Cádiz

"¿Quién no se ha sentido alguna vez una oveja negra? ¿Quién no ha sentido que la vida le devolvía la pelota de tal forma que resultaba imposible devolverla?". A Antonio Martínez Ares (Cádiz, 1967), figura imprescindible del Carnaval de Cádiz, le va como un guante esta comparsa. La oveja negra representa al descarriado, al inconformista que se escapa del rebaño, tal y como hizo él mismo en 2003, año en que, a pesar de los éxitos atesorados en el concurso de agrupaciones que cada año se celebra en el Gran Teatro Falla, decidió emprender un camino solitario en la música. 

"Siempre he estado al otro lado de las cosas", confiesa a El Cultural en una conversación que transcurre, un día después de que su comparsa cantara en la primera sesión de semifinales, en el Parador Atlántico de Cádiz. Este viernes volverá a enfundarse el disfraz para intentar revalidar el primer premio por tercer año consecutivo. Sería el décimo que lograra en una trayectoria que arrancó hace ahora cuarenta años. Entonces solo tenía 16 y la agrupación se llamaba Requiebro (1984). Acababa de emerger El Niño de Santa María, sobrenombre con el que se le conoce en Cádiz, la tierra que lo idolatra.

Aquel hijo único que leía en su cuarto y estudiaba la guitarra por su cuenta se ganó muy pronto el respeto de una ciudad que vive su gran fiesta con insólito fervor. La presión le hizo abandonar el concurso durante trece años, un periplo en el que grabó dos discos. Uno de ellos fue producido por Pancho Varona, eterno acompañante de Joaquín Sabina, con quien también ha colaborado en varias ocasiones. Ha compuesto temas para Raphael, Pasión Vega, Pastora Soler o Lolita. En 2016 regresó al carnaval por todo lo alto. Ocho años después, se abre en canal para hablar de creación, miedos, pasiones, recompensas... 

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Pregunta. ¿Cómo está viviendo el concurso? ¿Qué sensaciones tiene y cómo son las del grupo?

Respuesta. Lo vivo desde el punto de vista de un autor que está completamente imbuido en su obra, pero que no escucha el concurso. Hace muchísimos años me di cuenta de que así perdía un poco el hilo de mi propia obra. Los de mi grupo sí lo escuchan y tienen un grupo de WhatsApp aparte, pero cuando llegan al ensayo siguen hablando de qué letra cantó uno o cuál cantó otro. Al fin y al cabo, está bien porque te hace darte cuenta de si te repites en algún tema, pero yo no quiero ser el filtro. Estamos en vías completamente distintas.

P. ¿Y cuáles son las sensaciones internas con La oveja negra?

R. Muy buenas, aunque es verdad que hemos empezado muy tarde. Para este año, cuando llegó septiembre yo anuncié que estaba muy cansado y que podría ser el año del descanso. Mi salud también se resiente, yo ya no soy el chaval joven de entonces. Como me insistieron mucho, decidí hacer un pasodoble para ver qué pasaba. Un día llegué, lo canté y les pareció que este tenía algo especial. Me dijeron que había que construir la obra como fuera, así que me vi obligado (risas).

P. ¿Se ha cantado en el concurso?

R. Sí, el primero.

P. ¿Siempre es ese pasodoble, el que llamamos de medida, el primero que se interpreta en la fase de preliminares?

R. En La ciudad invisible (2022, primer premio en comparsas) el de medida lo cantamos en la final. No es porque no tuviéramos temas, sino porque nos gusta despedirnos con un pasodoble que tenga un porcentaje elevado de matices gaditanos. A lo mejor no se da el caso, pero si lo tenemos intentamos que así sea, porque estamos en Cádiz por mucho que esto sea una puerta abierta al mundo. Este año, además de que teníamos muy poca elaboración de contenido cuando llegó el pase de preliminares, yo quería empezar con este homenaje a todos esos autores a quienes considero “ovejas negras”.

P. Más allá del homenaje a todas esas figuras concretas, subyace la reivindicación de la dignidad del carnavalero, ¿no es así?

R. Sí, creo que le hacía justicia a un grupo de gente. En esa letra están escuetamente simbolizados los carnavaleros que participaron en la República, en la dictadura, en la Transición, también en la época en la que yo empecé y, por supuesto, en la que nos está tocando vivir ahora. Era de justicia.

P. Me sorprendió mucho escuchar anoche que todavía no sabía cuál iba a ser el pase de la final, que el repertorio no estaba cerrado. Querría decir que no estaba elegido, porque las letras estarán escritas…

R. Las letras están, pero abiertas a posibles cambios. Esta tarde llegamos al ensayo, nos reunimos, evaluamos la sesión de ayer, vemos los posibles fallos y valoramos el material que tenemos para una hipotética final [esta entrevista tuvo lugar en la mañana del lunes 5 de febrero, antes de que el jurado anunciara el pase a la final de La oveja negra]. Pero sigue estando abierto, porque a lo mejor a mí mañana me sale un pasodoble. Si yo veo que es condicionante, echamos todas las horas del mundo y p'alante.

»Reúno al grupo como si fuera la película de Doce hombres sin piedad y, aunque el 95% de ellos están trabajando y a veces no tienen tiempo para memorizar todo, me acompañan si yo lo veo claro. Intento tener mano izquierda para llevármelos a mi terreno. Les digo, por ejemplo: “Chiquillo, pero ¿tú has escuchao esto? Venga, vámonos” (risas).

P. ¿Esta comparsa encierra su repertorio más autobiográfico? ¿Cuándo se ha sentido más oveja negra: en el carnaval, en el mundo de la música o en su vida diaria?

R. Me he considerado una oveja negra desde que era pequeño. Tal y como está la vida de convulsa, creo que es el momento de no seguir al rebaño y decir a los estamentos que esta sociedad apesta y no estamos en absoluto de acuerdo con obedecer las condiciones que nos están proponiendo, no solamente en España sino a nivel mundial. El Carnaval me permite esto. Y eso que al principio de mi vida carnavalesca, sentía que tenía que remar contra corriente, recibir muchos palos, recuerdo que a mí me costó diez años ganar el primer premio y ahora las agrupaciones son capaces de lograrlo en dos o tres años…

"No he conseguido llegar adonde yo quería en el mundo de la música"

»Y más allá del carnaval, también me he considerado una oveja negra por no haber logrado llegar adonde yo quería en el mundo de la música. Quizás no fuera por mí, sino por cuestiones discográficas, editoriales… por la propia estructura de la industria musical. Yo incluso quería que La oveja negra fuera mi nombre artístico como cantautor. Ahora me arrepiento de no haber apoyado con más fuerza esa actitud porque el problema era que la gente relacionaba directamente Antonio Martínez Ares con el carnaval.

P. A pesar de lo que comenta, ¿no se siente orgulloso de tener el respeto de tantos compañeros que han triunfado mucho más en la industria musical [Manuel Carrasco, El Kanka, Rozalén, Antílopez…] y sin embargo lo admiran como lo hacen?

R. Sí. Una cosa es que uno crea que no ha conseguido llegar a lo que entendía como meta y otra es no sentirse satisfecho y orgulloso de haber conseguido otras muchas cosas. Hubo un momento en el que asumí que mi rol no era el de cantautor y sí el de compositor. No tengo ningún problema; cuando quiero quitarme la espinita hago mis bolos en petit comité para amigos porque lo llevo dentro. Pero hombre, he tenido la oportunidad de estar escribiendo muchos años para Pasión Vega, lo que me dio la oportunidad de establecer contactos profesionales con Pastora Soler, Raphael, Lolita, El Loco de la Colina, Pancho Varona fue uno de los arreglistas de mi disco… Yo tengo que estar completamente agradecido.

"Hubo un momento en el que asumí que mi rol no era el de cantautor y sí el de compositor"

P. ¿Cómo transcurre la concepción de sus obras, desde la gestación hasta el resultado final?

R. Primero intento hacer un esqueleto de lo que entiendo como obra y, a partir de aquí, lo voy argumentando. Llevo ya bastantes años haciendo el popurrí por secciones. Este año he empezado por el nacimiento de la oveja, quería incluir también el enamoramiento, la rebelión y la matanza. Además, tenía claro que la música de los cuplés debía ser callejera, mientras que lo más complicado son los pasodobles porque hay que buscar una temática. Pero cuando tienes eso, que se va forjando durante muchos días, mi disciplina de trabajo es echar todas las horas del mundo.

»Yo me pongo en la piel del público. Cuando llevo una letra a la comparsa, siempre pienso que el grupo es como un Falla en pequeñito. Si yo consigo que todos queden convencidos con la copla, es como si al 100% del Falla le hubiera gustado. Pero si hay tres o cuatro que no lo han entendido, podría ser que un porcentaje del Falla piense igual que ellos. Antes de todo esto, paso mucho tiempo en mi cueva, leo mucho sobre el asunto que me preocupa, busco libros que tengan que ver con la idea de la comparsa… Soy anárquico en el proceso, pero no quiero meter la pata, así que me documento muchísimo. Dentro de ese caos, lo tengo todo bajo control.

»Luego hay un trabajo en los ensayos. Cuando acaban, nos quedamos cuatro o cinco y empezamos a desarrollar ideas. Lo llamamos “momento microondas”: modelamos la cuarteta que yo he traído hace una hora y empezamos a meter acordes. Nos podemos llevar horas debatiendo por un acorde, pero me parece maravilloso poder estar creando con gente hasta las 12 de la noche que al día siguiente se levanta a las 6 de la mañana. Uno es ingeniero, otro soldador, otro albañil, otro limpia lanchas… Es un grupo que se implica muchísimo.

P. ¿Cree que el Carnaval de Cádiz merece mayor consideración en el espectro de la cultura a nivel nacional? 

R. Esto ha cambiado muchísimo. Para estar hoy hablando de esto han tenido que pasar muchos años y muchos autores que se han llevado muchos años abriendo el sendero. Gracias a ellos, ya no es como hace 40 o 50 años, que cuando declarabas las obras en la SGAE ponías “chirigotas” o “comparsas”. Ahora podemos poner “canción”. Yo considero que el Carnaval ha dejado de ser un ente folclórico para convertirse en un género. Lo que pasa es que nosotros somos los primeros que tenemos que darnos cuenta.

"El Carnaval de Cádiz ha dejado de ser un ente folclórico para convertirse en un género"

»Cádiz es muy particular y los carnavaleros también lo son. Hay muchísimos que son muy talibanes de lo local y falta apertura al mundo. Yo no soy de esos: no faltan mis pinceladas gaditanas, pero me gusta tratar temas sociales y abrir capas de la cebolla. Esto es un género, como el flamenco o como el pop. Y hablamos del concurso, pero si te vas a la calle, que es un marco impresionante, hay gran literatura. Existen verdaderos Les Luthiers. Ya quisieran muchos cómicos hacer lo que ellos hacen cantando en una esquina. No es que esto se nos haya ido de madre; al contrario, creo que la gente se está dando cuenta de que en Cádiz hay muchos artistas por metro cuadrado.

P. ¿Quién es responsable entonces de que el carnaval no trascienda como debiera más allá de las fronteras de Andalucía?

R. Pues mira, le debemos mucho a los medios de comunicación. En su época, a la radio; luego, a la televisión; y ahora, evidentemente, al mundo digital. El problema es que nosotros mismos no somos capaces de dar un paso más hacia adelante. Cuando yo hablo de industrialización del carnaval, hay muchísima gente que se echa las manos a la cabeza porque, supuestamente, esto es popular. ¿Y el flamenco no? Hay bienales de flamenco y otras muchísimas cosas que hacen que se potencie el género universalmente. O no somos capaces o no ha llegado todavía una persona de fuera a hacerlo, porque nosotros somos muy envidiosos entre nosotros. En el carnaval hay unos egos tremendos. 

»Nos falta mucho por recorrer, pero la industrialización llegará, es obvio. Es impensable que no tengamos todavía un museo del carnaval enorme para que la gente vea, por ejemplo, por qué desde Venecia llega toda esta historia carnavalesca a Cádiz. Es un problema nuestro. Nos falta creérnoslo y una apuesta en común. Como falta esto, existe el bando de los que piensan que "mi obra es mía y yo tengo que generar mis derechos", y el bando de los que creen que esto es popular y ya está. Es una batalla absurda que impide que podamos progresar. Tenemos un diamante en bruto, pero no sabemos cómo pulirlo. Una vez el cantante Queco me dijo que sabíamos hacer muy bien la tarta; lo que no sabíamos era poner el lacito. Y es verdad.

"En Cádiz hay muchos talibanes de lo local, falta apertura al mundo"

P. ¿En qué medida el carnaval se deja arrastrar por los nuevos tiempos y cómo le afecta personalmente? Hablamos de los límites del humor, las letras que ahora dañan ciertas sensibilidades... ¿Esto condiciona al autor? ¿Martínez Ares alguna vez se ha autocensurado?

R. Sí, completamente. Es triste que yo diga esto, pero sería un vil mentiroso si te dijera que yo escribo libremente lo que quiero. Esto se debe al concurso. Creo que la mayoría de autores se autocensuran, al menos los que concursamos. Primero, porque pensamos en un premio. Segundo, porque se dan unos condicionantes nocivos como por ejemplo el target, la hora a la que cantas, la apertura mediática en televisión, los odiadores de las redes sociales… Todo esto influye muchísimo. Si tú tienes un cuplé de los que luego la gente hace “Oh” [un bastinazo: a menudo un chiste de humor negro o algo que puede escandalizar a la mayoría] funcionaría muy bien en la calle, pero no tanto en un teatro.

»La gente tiene miedo a decir determinadas cosas. También resulta que yo no canto solo, somos quince personas. Y todos estos tienen su opinión. Ellos están dispuestos a vender el pescado que yo les traigo, pero pueden considerar que ese pescado ya se ha pasado dos días y se le ven los ojitos de otro color. A veces directamente te tiran para atrás un pasodoble. Este año ha pasado.

"Es triste que yo diga esto, pero sería un vil mentiroso si te dijera que yo escribo libremente lo que quiero"

P. ¿De qué iba?

R. No te lo puedo decir, porque igual el tema se puede reconducir para otro año.

P. Hay alguno que, desde el pasodoble contra Pedro Sánchez, le ha llamado hasta facha…

R. Bueno, y me han llamado misógino por el pasodoble de las madres malas y que tengo la misma vida laboral que el rey emérito, es decir, que no he dado un palo al agua… Me ponen de vuelta y media por casi cualquier cosa que diga. Coño, no quiero ser prepotente, pero parece que tengo demasiada presencia, ¿no?

»Y luego, sucede que si yo critico a la derecha, la gente que me conoce me aplaude; pero si critico a la izquierda, soy un traidor. Los de izquierdas tenemos muy poca autocrítica y eso me parece terrible. Yo no estoy de acuerdo con determinadas cosas, ¿no las puedo cantar? ¿Porque sea rojo? ¿Y qué? Yo intento en cada pasodoble llegar a los tendones, que es de lo que se trata.

P. ¿Y qué le diría a los de derechas que han aprovechado esta pieza para sostener que el Carnaval no tiene por qué ser de izquierdas?

R. Ana Belén se sorprendía el otro día en el programa de Jordi Évole de que Vox utilizara en sus mítines la canción “España camisa blanca de mi esperanza”. Y decía: “Creo que no han entendido el mensaje”. Sí es cierto que los políticos son muy pillos, ven rápido lo que les interesa y les sacan rédito inmediatamente, es juego sucio. ¿Ahora de pronto la gente del carnaval es antiizquierdas? No, están protestando por una razón determinada. En alguna ocasión, un grupo político ha cogido una canción mía y yo les he dicho que no soy de nadie.

P. Se ha subrayado a veces la complejidad de los repertorios desde su regreso. ¿Cómo se le convence a un aficionado de que también el carnaval puede tener ambiciones poéticas que trascienden lo elemental y que, por tanto, las segundas escuchas son necesarias?

R. Hay quien dice que si a las agrupaciones hay que escucharlas muchas veces es porque no han calado. Bueno, a lo mejor hay mucha información que usted no ha sabido captar. No estoy de acuerdo con eso. Lo que sí pienso es que hay obras buenas y otras no tan buenas. Se puede educar a la gente a prestar atención, no pasa nada y es positivo.

"Si critico a la derecha me aplauden, pero si critico a la izquierda soy un traidor. Los de izquierdas tenemos muy poca autocrítica"

P. Recuerdo haber leído que en lo carnavalesco le impactó mucho la comparsa Soldaditos de Paco Villegas y la chirigota Los Yesterday de Juan Carlos Aragón. Pero ¿cuáles cree que son los autores o las obras que más le han influido en lo literario?

R. Lorca y Machado son autores de cabecera. Sobre todo, Lorca tiene una música intrínseca en toda su composición poética que me parece brutal. No todos los poetas tienen esa capacidad. Pero bueno, soy un lector voraz. Me encanta Borges y Nikos Kazantzakis [autor de Zorba el griego]. Ahora me ha dado por la novela negra. Leo a Pierre Lemaitre, por ejemplo.

»También me interesa mucho Rodrigo Cortés. Además de Verbolario (Random House, 2022), me parece una joya Los años extraordinarios (Random House, 2021), que tiene esa pizca de surrealismo que me recordó a Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Este sí es mi gran libro de cabecera porque ahí veo yo a mi familia. Lo releo todos los años, es el libro de mi vida. Y lo mismo que me crie con Platero y yo, el libro de Juan Ramón Jiménez que inspiró a Paco Alba [creador de la comparsa] para hacer su primera comparsa en 1960, leí Los caníbales (Jean Teulé, Ediciones B, 2010) en el proceso de composición de Los carnívales (2019, primer premio en comparsas).

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P. ¿Cuál ha sido su momento más feliz en el Carnaval de Cádiz?

R. Pues mira, no pasar a la final con el año de Sonrisillas (1990) pero saber que teníamos una obra muy buena que íbamos a disfrutar mucho fue un momento muy bonito. Recuerdo, por supuesto, ese sol abriéndose por la mañana en la plaza del Falla el año de Los miserables (1993), la primera vez que ganamos un primer premio y todo el mundo lo celebró con nosotros. Pero también es maravilloso volver después de trece años y encontrarte a ese público expectante. Y esos trece años en los que la gente no te olvida. Tengo el privilegio de sentirme querido en mi tierra y con eso estoy más que pagao.