción te suena bien pero al trasladarla al papel queda pobre. Pero aun así una canción que poéticamente no tiene un gran valor puede tener un gran valor expresivo como canción. En mi caso soy consciente de que mis letras tienen un poso poético, pero intento que haya un equilibrio entre el fondo y la forma. Para mí es muy importante que la letra no esté forzada, no meter más sílabas de la cuenta para encajar una metáfora.
"No hay ningún poeta vivo que tenga la influencia que ha tenido Bob Dylan, no solo en los escritores de canciones, sino también en los poetas"
P. Siguiendo con el tema de poesía y música, ¿qué le pareció que le dieran el Nobel de Literatura a Bob Dylan? Por cierto, estará en Granada en junio. ¿Es fan suyo? ¿Irá a verle?
R. Sí, iré al concierto. No soy de esos fans que se lo perdonan todo, yo soy crítico con algunas de sus obras, pero sí, desde muy joven he creído que es la cumbre de los letristas de rock. Yo viví aquel momento con satisfacción, aunque hubo mucha polémica. Desde el mundo literario hubo muchas críticas a la Academia Sueca, pero yo creo que no hay ningún poeta vivo que tenga la influencia que ha tenido Dylan no solo en los escritores de canciones, sino también en los poetas. Muchos sintieron el impulso de escribir por la influencia de las letras de Dylan, más que de Verlaine, Baudelaire o San Juan de la Cruz.
P. Ya que hablamos de influencias, ¿puede citar algunos escritores y músicos que hayan sido importantes para usted?
R. Las cosas de las que uno se alimenta en la juventud, culturalmente hablando, son las que perduran más. Los autores que fueron fundamentales a la hora de aficionarme a la literatura son Kafka, Borges, el Lorca más surrealista, incluso San Juan de la Cruz, los simbolistas franceses, Walt Whitman.
P. Muchos poetas.
R. También muchos autores de novelas. Tuve una época en la que fui muy aficionado a Poe y Lovecraft, también a autores de novela negra como Dashiell Hammett o Chester Himes. Aunque su literatura no se vea directamente reflejada en mis letras, creo que sí me han influido a la hora de escribir, sobre todo el empleo de frases cortas y certeras. Eso viene muy bien para la economía de medios que exige una canción.
P. ¿Y en el plano musical?
R. Infinidad de influencias: los Beatles, la gente del primer rock and roll como Bo Diddley, Little Richard, Chuck Berry; clásicos británicos como los Who, los Kinks —Ray Davis creo que es un maestro de compositores—; los Creedence… También me influyeron mucho los grupos del punk y la new wave, que surgieron cuando yo empezaba a tocar: los Clash, los Sex Pistols, los Ramones… Generacionalmente me tocó mucho y me animó mucho a dedicarme a esto.
P. ¿Cuánto ha cambiado la industria musical desde que usted empezó hasta hoy?
R. Han cambiado muchas cosas, evidentemente. Yo empecé a grabar discos cuando no había internet y la forma de acceder a la música era ir a las tiendas de discos, que prácticamente han desparecido, o la radio, que fue un medio primordial de difusión del rock. Con el tiempo han ido desapareciendo los formatos físicos y la forma de comunicar los nuevos lanzamientos, que ahora se hace a través de las plataformas más que por la radio.
Con estos cambios radicales muchas compañías han desaparecido. Las grandes se han juntado y ya solo quedan tres majors. Creo que todo eso ha ido en contra de los intereses de los músicos. Las grandes multinacionales ya apenas tienen que invertir en fábricas, porque el producto ya no es físico, sino archivos sonoros, pero siguen pagándole la misma miseria a los músicos. Llegan a acuerdos con las plataformas de streaming para repartirse los beneficios de tal forma que a los músicos le llegan las migajas. Eso si les llegan, porque imagínate el catálogo que pueden tener las multinacionales de todas las compañías pequeñas que han ido absorbiendo a lo largo de los años en todo el mundo, de artistas que no reclaman sus regalías porque desconocen este nuevo mundo. La cantidad de millones que se embolsan. Al público le viene bien porque tiene un acceso ilimitado a la música, pero creo que habría que llegar a un acuerdo para una justa retribución de los músicos.
P. Y en ese nuevo paradigma, usted sigue autoproduciéndose contra viento y marea.
R. Sí, formo parte de la última aldea gala. En el año 2005 me busqué una salida profesional fundando mi propio sello, Pentatonia Records, que funciona entre María del Mar, mi mujer, y yo. Es una forma de dar salida a mi inquietud artística y te da pie como mucho a recuperar la inversión, pero te permite sacar el disco cuando tú quieras y sabes que no vas a tener interferencias ajenas. Es un trabajo arduo y exige muchas horas además del trabajo artístico, pero la satisfacción es mayor cuando ves el disco editado.
P. ¿Por qué cree que Granada lleva tanto tiempo siendo una cantera musical tan importante?
R. En principio lo achaco a que ha habido tradición. Las primeras canciones de las que tengo memoria son de Los Ángeles, que tuvieron mucho éxito a finales de los sesenta, y de Miguel Ríos. “Vuelvo a Granada” es de cuando yo tenía unos seis años y sonaba en la radio. En Granada son dos instituciones. Cuando empiezas a aficionarte a la música y ves que hay gente que se ha profesionalizado y ha tenido éxito, sirve como estímulo. A finales de los 70, cuando yo empecé a tocar, había un vacío, no había grandes artistas de Granada que sonaran a nivel nacional. Nosotros no es que tuviéramos un gran éxito, pero la gente con la que nos cruzábamos en la calle y en los bares sabía que estábamos tocando fuera y que sacábamos discos. Todo eso servía de estímulo, las bandas de entonces y las que han venido después hemos coincidido en garitos, hemos estado unos en los conciertos de otros y todo eso crea escuela. Las bandas que surgen tienen un espejo en el que mirarse, y eso está bien.
P. ¿Sigue conectado a las nuevas generaciones de este tipo de rock de autor en España?
R. Sí, la curiosidad no se debe perder. No soy un buscador de novedades, pero cuando me llegan las aprecio. Hay artistas nuevos artistas que me gustan mucho. Por ejemplo, en Granada hay un grupo que se llama Elemento Desierto. Son de la parte de Guadix, que linda con el desierto de Tavernas y hacen una psicodelia que encaja muy bien con ese paisaje. Hay otro grupo muy joven que se llama Fixed Trio que hacen un blues de la vieja escuela pero con un ramalazo moderno. Y fuera de Granada me gusta mucho un tipo joven en Málaga que se llama Nacho Sarria que está grabando un disco nuevo y me parece muy válido, y en Sevilla está Chencho Fernández que también escribe muy bien.
P. ¿Tiene más planes con 091?
R. Sí, tenemos algunos conciertos programados para este verano. Tuvimos la mala suerte de que sacamos a finales de 2019 nuestro disco de regreso después de 20 años y justo después llegó la pandemia y tuvimos que cancelar algunos conciertos de la gira de presentación. Así que la idea es seguir. Alternaré las dos carreras según se vayan dando las cosas.