Mucho más que una minifalda, eso quería demostrar que era Mari Trini (Murcia, 1947). La mítica cantautora no se dejó influenciar por la moda yeyé de los años 70 y se juró a sí misma que triunfaría en la canción vistiendo como le vinese en gana. "Un representante me dijo: 'Así vestida de negro, Mari Trini, no te va a contratar nadie' y yo dije: Eso ya lo veremos". 

Fue la primera mujer que apareció en Televisión Española llevando vaqueros, y la poeta y amiga Gloria Fuertes le dedicó el poema Cuando Mari Trini canta: "Con los ojos muy claros / con las ideas muy claras / pantalones ceñidos / y corazón de luz/". 

Escribió trescientas canciones y publicó veinticinco discos, —prácticamente uno al año entre 1965 y 2001—, un legado prolífico pero escasamente reivindicado. Quince años después de su prematura muerte a los 61 años, acaba de publicarse su primera biografía: Mari Trini: Retrato de una mujer libre (Efe Eme) escrita por la también cantautora Esther Zecco. 

Portada 'Mari Trini: Retrato de una mujer libre'.

Aunque sea de forma tardía, la reivindicación parece llegar en el momento justo, ya que la figura de las folclóricas está poco a poco despojándose de la caspa y el olor a rancio que siempre se le había atribuido injustamente. Recientemente, la canción Se acabó (1978) de María Jiménez se convirtió en un lema feminista. Siete años antes, en 1971, Mari Trini había lanzado Yo no soy esa, un alegato rebelde e inconformista en plena dictadura franquista. 

Zecco relata cómo la canción, que originalmente había sido escrita en francés, se metió en los hogares de las familias de clase media, —"en las cocinas de todas las casas había una mujer canturreando 'esa no soy yo' entre cacerolas y fogones"— y se convirtió en un canto de rebeldía a la mujer modosa y obediente, supeditada al hombre. Tanto Yo no soy esa como Ayer, que relata las experiencias amorosas de una mujer durante su vidaambas del disco Escúchame (1971) fueron canciones prohibidas en las radios españolas y tuvieron que pasar décadas para recuperarlas. 



"¿Sabes obedecer?", le preguntó el periodista López Pedrol en el programa De la mano (1985). "Sé desobeceder muy bien", contestó ella pícaramente. Esta entrevista, llena de perlas tan propias de la época, es un gran ejemplo de cómo Mari Trini siempre supo torear con el machismo y la censura. "Decir mucho sin decir nada", define Zecco. 

Su esfuerzo y tesón le costó, no fue fácil encajar en un mundo, el de los cantautores, predominantemente masculino, con excepciones como Cecilia, con quien compartió amistad. Y menos cuando ella nunca entendió la canción como protesta política. "Eso sí, luego escribe Yo no soy esa y se queda tan a gusto", apunta el crítico musical Fernando González Lucini, entrevistado en el libro. 

Aunque nunca quiso definirse ideológicamente a través de sus letras, Mari Trini fue parte de una generación de artistas de la década de los 70 (junto con Massiel o Rocío Durcal) que demostraron que las mujeres tenían un papel crucial en la creación y en la ejecución de la canción de autor y le dieron un nuevo aire feminista al género de la canción melódica, en un contexto sociopolítico difícil. 

En 1967, fichó por la RCA (Radio Corporation of America) donde conoció a cantautores como Patxi Andión y Luis Eduardo Aute, quien compuso para ella algunas canciones como El alma no venderé o Cuéntame una tontería, ya que la compañía no confiaba en el talento de la artista para hacer canciones comerciales. Tres años después, en 1970, firmó con Hispavox, discográfica con la que grabó su debut discográfico: Amores, pistoletazo de salida de su carrera. Con él, se convirtió en la primera cantautora española en alcanzar el número uno en las listas de longplays. 

Mari Trini era una murciana afrancesada —en eso sí que coincidió con Serrat,—ya que desde muy jovencita se fue a vivir a París, enamorada de la chanson francesa. Allí firmó su primer contrato discográfico. Antes pasó por Londres, donde viajó como protegida del cineasta Nicholas Ray, al que conquistó profesionalmente con los colores de su voz una noche de 1963 en el Nikka's, un bar madrileño cerca de Torres Blancas donde era fácil toparse con Ava Gardner. El director de Rebelde sin causa apadrinó a la cantautora y le costeó los estudios, así como su estancia en el extranjero. 

La biografía de Zecco recoge su paso por París como una etapa muy feliz de la artista, en la que se liberó de los prejuicios que existían en la España del tardofranquismo. Vivir la efervescente Francia de mayo del 68 hizo que se empapase del existencialismo sartreano tanto espiritualmente como estéticamente. Siempre sencilla, de negro o blanco hasta los pies y evitando las vestimentas coloridas de las chicas yeyé de la época. 

"Con su aspecto físico hizo política e hizo feminismo, que se vistiera con pantalones, que no siguieran los preceptos de la moda de la época, marcada por las minifaldas, es negarse a buscar la complacencia de la mirada ajena", asegura la artista Miren Iza, vocalista de la banda Tulsa, en una entrevista recogida en el libro.

Sin embargo, esta declaración de intenciones se ha tenido en cuenta a posteriori, ya que, en su momento, la artista fue duramente criticada. "Que era una marimacho, decían. Ahora, fijate, me gustan mucho las faldas", ironizó ella misma.



Mari Trini era una mujer contradictoria, humana. Tanto, que acabó protagonizando una portada en Interviú. Se desnudó cuando quiso, para demostrar que no tenía una pata de palo como todo el mundo iba diciendo por ahí. Algo que, junto con su mueca facial tan característica, provocada por una intervención quirúrgica, le afectaba profundamente.  

Por eso, incluso esa arriesgada decisión,—que tantas críticas le valió—, fue un acto de rebeldía ante una sociedad que se había empeñado en convertirla en "una mujer triste, tétrica", lamentó ella misma en una entrevista. Como apunta Zeccho, es posible ver la evolución de su carrera a través de la forma de vestir de Mari Trini, que cada vez se vuelve más transparente.

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Aun así, siempre conservó su vida privada a buen recaudo, lo que la convirtió en una artista misteriosa, arisca e inalcanzable, y mitificó su figura. "Tiene que haber misterio, aunque a veces sea doloroso", aseguró en el programa Por la mañana en TVE (1987). De ahí que Zecco, que ha limitado la biografía "a lo que ella realmente quiso explicar en vida", no hace mención explícita a su vida amorosa, aunque es bien conocido que mantuvo una relación Claudette Lanza, su manager y compañera sentimental hasta el final. 

Mari Trini escribió su primera canción, la primera de tantas, a los ocho años. Una enfermedad, la nefritis, le postró en la cama de los seis hasta los 14 años. Para cuando pudo salir, la vida ya le había puesto el sostén. Fue adulta antes que niña y desarrolló una sensibilidad y un mundo interior que le acompañó siempre. También lo hizo su voz grave y rasgada, llena de personalidad.



Tras las complicaciones médicas provocadas por un cáncer de hígado, la artista falleció en 2009. Como indica Esther Zecco, a día de hoy todavía no se ha celebrado en España un concierto de homenaje a Mari Trini a nivel nacional. Un legado incalculable de casi cuarenta años de historia de la canción que todavía "está caliente", nunca es tarde para reivindicarlo.