"Quien nació semilla, que no se conforme con techo y paredes. Si hay tanto que quieres, que el campo se espere”, canta Valeria Castro, (La Palma, 1999) en una de las canciones de su álbum debut Con cariño y con cuidado (2023). Y así ocurrió. Los nubarrones negros, que habían obligado a aplazar el concierto el día anterior, comenzaron a dispersarse cuando la cantautora canaria pisó finalmente el escenario del parque madrileño Tierno Galván.
Lo hizo con la misma sencillez, elegancia y humildad que desprende su música. Vestida de blanco, rodeada de la naturaleza y junto con una gran banda, la artista presentó en el festival Alma, extensión madrileña del evento catalán, un disco que está escrito con los ojos puestos a 2.000 kilómetros de distancia de la capital. Quién lo diría. Porque esa oda a su hogar, La Palma, que brotó de Valeria tras la erupción del volcán Tajogaite que arrasó la isla, ya ha viajado por toda España.
"Pensé que estaba escrito para un momento concreto, pero lo bonito es que cada uno encuentre su historia, su raíz, y se quede cuidando lo que lleva dentro", dijo la artista, guitarra en mano, ante las 4.000 personas que procedieron a hacer suya La raíz, esa canción que buscó ser un consuelo personal ante la tragedia y acabó valiéndole una nominación a los Grammy Latinos.
La artista siguió reivindicando su tierra, con su folk reposado y sensible, sacando al escenario a artistas canarios como Pedro Guerra, con el que cantó Si yo pudiera, y al músico y timplista Benito Cabrera para interpretar un hogar. En el comienzo de la canción, la voz de Micaela, su abuela, se lamenta cómo el volcán se tragó todos sus recuerdos. "Pero la vida sigue", se resigna. Porque "hay mil razones para no olvidar la tierra que me vio nacer", canta Valeria, que con su voz del buen decir, del no acusar, cree que "hay que seguir para delante, que un hogar es quien lo habita".
Además de la visita de sus compatriotas, subieron al escenario los murcianos de Viva Suecia a interpretar el single Hablar de nada, así como Guille Galván y Jaime Latorre, de Vetusta Morla, que acudieron a la cita del Tierno para tocar El amor de Andrea, canción que les valió la nominación a los Goya 2024.
Su última gran sorpresa fue la presencia de las gallegas Tanxugueiras, con las que comparte una gran amistad y Hoxe mañá e sempre. La joven, a sus 25 años, parece ser un imán del talento patrio. El aprecio y el agradecimiento que dejaron ver sus compañeros de profesión hacia la artista es síntoma de la proyección y el excelente futuro que le espera.
Siempre acompañada de los instrumentos de cuerda y de la percusión, la cantautora interpretó cada una de las canciones del álbum, —siendo las más emocionantes costura, abril y mayo y costumbre—, así como de su EP, Chiquita, de forma desgarrada, siempre al borde de la quiebra, del llanto. Incluso se atrevió con una canción que pareciera escrita para ella: Todo cambia, de la argentina Mercedes Sosa.
La joven bailó desinhibida por el escenario, feliz, en "el concierto más grande que nunca he dado" y mostrándose ante el público sin caretas, no las necesita. No hay ápice de falsa humildad en su timidez, en su ternura. Valeria es capaz de crear un refugio emocional universal en el que todo el mundo cabe, convirtiendo un concierto multitudinario en una velada íntima.
Al interpretar guerrera, homenaje a su madre y a su abuela, solo se oía el movimiento de las copas de los árboles, el parque enmudeció. Después de hora y media, y una decena de canciones, terminó con lo que siento. Una ovación levantó al público de sus butacas. "Pa' cuidarse, pa' quererse, pa' ser de una y también de la gente", cantó esta "niña palmera", que entiende la música con tal cariño y cuidado, ante el que es imposible no desarmarse.