La magia de los festivales (obviemos por un segundo lo malo, que en Madrid es, principalmente, conseguir llegar y conseguir salir) es que uno puede disfrutar de conciertazos a los que no habría ido ex profeso. Fue el caso de Robbie Williams en la primera jornada de Mad Cool. El músico británico está celebrando 25 años de carrera en solitario y en su actuación de anoche se metió a todo el festival en el bolsillo, con esa sonrisa pícara irresistible y convirtiendo el concierto en "una terapia para mí, un entretenimiento para vosotros".
El espectáculo fue una mezcla de concierto apoteósico y monólogo cómico (deberían convertirlo en un especial de comedia de Netflix) en el que Williams contó confidencias acerca de sus excesos pretéritos (sexo, drogas y escándalos, dijo en español) y conectó con el público con el desparpajo al que solo pueden aspirar las auténticas estrellas del pop.
El cantante y compositor demostró ser un as de la autoironía, jugando con humor e inteligencia la baza de juguete roto, aludiendo a su etapa juvenil en la boy band Take That (incluso mostró un videoclip del grupo en el que se veía su culo desnudo de 17 años y fingió sentirse avergonzado) y luego contó cómo le echaron de la banda "porque en Take That había muchas reglas y yo soy un rebelde natural". También contó que en el festival de Glastonbury la lió parda y se juntó con Oasis, y en su honor interpretó "Don't Look Back in Anger" (quizá suene de nuevo el sábado, ya que actuará Liam Gallagher).
Robbie Williams ha publicado un disco con acompañamiento orquestal para celebrar sus cinco lustros de andadura bajo su propio nombre. En estos casos los repertorios ganan solemnidad pero pierden fuelle. Sobre el escenario nos encontramos todo lo contrario, un bombardeo de éxitos ("Feel", "Candy", "Rock DJ", "She's the One", "Love My Life" y "Angels", con la que cerró) interpretados con garra, ligereza o sentimiento según conviniera, y aderezados con los chistes del cantante, que, para sorpresa de todos, no se hicieron pesados, sino que hilvanaron de maravilla el setlist.
¿Y cuál es el secreto para aguantar 33 años (a los 25 en solitario hay que sumarles los de Take That) de "odisea musical", con "sus altos muy altos y sus bajos muy bajos"? Williams compartió su única regla: "amar a tu público", y vaya si lo demostró.
El resto
La jornada comenzó con The Offspring agujereando la tarde bajo un sol de justicia encadenando cañonazos como "Come Out and Play (Keep 'em Separated)", "Staring At The Sun", "Pretty Fly" y "The Kids Aren't Alright", rematando con "Self Esteem". A las siete de la tarde el calor todavía apretaba ("it's motherf*****g hot, but you are cool", decían), pero consiguieron poner a saltar al público, dejándolo con las pilas cargadas para el resto de la jornada.
También lo logró Machine Gun Kelly, con su actualización del pop punk al estilo de Avril Lavigne o Blink 182 y una banda de músicos que parecían salidos del casting de Barbie pero demostraron que bajo la fachada apolínea de ellos y ellas (mención especial para la guitarrista Sophie Lloyd) había talento a raudales. El músico de Houston de 33 años se volcó con la audiencia, llegando a interpretar una versión de "Danza Kuduro" (sorpresa mayúscula) y escalando la torre de control para cantar desde la cima.
Lizzo era una de las indiscutibles cabezas de cartel y comenzó su concierto con un disclaimer en la pantalla con el que apelaba al amor en todas sus formas: autoamor, amor familiar, amor de amistad y amor sexual, en la línea del discurso que ha construido con todas sus canciones. Derrochó poderío vocal y otros talentos, como su pericia con la flauta travesera y el twerking (curiosa combinación). Hizo mover las caderas a los miles de espectadores congregados con canciones que, a pesar de ser recientes, suenan ya a clásicos del pop, como "Juice", "2 Be Loved", "Special" y "About Damn Time". Uno sale de su actuación queriéndose más a sí mismo y a los demás, y con el trasero bien sacudido.
Esperábamos con ganas ver cómo materializaba Lil Nas X sobre el escenario su exuberante imaginario desplegado en sus videoclips, y no defraudó, con una escenografía surrealista y una cobra gigante similar a los desfiles de dragones del año nuevo chino. A pesar de su todavía escaso repertorio, llenó de sobra su hora de concierto con éxitos como "Old Town Road", "Montero (Call Me By Your Name)" y cerró con la muy poderosa "Industry Baby".
Fue noche de versiones. Además de las mencionadas de Machine Gun Kelly y Robbie Williams, Lizzo versionó "Yellow" de Coldplay; The Offspring, "Blitzkrieg Bop" de Ramones; Lil Nas X, "Mockingbird" de Eminem. Gestos que ponen en valor el círculo virtuoso de influencias que se dan en el mundo de la música. Y que nunca se detenga.