El flamante lanzamiento del álbum Pepito y Paquito, que recoge unas grabaciones inéditas de Paco y Pepe de Lucía cuando estos tenían 11 y 13 años, respectivamente, ha sacudido la comunidad flamenca. El documento es primoroso: 21 cortes grabados entre 1959 y 1960 evidencian el prematuro talento de los hijos de Antonio Sánchez Pecino y Luzía Gomes, 'La Portuguesa'. Paco, fallecido hace diez años, fue para muchos es el mejor guitarrista de la historia, y Pepe sigue siendo una de las voces más aclamadas entre los cantaores flamencos del siglo XX. Una polémica, en cambio, sobrevuela esta historia.
Es oportuno remontarse hasta mediados de los años 40 del siglo anterior para comprender la dimensión de este hallazgo. La familia Sánchez Gomes vivía en el humilde barrio de La Bajadilla (en el extrarradio de Algeciras, Cádiz), poblado mayoritariamente por familias de etnia gitana. Poco después de que nacieran Pepe (1945) y Paco (1947), los últimos en llegar después de María, Ramón y Antonio, la familia se mudó desde la calle San Francisco a una vivienda más modesta en la calle Barcelona.
La infancia de los artistas en ciernes transcurrió junto a la familia de Reyes Benítez, íntimo amigo de Antonio Sánchez, que depositó en sus hijos todas las ilusiones para que, a través de la música, se ganaran la vida y sacaran la familia adelante. Ramón de Algeciras, el mayor de los varones, ya lo hacía como guitarrista, pues formaba parte del elenco que acompañaba a Juanito Valderrama, cantaor que integraba en sus filas al gran maestro Niño Ricardo como guitarra principal. Antonio Sánchez descubrió muy pronto, cuando Paco tenía seis años, que el gran genio de la guitarra flamenca sería su hijo menor.
Sin embargo, a finales de los años 50 "el indiscutible prodigio era su hermano Pepe", relata el escritor y periodista Juan José Téllez, biógrafo de Paco de Lucía, en un texto incluido en el libreto que acompaña al álbum que nos ocupa, de cuyo lanzamiento es responsable la Fundación Paco de Lucía y la discográfica BMG. En aquellos tiempos, el guitarrista que acompañaba al cantaor —Pepe de Lucía, en este caso— tenía un papel secundario. A Paco, todavía muy joven, le faltaba mucho camino por recorrer hasta convertirse en un concertista como Sabicas, al que admiraba profundamente.
Con 11 y 13 años, Paco y Pepe de Lucía establecieron su centro de operaciones en la fábrica de corcho que regentaba Reyes Benítez. Junto a sus hijos, Reyes, Quique y Pepe, los niños de La Portuguesa jugaban y hacían sus primeros pinitos flamencos, influenciados por Niño Ricardo, referencia imprescindible para Paco, y otras grandes figuras de la época: Manolo Caracol, Pericón de Cádiz, Antonio Mairena, La Niña de los Peines, La Repompa, La Paquera de Jerez, Fosforito... Incluso la coplera Marifé de Triana, muy del gusto de María, la hermana mayor, que no hizo carrera en la música pero tenía un gusto excelso cantando.
Pepito y Paquito de Algeciras doblegaron una infancia marcada por la precariedad gracias al flamenco, inoculado en vena por un padre severo —Paco tenía asignadas ocho horas al día para ensayar con la guitarra— que, sin embargo, se negó a que sus hijos actuaran en las juergas privadas de los señoritos por una limosna, como a él le tocó hacer tantas veces. No sería descabellado pensar que las grabaciones que hoy integran este álbum correspondieran a los ensayos del recital que los hijos de Antonio Sánchez darían, en diciembre de 1959, en el Cine Terraza de Algeciras.
Lo que sí parece claro es que las sesiones transcurrieron en tres espacios: la casa familiar de la calle Barcelona, cuyo techo de uralita impediría el registro de un buen sonido; la casa del Boquerón, en la acera de enfrente; y la de Encarnación, la madre de Reyes Benítez, el amigo de la familia, prácticamente convertido en mecenas de Pepito y Paquito. Esta última estaba en la calle Muñoz Cobos, arriba, en el pueblo.
Bajo la supervisión de Reyes y Antonio, la parte técnica de la grabación quedó al mando de un exportador de pescado represaliado por comunista en la guerra. Se trataba de Pepe Marín, el que colocó a Ramón de Algeciras en la compañía de Valderrama. Y el artefacto que manipulaba era un magnetofón Grundig TK 46 de bobina abierta. Lo había conseguido Juan García, un estraperlista del Campo de Gibraltar que jamás hubiera imaginado que, 65 años después, estuviéramos hablando de él como uno de los principales responsables de los primeros registros sonoros de Paco y Pepe de Lucía.
¿Quién presenció, además de los aludidos, semejante acontecimiento? No estarían muy lejos, desde luego, los hijos de Reyes Benítez, habituales en el entorno que rodeaba a los niños de La Portuguesa. Antonio, hermano de Paco y Pepe, figura como palmero, mientras que los hermanos Parra —Tomás y Antonio Herrera Poveda— también tuvieron ese privilegio. Todo indica que el último miembro de este reparto sería el concertista de guitarra granadino Manuel Cano Tamayo, entonces residente en Madrid.
Según recuerda Quique Benítez, hijo de Reyes, un algecireño llamado Pepe Custodio trajo al guitarrista a la fábrica de corcho. Cuando este le deja una guitarra "de verdad" a Paco, queda consternado por la excelencia y la profundidad de su toque. Según sugieren los flamencólogos José Manuel Gamboa y Faustino Núñez en el texto que abre el mencionado libreto del álbum, el concertista habría sido determinante para que Pepe y Paco grabaran, ya como Los Chiquitos de Algeciras, con Hispavox un año más tarde. "Aunque aún mantenía compromiso discográfico con RCA, [Cano Tamayo] estaba en trámites de firmar con Hispavox, y fue el encargado de presentar a Los Chiquitos", leemos.
Gamboa y Núñez, a cargo de la guía de escucha en Paquito y Pepito, refieren el "sentido antológico" de esta compilación de grabaciones, pues constituye el registro de buena parte de los palos que predominaban entonces: bulerías, soleás, rumbas, fandangos, tangos, seguiriyas, alegrías y hasta cuplés —adaptados por bulerías— y villancicos. Los flamencólogos destacan el "conocimiento de los cantes y toques flamencos" y el apego de Paco y Pepe por lo que se hacía en aquel momento. Y es que la mayoría de las músicas que toman como punto de partida se habían grabado en aquellos años.
El interés de estas grabaciones, en las que predomina la naturalidad y el ambiente festivo —incluso el padre de los niños, poco dado a los elogios, se arranca con algunos olés— radica en su valor histórico y patrimonial. Los aficionados al flamenco disfrutarán del primer solo de guitarra de Paco de Lucía del que se tiene constancia, mientras que los iniciados pueden constatar el definitivo impacto que tuvo Niño Ricardo en el guitarrista de Algeciras, que calca las falsetas interpretadas por su ídolo en el disco Toques flamencos de guitarra (1958), al que los dos hermanos vuelven recurrentemente en estas grabaciones.
Lo que ahora toma forma de álbum gracias a Jesús Bola, el ingeniero de sonido encargado de la restauración y la mezcla —el mismo que antes trabajaría con Paco de Lucía y Camarón y, mucho después, se haría cargo de los arreglos de cuerda en algunos temas de El mal querer, de Rosalía—, supondría entonces la antesala de una carrera meteórica e insuperable, la de Paco de Lucía, y un impulso definitivo para su hermano Pepe, cuyo talento para el cante sigue siendo aclamado.
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El éxito de los hermanos en el I Concurso Internacional de Arte Flamenco de Jerez en 1962, celebrado en el Teatro Villamarta cuarenta años después del emblemático concurso de cante jondo de Granada, pondría su nombre en circulación por toda la comunidad flamenca. Además, el montante del premio les sirve para mudarse a Madrid, al número 17 de la calle Ilustración. Inmediatamente después, el bailarín José Greco incorpora a Pepe a su compañía para hacer las américas. Paco, que llegaría más tarde, recibió allí, de manos de Sabicas, el consejo que le cambiaría la vida: "Haz tus cosas propias". Pero esa es otra historia.
Un tesoro en una caja de membrillo
La que ahora nos atañe se ha visto tristemente manchada por una controversia que implica a las familias Benítez y Sánchez Gomes. Un desencuentro que, con toda seguridad, habrían lamentado los difuntos Paco de Lucía y el gran amigo de la familia Reyes Benítez, que regaló al artista su primera guitarra. La polémica surge en torno a la procedencia y la propiedad de esas grabaciones, cuyo material original —la cinta de bobina abierta de aquel magnetofón proveniente del estraperlo— custodiaba en exclusiva la familia Benítez.
Cuando la familia Sánchez Gomes se marcha a Madrid en 1962, las grabaciones se quedan, por voluntad de Antonio Sánchez, en casa de los Benítez, concretamente dentro de una caja de membrillo. Estos emigrarían a Alemania poco después y, a su regreso, en 1968, Quique Benítez, uno de los hijos de Reyes, se asegura de que siguen ahí. Cuando contrae matrimonio, en 1975, se las lleva consigo a su nueva casa. Tuvieron que pasar casi 30 años para que aquel material volviera a cobrar protagonismo.
"Era el año 2004. A Paco de Lucía le habían otorgado el Premio Príncipe de Asturias de las Artes", escribe el periodista Fernando Silva en un artículo publicado el 24 de febrero en Europa Sur. En él testimonia que, junto al técnico de sonido Luis López-Bellido, participó en la digitalización de esas grabaciones. "Las reprodujimos en un Revox", continúa, y al término del proceso enviaron el nuevo material, en un cedé, al círculo íntimo de la familia Sánchez Gomes. Entre los destinatarios se encontraban Paco de Lucía, que las recibió a través del poeta Félix Grande, y Pepe de Lucía.
Lo que ahora reivindica la familia Benítez, sobre todo a través de Pepe, uno de los hijos de Reyes, es "la dignidad" de su padre: "Que no se diga que las cintas han aparecido en un armario". En estos términos se expresó el pasado miércoles en el programa Hoy por Hoy, de Cadena Ser Campo de Gibraltar. Y es que según la nota de prensa lanzada por BMG, la discográfica que se hace cargo del álbum recién publicado, "se conocía su existencia; pero no su paradero. Hasta que Quique Benítez, hijo de Reyes, las redescubrió en 2022".
"Ellos sabían de la existencia de estas cintas", contradice Pepe, el hijo de Reyes Benítez, y recuerda cómo "cuando Paco de Lucía fallece es cuando entran los nervios por recuperar las cintas, se forma una caravana como las de los buscadores de oro". Además, "Pepe [de Lucía] lleva mucho tiempo detrás de ellas", añade.
Pero ¿qué intención tendría el hermano mayor de Paco de Lucía en ocultar el anterior paradero de estas grabaciones, así como el camino que siguieron hasta su última restauración? El periodista Fernando Silva sospecha que "Pepe querría tener un material original por el tema de los derechos de explotación", lo que le habría conducido a obviar —o minusvalorar— la participación directa de Reyes Benítez en esas grabaciones.
En la misma línea, Pepe Benítez aseguraba en Cadena Ser que Pepe de Lucía "está intentando proteger los derechos de reproducción, pero, según me he informado estos días, estos son del primero que graba. Está mintiendo, está apoyándose en medias verdades. Lo que está buscando es dinero", apostilló. ¿Quiere entonces la familia de Reyes Benítez esos derechos? Este miércoles su hijo aseveró que no; que simplemente pretendían preservar la memoria de su padre. Pepe de Lucía, por su parte, se mostró categórico días antes en el mismo programa: "Si quienes están ahí son Paco y Pepe, las grabaciones son de Paco y Pepe".
En todo caso, ¿cómo puede ser que Pepe de Lucía reclamara las grabaciones si, según los hijos de Reyes Benítez, ya se las habían mandado? En declaraciones a El Cultural, Silva relata que él mismo se las entregó en el verano de 2022, en soporte DAT —abreviatura inglesa de "Cinta de Audio Digital"—, y sugiere que, tal vez, el formato en el que las había recibido en 2004 no servía para la restauración que se ha hecho ahora, esto es, necesitaban el material original.
Unas declaraciones de Paco de Lucía, recogidas por Silva en el citado artículo de Europa Sur, dan buena medida de la trascendencia que tiene este desencuentro. A la muerte de Reyes Benítez, el guitarrista se referió a él como su "segundo padre" y tuvo palabras para "su querida familia": "También es un poco mía", dijo. Por su parte, Antonio Sánchez Pecino siempre deseó que "las generaciones de las dos familias que han ido sucediéndose se conozcan y mantengan ese nexo antiguo y sincero que les han legado", según recoge Silva en su artículo. Parece que este episodio será un obstáculo difícil de superar.