Los Estanques han vuelto. Nunca se llegaron a ir del todo, sacaron su último álbum junto con la cantautora malagueña Annie B. Sweet hace solo dos años (Burbuja cómoda y Elefante Inesperado), pero da la sensación de que es un nuevo comienzo para la banda cántabra. "La colaboración nos abrió muchas puertas y estamos muy orgullosos de ese disco, pero ya tocaba volver en solitario".
Acaban de lanzar Uve, su quinto álbum de estudio,"algunos lo llaman circo y otros disco lo han llamao", una mezcla provocadora e ingeniosa de géneros, desvaríos y obsesiones. Es difícil catalogar el estilo de Los Estanques, porque dentro de ese Pop Progresivo Psicodélico, marca de la casa, caben tantas cosas distintas que es imposible saber por dónde van a salir. Una canción suena al Led Zeppelin más cañero y otra a los Beatles más melosos, que, como Los Estanques, también se atrevieron con el italiano.
Su música no da tregua. Ellos tampoco. Íñigo Bregel, German Herrero (guitarra y coros) y Andrea Conti (batería), tres de los cuatro estanques, apuran el piti y la cerveza durante su charla con El Cultural. Están tranquilísimos, vacilones y tienen esa complicidad que da llevar años compartiendo piso, alegrías, miserias y una pasión: la música.
"El disco es un poco como nos gusta vivir la vida. Nos tiramos en el sofá, pero luego salimos y pum, pum, pum", cuenta Íñigo, la voz cantante de la banda y la conversación, sobre cómo han sido capaces de darle una cohesión al álbum. "Hemos tratado de mantener siempre la energía. Cuando llevas mucha, la siguiente canción frena un poco y cuando estás muy parado te mete un chute".
La banda de treintañeros no son supersticiosos y ni creen en eso de "en martes 13 ni te cases ni te embarques". Por eso, sus discos siempre tienen el mismo número de canciones. "Malcolm Scarpa, que era uno de nuestros ídolos, metía 26 canciones por disco, y nosotros tenemos la coña de que, como nunca vamos a ser la mitad de buenos que él, solo podemos aspirar a 13", reconoce el frontman.
"El gran genio incomprendido de España", que falleció en 2022, era vecino del madrileño barrio de Pueblo Nuevo. Este también es el refugio de algunos de Los Estanques, que siguen viviendo allí años después de aterrizar en la capital. Pero reivindican que son de Santander, "de pueblo", y funcionarios de la música, de los de vocación. Aunque todavía no pueden ganarse la vida solo con su proyecto —"13 canciones y mira, más pobres que las ratas"—. Además de tocar en la banda, Bregel hace producción y los demás son profesores de música. "Seguimos poco a poco, malviviendo".
En este sentido, este último disco también supone una nueva etapa para la banda. Siempre acostumbrados a la autoedición, bajo su propio sello Inbophonic Records, y recelosos de dejar su trabajo en manos ajenas, Los Estanques han comenzado una nueva aventura con Sonido Muchacho. La discográfica, que aglutina gran parte del talento nacional, ya no solo puede presumir de fichar a jóvenes promesas sino también a grupos veteranos, los últimos: la banda cántabra o Pignoise el año pasado.
"Les hicimos una oferta y ellos la compraron. Estamos probando a ver qué nos puede ofrecer un sello y era un buen disco para probar, porque es el más loco". Uve es un álbum hecho con la osadía de no querer encasillarse nunca, "puede ser un batiburrillo de estilos, pero al final es lo que nos define".
Aun así, la música de Los Estanques bebe directamente del rock progresivo y psicodélico de la década de finales de los 60 e inicios de los 70, algo que lejos de ser un obstáculo que les haga quedarse fuera de lo que está sonando actualmente, para ellos es una virtud: "Nos limitaría más ponernos un Auto-Tune".
Además, insiste Germán, lo que está fuera de ese circuito convencional "es lo que realmente está pasando". La banda forma parte de una escena muy concreta, la de la psicodelia, que comparten a medias con grupos como Derby Motoreta's Burrito Kachimba, que han hecho de la kinkidelia su bandera.
Por eso, a Los Estanques no les importa meterse en jardines y tienen cero complejos. "Hubo una época en la que pensaba que estábamos locos, pero luego viendo el resto de gente, creo que somos los más normales. Somos gente a la que le gusta hacer música, no el mamoneo. Nos gusta enredar, nos gusta la armonía, la melodía, nos gustan los instrumentos, nos gusta ensayar. Después de estar mucho tiempo en Madrid y viviendo la movida, nos damos cuenta de que lo último para la gente es la música y nosotros no somos de esos. Y creo que se escucha", dice Bregel, poniéndose serio por primera vez.
Tocaron ayer en el Festival Tomavistas de Madrid, junto con el fantasma del mismísimo George Michael, y en invierno girarán por las salas de toda España. Aunque la banda, que grabó este disco hace ya cuatro años, incluso antes que el de Annie B. Sweet, ya están motivados con el próximo. Prometen que, por primera vez, tendrá canciones de amor. "Estamos tirando para Nino Bravo y Mocedades". Una amenaza maravillosa.