La asturiana Noelia Rodiles se ha convertido en muy pocos años en adalid del pianismo español más avanzado, resuelto y afirmativo. Es una teclista muy sólida y llena de recursos, que exhibe una digitación primorosa, que sabe bucear en el estilo, clásico, romántico o contemporáneo, de cada página y ofrecer un sonido terso y luminoso y un fraseo muy natural, ajustado y exento de dengues. Un pianismo muy fresco y moderno el suyo. Sabe combinar el toque delicado, la finura y un atractivo sonido delgado y muelle, con frases muy meritorias y reguladores bien administrados, con un muy bello despliegue cantábile cuando viene al caso. Todo ello denota que ha sabido aprehender las enseñanzas de profesores como Bashkirov o Martínez Mehner.
Se muestra resuelta y contundente cuando ha de enfrentarse a partituras esquinadas y procelosas y delicada y expresiva cuando ha de lidiar con pentagramas exquisitos, líricos o de una sutileza extrema. Lo mismo aborda con ímpetu el Emperador de Beethoven que se abisma en las delicuescencias sonoras y repujadas de un Estudio de Ligeti o que se enfrenta al pianismo diabólico y preciso de Jesús Rueda. De todo lo cual ha dado prueba en los últimos tiempos a través del disco y de actuaciones en público. En el apartado discográfico se muestra últimamente muy activa enfrentándose con frecuencia a estrenos de nada fácil interpretación.
Es el caso de la grabación que motiva este artículo, en la que presenta al público Cloches de Martínez Burgos y da a conocer en tiempos modernos la Partita nº 4 de Orbón. Sobre estas composiciones nos habla, con total conocimiento de causa, la propia pianista, que ha sido impulsada para llevar a cabo la labor por la concesión de una beca Leonardo.
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“Sabía que Julián Orbón -explica a El Cultural- era un compositor asturiano (como yo), pero no era consciente de la magnitud de su obra. Empecé a buscar información y en los catálogos vi que tenía una obra para piano y orquesta, esta Partita nº 4. Después de ímprobas investigaciones llegué a la biblioteca de la Universidad de Indiana, en Estados Unidos, donde accedí a sus manuscritos y anotaciones sobre la obra. Cuando empecé a estudiarla quedé fascinada por la calidad de esta música. Tuve la oportunidad de ofrecer su estreno en España y México, y poder grabarla ahora en disco es la culminación de un proceso muy bonito”.
Los atractivos de la composición son indudables, ya que está inspirada en el motete O magnum mysterium, del gran compositor renacentista Tomás Luis de Victoria. “La orquestación” -nos dice- “es muy densa, con unos metales muy poderosos (Orbón fue alumno de Copland) y tiene una riqueza rítmica que recuerda a algunas músicas latinoamericanas. Todo ello en una obra concertante de muchísima belleza y coherencia, en la que el piano a veces se funde con la sonoridad de la orquesta, y en otros momentos sobresale con una escritura muy compleja”.
No parecen menores los méritos de la partitura de Manuel Martínez Burgos que ve la luz en este lanzamiento. Como indica el título, Cloches, su discurrir tiene que ver con el mágico mundo de las campanas. El compositor delinea “una escritura muy virtuosa e impone una orquestación muy rica. La sección de percusión tiene mucho protagonismo, con el uso de campanas, bongos, gong, vibráfono… Hay momentos de una vivacidad frenética junto a otros muy melódicos de carácter casi meditativo”. La obra se estrenó recientemente en las Jornadas de Piano de Oviedo con una excelente acogida.
Es muy interesante lo que argumenta Rodiles a la hora de explicar el matrimonio de las dos obras, que, realmente, dialogan entre sí pues ambas tienen rasgos comunes. Uno de ellos es la relación con Asturias: los dos compositores nacieron en esa comunidad, algo que Martínez Burgos hace ver en el segundo movimiento de su concierto, que se inspira en los sonidos de la campana Wamba, de la Catedral de Oviedo. Orbón, que nació en Avilés, siempre sintió muchísima añoranza por su tierra, y esa nostalgia está muy presente en esta música.
Por otro lado, ratifica Rodiles, “ambas obras están impregnadas de cierta religiosidad, en el caso de Orbón muy evidente por el uso de una pieza religiosa como base e inspiración para su obra, y en el caso de Martínez Burgos en el uso de las campanas de grandes iglesias europeas como elemento comunicador”.
Noelia Rodiles además va a dar un concierto en la Fundación BBVA, en el que une a Schubert, Ligeti y Beethoven. Un programa sugerente que se inicia con los Momentos Musicales de Schubert, continúa con dos Estudios de Ligeti, en el centenario de su nacimiento, y concluye con la Sonata op 110 de Beethoven. “Los dos primeros -concluye la pianista- son autores que, pese a ser desde un punto de vista estilístico completamente diferentes, se complementan muy bien (de hecho, ya los unía en mi primer disco, que situaba los Impromptus op. 90 del primero unto a la Musica Ricercata del segundo). Y la Sonata beethoveniana es el mejor colofón al ser una obra de una profundidad y un misticismo apabullantes”.