Orozco-Estrada y Alan Gilbert, duelo de batutas en el Auditorio Nacional
Estos dos maestros, muy competentes y con estilos distintos, comandan las orquestas SWR de Stuttgart y la NDR Elbphilarmonie de Hamburgo para los ciclos de La Filarmónica e Ibermúsica.
13 febrero, 2024 02:23Hoy saludamos la nueva presencia en Madrid de dos directores pertenecientes a las nuevas hornadas surgidas en el último tercio del siglo XX, aunque sus carreras respectivas y su asentamiento artístico no se haya producido hasta bien entrado el siglo XXI. Uno es el neoyorquino Alan Gilbert (1967) y otro el colombiano de Medellín Andrés Orozco-Estrada (1977). Son dos maestros competentes, cada uno en su estilo.
El primero, hijo de japonesa y de norteamericano, ambos violinistas en la Filarmónica de Nueva York, orquesta a la que ha estado ligado, aprendió a tocar, por supuesto, el violín, pero también la viola y el piano, aunque enfiló rápidamente la tarea con la batuta y se fue forjando con Georg Solti entre otros maestros hasta ganar el primer premio en el Concurso de Ginebra en 1994.
Su carrera fue luego vertiginosa y discurrió sobre los podios más diversos e importantes, como el de la Filarmónica de Nueva York o el de la Filarmónica de Estocolmo, a la que sigue ligado. Nos visita, en la temporada de Ibermúsica con su conjunto actual, la NDR Elbphilharmonie, el próximo 13 de febrero. Sustituyó en el cargo a Thomas Hengelbrock, que, por cierto, actuará en Ibermúsica con su Coro y Orquesta Balthasar Neumann, interpretando el Requiem de Brahms (15 de febrero).
Gilbert es un maestro que destila y detalla partituras. Orozco-estrada es como un estilete
Podremos apreciar de nuevo sus características directoriales. Evocadoras del magisterio de Solti, revelan que es un músico muy trabajador, de concepciones muy elaboradas y sólidas que se erige en el podio con especial prestancia y agilidad. Maneja estupendamente las grandes líneas y establece un riguroso control de las progresiones. Analiza con seriedad cada partitura, que aparece en sus manos bien destilada, explicada con detallismo.
Muy distintas son la figura y la personalidad de Andrés Orozco-Estrada, que empuña la batuta como si fuera un estilete y que bate en todos los planos con claridad, que divide y subdivide y que controla muy bien los continuos contratiempos. Virtudes que ha ido atesorando poco a poco a lo largo de una carrera bien estudiada, con pasos inteligentes, escalando, prácticamente desde la nada, puestos cada vez más altos.
Recordemos que empezó su andadura musical como violinista en el Instituto Musical Diego Echevarría de su ciudad natal. Cecilia Espinosa y Andrés Posada serían sus primeros profesores de dirección, disciplina que perfeccionaría en Viena a partir de 1997 junto al profesor Uros Lajovic. Enseguida se situaría, recién graduado, en el podio de la Radio-Symphonieorchester de la ciudad del Danubio en la sala dorada del Musikverein.
Recordemos que Orozco-Estrada fue titular de la Sinfónica de Euskadi entre 2009 y 2013 y que pasó luego a la HR Sinfonieorchester de Frankfurt. Más tarde se unió a la Sinfónica de Viena, a la que dejó no hace mucho. Actualmente está vinculado a la Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI. Como vemos es un maestro tan activo como viajero y que pulula por aquí y por allí sin descanso. Siempre nos acordamos de su estupenda versión madrileña de las Danzas sinfónicas de Rajmáninov.
Podremos solazarnos de nuevo con estos dos directores ahora que regresan a Madrid. Gilbert ofrecerá un programa que le va que ni pintado. Primero, el complejo, dinámico, vigoroso Concierto para piano nº 3 de Béla Bartók, una obra que tiene mucho que dirigir y que tocar. Al piano uno de los teclistas de moda, el ruso-alemán Igor Levit, artista original, de toque variado y rigurosos planteamientos musicales, que siempre abre nuevas vías expresivas.
La diabólica escritura bartokiana nos será de tal manera ofrecida a través de los mejores caminos. Gilbert ofrecerá en la segunda parte una obra que encaja perfectamente en sus modos y maneras: la Sinfonía nº 1 de Brahms, obra caudalosa, de un muy elaborado y radiante romanticismo.
Para La Filarmónica, un día después, actuará Orozco-Estrada, con un programa que reúne dos obras bañadas en la naturaleza. Por un lado, la Sinfonía nº 6, Pastoral, de Beethoven, un retrato no descriptivo de un paisaje, sino un resumen de las impresiones que en un observador provoca la visión del campo. Un canto a la vida, un cuadro maravilloso de una forma de sentir y de apreciar.
Muy diferente es la naturaleza que nos presenta la Consagración de la primavera de Stravinski, agreste, virulenta, a veces hostil. La tan esquinada escritura del compositor ruso, que evoca y aun describe sacrificios a lo largo de una partitura cuajada de efectos tímbricos impresionantes y de una articulación rítmica irregular, con cambios muy frecuentes de compás, ofrece enormes dificultades para orquesta y director desde el mismo comienzo en el que el fagot expone una melodía anunciadora de la imponente estructura sinfónica.
Dificultades que Orozco-Estrada sabe vencer sin especiales problemas con su ágil y desentrañador mando. No es la primera vez que dirige en España la obra. La ofreció en el año 2017, en esa ocasión al frente de la Orquesta de la Radio de Frankfurt, también en Madrid. Ahora lo hará con la de la Radio de Stuttgart.
Antes de visitar la capital la presentará en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia (9 de febrero), primero, y en el L’Auditori de Barcelona en el curso de la temporada de Ibercámera (12), después. Además la ha grabado para Pentatone. Lo que revela hasta qué punto la conoce y la domina.