Prometedoras fueron las expectativas creadas por Elvis Costello entre sus fans respecto a los conciertos que esta semana ofrece en España junto al pianista Steve Nieve, prometiendo set-list distintos de su inmenso cancionero y adaptados a cada espacio, en lugar de un formato hermético y repetitivo. El primero de los bolos lo frustró la lluvia.
Apenas media hora y un puñado de temas, entre ellos el clásico y pertinente “Accidents Happen”, el concierto del pasado sábado en el incomparable marco del Teatro Generalife de Granada tuvo que cancelarse, apagones eléctricos mediante. De modo que la llegada a Madrid del músico británico y su escudero al teclado, en el Teatro Lope de Vega, donde ninguna lluvia podía aguar la fiesta, tenía un interés añadido.
Se había anunciado como un concierto íntimo, pero se trató de otra jugada al despiste de Elvis Costello. En realidad la mitad de los temas llevaban una base de ritmos grabada en lo que él llamó su “caja mágica”. Sonidos de corte vanguardista, a veces chirriantes, imaginativos, que podían jugar a la contra o a favor de sus temas más conocidos, pero que en todo caso reinventaban el patrimonio del artista de Londres. La sensación era en todo caso que quería prescindir de una base rítmica humana y adentrarse en territorios semi-improvisados.
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En todo caso, la emoción de los temas (David Chase dijo en una ocasión que el cancionero de Costello cubre todo el rango de las emociones humanas) no se perdió por el camino de los arreglos o de las relecturas de su abismal repertorio. En las primeras diez noches de la gira en Nueva York prometió no repetir ningún setlist y ofreció nada menos que 238 canciones durante esos conciertos, de modo que era una verdadera sorpresa qué canciones se sacaría de la chistera en su aparición en el Teatro Lope de Vega de Madrid.
La promesa acústica quedó desactivada cuando en el primer tema, “When I Was Cruel n.2”, atacó su legendaria guitarra Fender Jazzmaster y adornó además el tema con unas variaciones al piano, cortesía de Nieve, “The Dancing Queen” de ABBA. La cosa prometía. ¿Qué nos iba a contar esta vez este gran divulgador de la música? ¿Qué relato nos aguardaba? El formato del concierto respondió a una estructura, en ocasiones confusa, que podríamos calificar de concierto-memorias.
El timbre de Elvis Costello es irrepetible, envidiablemente expresivo incluso cuando yerra
Tanto es así que prácticamente a cada tema le precedía un breve relato de un capítulo de su vida, o bien de la ingeniería y la historia secreta detrás de cada tema. Esa estructura se volcó en tres temas principales, que son grosso modo los que recorren su repertorio: la biografía vital, los temas de desamor (un maestro en este tercio) y la conciencia política. Más o menos en riguroso orden.
Entre sus exordios de experimentado divulgador, siempre muy comunicativo con el público, y que tanto nos recordaron a su faceta de maestro de ceremonias en su programa musical Spectacle. Elvis Costello with, narró el origen del poema erótico “Tart” (canción que escribió hace 21 años en Sevilla), que narra una historia adúltera protagonizada por su padre. Fue en temas como estos donde su voz rota y desgañitada, pero capaz de una dulzura escalofriante, llevó la épica de las emociones a la intimidad de la interpretación.
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A veces esa voz casi septuagenaria podía patinar, navegar en un limbo chirriante hasta encontrar su tono, pero el timbre es irrepetible, envidiablemente expresivo incluso cuando yerra. En esta línea, removió al público con hits cocinados en otra vida con The Attractions, como “Talking in the Dark” (bajo el virtuosismo jazzístico de Nieve), “Shot With His Old Gun” y “Accidents Will Happen”. En este sentido, la gran deconstrucción de la noche fue una versión semi-desnuda de “Watching The Detectives”, llevando el tema a una nueva dimensión sonora, creando un fructífero solipsismo entre el pasado y el presente.
Con el desamor y sus alrededores no pudo faltar una preciosa interpretación en solitario de “She” ni de “Alison”, que nos reafirmaron una vez más en la capacidad del británico para convertir en algo hermoso incluso los mundos más oscuros y desesperanzados. Otras parejas de baile con el corazón y sus sobresaltos fueron joyas reinventadas como “Waiting for the End of the World”.
Mediado el concierto incluso se atrevió a cantar un tema en italiano, muy sentimental, titulado “Dio como ti amo”, que fusionó con la congoja de “Almost Blue”. No tardaría en llegar el highlight de la noche cuando, manifiestamente cómodo y disfrutando de la velada, se sentó al piano de Nieve para cantar “A Face In the Crowd” y llevar su voz a lo más alto, también lo más cálido. Terminó el bloque de nuevo con el poderío de “I Still Have That Other Girl”, que escribió con Burt Bacharach.
Camino ya de la veintena de temas interpretados del tirón, sin mutis por el foro ni bises finales, Costello se acercó al tercio final para volcar sobre el escenario toda la bilis de acidez que también se expresa en su repertorio. Como la cosa iba de parejas de canciones resonando entre sí para construir un relato, interpretó su particular díptico sobre la guerra de las Malvinas, conformado por dos canciones separadas por más de 40 años en el tiempo: “Shipbuilding” y “Cinco minutos con vos”, narrando así las dos caras de la contienda bélica.
Después de esta introducción, cargada de sentido político e histórico, no pudieron faltar, como despedida, la memorable “We Are All Cowards Today” y, como despedida final, cantada al alimón con Nieve, el manifiesto pacifista “What’s So Funny About Peace, Love and Understanding”. Efectivamente, tras dos horas de viaje por los confines reinventados de su patrimonio artístico, nos marchamos del teatro con la sensación de que había sido una noche de paz, amor y comprensión. Y, sobra decirlo, muy buena música.