Fotógrafos persiguiendo a los Beatles por Nueva York, Paul McCartney desdoblándose, George Harrison esperando una bebida, George Martin en los estudios Pathé Marconi, Brian Espstein tomando decisiones con la mirada, Paul y John tocando la guitarra en un hotel parisino, Ringo Starr montando solo una batería para el Ed Sullivan Show, el publicista Tony Barrow, el asistente Mal Evans, el chófer Bill Corbett… Son algunos de los momentos que Paul McCartney fotografió durante la gira de 1964, y que ahora pueden verse, hasta el 1 de octubre, en la National Portrait Gallery de Londres.
Son las mismas imágenes que podrán verse también en Los ojos de la tormenta, libro que la editorial Liburuak publicará en septiembre junto a sus reflexiones personales sobre cómo fueron tomadas aquellas imágenes. Rosie Broadle, la comisaria de la exposición, apunta: “Sus fotografías ofrecen una perspectiva única sobre un período que ya se ha convertido en un símbolo de la cultura pop: la primera visita transatlántica de los Beatles”. Broadle subraya que esas imágenes “documentan aquellos momentos en los que los Beatles no estaban actuando o grabando música, así como los raros instantes en los que estuvieron solos”.
Tanto la muestra como el libro nacen en 2020, cuando el compositor y bajo de los Fab Four preparaba una exposición de fotografías de su difunta esposa Linda. La chispa saltó cuando mencionó las suyas, conservadas en los archivos de la MPL (McCartney Productions Ltd.). Al verlas, reconoce, “la sensación fue maravillosa porque las imágenes me devolvieron directamente a aquellos momentos”, explica McCartney. “Volver a observar la fuerza, el amor y los maravillosos momentos pasados que quedaron plasmados en estas fotografías es lo más importante. Eso es lo que hace que la vida sea grande”.
"Las fotos desprenden una especie de inocencia. Todo era nuevo para nosotros. Nos movíamos a un ritmo tan frenético que tenías que aprovechar el momento". Paul McCartney
Revivir aquella revolución y al mismo tiempo contemplar la urgencia, la rapidez del momento y la mirada artística e intuitiva de un grande como McCarteney es el último fin de las 275 imágenes seleccionadas. Hay que tener en cuenta, como explica Broadle, que los Beatles pudiereon adquirir, gracias a su éxito (también económico) la última tecnología fotográfica. Tomaron contacto rápidamente con las nuevas cámaras de 35 mm casi al mismo tiempo que los fotógrafos profesionales.
“Al recordar estas fotografías -detalla McCartney- aprecio aún más a los fotógrafos que rodeaban a los Beatles en aquella época. Tenían que encuadrar la foto, intuir la iluminación y luego disparar; la locura que se desataba allá donde íbamos dificultaba cada vez más su labor. Las foto desprenden una especie de inocencia. En ese momento todo era nuevo para nosotros. Nos movíamos a un ritmo tan frenético que simplemente tenías que aprovechar el momento. Esto explica que algunas de las tomas no sean tan nítidas como otras. Pero me gusta, me gusta esa mezcla”.
Para Nicholas Cullinan, director de la National Portrait Gallery, estas imágenes, “sorprendentes e increíblemente sencillas”, muestran a los Beatles al comienzo de un viaje que les cambió la vida y que solo podrían haber sido tomadas por alguien que compartiese las mismas experiencias y sintiese una curiosidad innata por ese mundo en rápida transformación: “Eran icónicos, irremediables, los chicos buenos y limpios promocionados con mimo. Los cuatro fantásticos”.
“Ahora nadie duda de que esos tres meses fueron una especie de crisol -recuereda McCartney-, pero en aquel momento no sabíamos que se estaba gestando un nuevo sonido, un nuevo movimiento. Curiosamente, nos encontrábamos en el centro de un fenómeno global que había estallado en 1963 en el Reino Unido y que la prensa había bautizado como beatlemanía. Fue una época de —¿cómo definirlo?— caos, que estalló en las salas de conciertos británicas, en los programas de televisión y en las listas de éxitos, y de repente era nuestra música la que escuchaban todos los chicos”.
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En aquellos días, del caos surgió un grupo que quería convertirse en una gran banda y el deseo, sin un genio que lo mediase, se convirtió en realidad en cuestión de semanas: “A pesar de que esperábamos el reconocimiento internacional cuando fuimos primero a Francia y luego a EE.UU., nadie podría haber predicho lo que yo describo como los “ojos de la tormenta”. Al principio, tuve la tentación de llamarlo el “ojo de la tormenta”, porque los Beatles eran sin duda el centro —el ojo— de una tormenta autogenerada".
“¿Quién mira a quién?”, se pregunta McCartney. Parece que la cámara esté cambiando constantemente: él, retratándoles a ellos, la prensa tomándonles fotos y “aquellos miles y miles de personas ahí fuera queriendo plasmar esta tormenta”.