El cine y la música celebran los 100 años de Henry Mancini, compositor de 'La pantera rosa' y 'Moon River'
Creador de inolvidables iconos musicales del siglo XX, intervino en bandas sonoras inolvidables como la de 'Desayuno con diamantes'.
16 abril, 2024 02:12Una partitura conecta a artistas tan diferentes como Louis Armstrong, Shirley Bassey, Frank Sinatra, Andy Williams, Judy Garland, Rod Stewart, Sarah Vaughan, Trini Lopez o Amy Winehouse: todos han cantado Moon River. Y podemos añadir a Johnny Mathis, Aretha Franklin, Bobby Solo, Eric Clapton, Carla Bruni, Ann Margret, Paul Anka, Perry Como, R.E.M., Barbra Streisand, Ray Conniff…
Esta breve canción de Mancini, compuesta con letra de Johnny Mercer para Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) ganó dos premios Grammy, un Oscar y ha entrado en el olimpo emocional de casi todo el mundo. No es el de Henry Mancini un caso sólo de éxitos o popularidad: es de invasión.
En nuestro paisaje musical suena con frecuencia -o simplemente nos suena- alguna composición suya sin saber muy bien de qué; a veces no sabemos dónde colocar esos compases, que vuelan libres.
Lo que más recordamos hoy de algunas de las producciones de Mancini no son las imágenes en la pantalla sino sus piezas musicales
Compositor, arreglista, director de orquesta, pianista y flautista, nació en Maple Heights (Ohio,) el 16 de abril de 1924 de padres inmigrantes italianos. Creció en Pensilvania, a los ocho años empezó sus estudios de flauta y a los doce los de piano y orquestación, que amplió en Pittsburgh y Nueva York.
Participó en la Segunda Guerra Mundial e intervino en la liberación de uno de los campos de Mauthausen. En 1946, de vuelta a casa, trabajó como pianista y arreglista en la refundada Glenn Miller Orchestra.
Entró en 1952 en el departamento de música de Universal, donde participó a destajo en la producción de un centenar de bandas sonoras de películas de serie B; según reconocería fue su mejor escuela para adquirir un oficio versátil en cualquier género o estilo, una de sus señas de identidad.
Dejaría la compañía en 1958 por un reajuste pero su última colaboración fue la mejor tarjeta de presentación para el futuro: la innovadora y poliédrica banda sonora de Sed de mal (Orson Welles, 1958) con toques de jazz, mambo, blues, música afrocubana, twist…
Blake Edwards, con quien colaboraría en una treintena de producciones, aparece entonces en su vida y le propone componer la banda sonora de un serial policiaco que preparaba en la NBC: Peter Gunn (1958).
Para el telespectador americano la serie en sí sería probablemente la referencia; para el resto del mundo desde entonces hasta hoy lo verdaderamente popular es la música: un jazz al tiempo elegante y lleno de energía que rompía con los patrones imperantes. Y cómo no ver en su tema central un anticipo del de James Bond, creado por Monty Norman, que sonará años después en todas sus películas.
Tras otras colaboraciones de menor trascendencia llegaría Desayuno con diamantes, con la escena de Holly (Audrey Hepburn) guitarra en mano cantando “Moon river, wider than a mile…”, que propició –lo apuntábamos– una de las partituras que más y más variados intérpretes han grabado en la historia de la música.
Vendrá después ¡Hatari! (Howard Hawks, 1962) con el desenfadado e inolvidable Baby Elephant Walk –otro icono– y al año siguiente, de nuevo con Edwards, la trágica Días de vino y rosas (1962), con otro Oscar, y La pantera rosa (1963), en la que nos deja una nueva estampa sonora que desbordará a la película, todas sus secuelas y los impagables episodios de dibujos animados para convertirse, también esta pieza, en parte de nuestro imaginario común.
[Ennio el maestro: Morricone en primera persona]
La lista de sus colaboraciones es difícil de resumir: Dos en la carretera (Stanley Donnen, 1967), que alguna vez destacó como su trabajo preferido, Sola en la oscuridad (Terence Young, del mismo año), con su admirable, siniestro, inclasificable tema principal, El guateque (Blake Edwards, 1968), Los girasoles (Vittorio de Sica, 1970), 10 (Blake Edwards, 1979, en España subtitulada La mujer perfecta), con el leitmotiv It's Easy to Say, convertido en otro clásico, Víctor o Victoria (Edwards de nuevo, 1982), para algunos su partitura más elaborada.
Y siguió activo hasta su muerte en Beverly Hills el 14 de junio de 1994. Desde el sinfonismo al jazz-pop, el swing o sus característicos fragmentos corales que hoy suenan relamidos pero entonces fueron un recurso tan eficaz como imitado, el rhythm’n blues, los contrastes tímbricos acusados, a veces inéditos, el boogie-woogie…, todo ello conformó un estilo colorista, ecléctico y rico en matices, que frecuentemente añadía a las películas una dimensión extra, una nueva identidad.
Pero su importancia no viene sólo de esas poderosas bandas sonoras sino de que parte de su música las trasciende y muchas de sus páginas se convirtieron en standards que circulan de intérprete en intérprete. Lo que más recordamos hoy de algunas producciones en las que intervino no son las imágenes en la pantalla sino sus piezas musicales.
Alfredo Aracil (Madrid, 1954) es compositor y doctor en Historia del Arte. Premio Nacional de Música en 2015.