Érase un centro comercial fantasma
En 1999, un grupo de tenderos del barrio de Ciudad Lineal unieron sus fuerzas para crear el Alcalá Norte, un centro comercial de barrio y para el barrio. Pionero en su género, fue el primero que se construyó sin el aval de capitales extranjeros o de grandes firmas nacionales.
Tenía capacidad para 223 tiendas, en su mayoría de pequeños comerciantes de la zona, y hacía de nexo de unión entre la calle Alcalá y Arturo Soria. Desde entonces, y en el mismo lugar donde, de 1945 a 1987, residía el monumento franquista La Cruz de los caídos, un gran monolito con el nombre de Alcalá Norte vigila la plaza.
Un poco más oxidado, por dentro y por fuera, el centro comercial parece seguir ahí como símbolo de resistencia. Como un barco varado en mitad de esa isla desierta que se ha convertido este punto de la extensa calle Alcalá, donde abren y cierran nuevos negocios prácticamente cada semana, y donde nada está destinado a permanecer.
Al entrar en el Alcalá Norte cuesta imaginar su época de esplendor entre tanto cartel de Se vende o Se alquila, pero la tuvo. Antes de que un halo fantasmagórico se impregnase en el edificio y que a las tiendas que siguen ahí las llamasen supervivientes, fue el primer sitio de encuentro para varias generaciones del barrio.
Ese lugar fresquito donde buscar cobijo en verano, donde ir al cine barato, donde sentarse en los sillones de hidromasaje por saldo a pasar la tarde. Así lo fue para la banda madrileña que decidió rescatar el nombre, encontrando en este no lugar, su tótem sagrado. Quién iba a decir que de un sitio tan muerto iba a brotar algo tan vivo.
Los Ciudalis contraatacan
En realidad, la banda, fundada en 2019 por Álvaro Rivas (vocalista), Jaime Barbosa (batería) y Juampi Juliá (guitarra) no iba a llamarse Alcalá Norte, sino Ciudad Lineal, pero dio la afortunada casualidad de que ese grupo ya existía. Aunque dos de ellos habían empezado a tocar en otras bandas —nada más ni nada menos que en Guarrerías Preciados y Los Pablos— estos tres amigos de toda la vida decidieron emprender el camino juntos pandemia mediante.
No fue un camino de rosas, sino más bien empedrado y cuesta arriba. En estos cinco años desfilaron hasta cinco o seis músicos en sus filas y fueron dos las veces que la banda casi llegó a disolverse.
Todo cambió cuando Carlos Elías, productor de la banda y ahora su guitarrista, entró en escena en la primavera de 2023 para sentar cabeza y sentencia: hay que hacer un disco. Ficharon a su bajista actual, Pablo Prieto "Admin", que vivía en Barcelona y nació su álbum debut homónimo (Balaunka, 2024). Después se unió Laura de Diego a los teclados.
Cada vez es más raro ver este tipo de grupos Frankenstein, estando acostumbrados a la heterogeneidad imperante en la mayoría de bandas de la escena underground. Pero en Alcalá Norte, cada uno de estos treintañeros parece ocupar su lugar. Rivas compone y ejerce de frontman, Barbosa se encarga de camelarse al personal con su desparpajo y rular el porrón en cada concierto, Juliá pone el toque british sofisticado, Elías la cabeza y la constancia, el Admin los memes y De Diego la dulzura entre tanta testosterona.
Entre The Cure y Nacha Pop
Al escuchar sus primeras Maquetas tempranas (2021) era fácil catalogar a Alcalá Norte como una banda de postpunk, similar a Depresión Sonora, y herederas del sonido de Joy Division o The Cure, a quien tocaban constantemente en sus primeros ensayos. Y no han renunciado a él. Barbacoa en el cementerio, una de sus primeras canciones, sigue formando parte del repertorio en sus conciertos, así como 420N o No llores Dr. G, compuestas durante esa etapa más oscura y que finalmente fueron incluidas en el álbum.
Pero su sonido ha ido formándose y evolucionando del rock de gasolinera hacia el pop ochentero de la Movida y también el pop noventero de Mánchester. Hay quienes juran que los primeros acordes de La vida cañón, su emblema definitivo, son los mismos que Antes que salga el sol, de Nacha Pop, y quienes los ven en el Waterfall de The Stone Roses.
Lo más curioso es que una de las grandes diferencias entre los miembros de la banda son sus influencias musicales. Barbosa, heavy hasta la médula, sueña con el día en que le dejen meter su mano más rockera en la banda, mientras que Rivas y Juampi sueñan con que los hermanos Gallagher hagan de una vez las paces. Aun así, eso no ha impedido que se hayan puesto de acuerdo para conseguir un sonido propio. No suena a esto, ni a aquello, suena a Alcalá Norte.
Historia, filosofía y fútbol
Un concierto de Alcalá Norte es como ir a misa un domingo de resaca o asistir a una clase de historia en la barra del Docamar. En él, Rivas, con el torso desnudo y una corona de hojas de parra, siempre recita la homilía que forma parte de Westminster, una de las canciones que mejor representa el espíritu de la banda: "Por el decreto de Dios, para la manifestación de su propia gloria algunos hombres y ángeles son predestinados a la vida eterna y otros preordenados a la eterna muerte", comienza.
Lo hace encarnado en Dionisio, ese Dios juerguista que dicen que vive en La calle Elfo y suele irse de after al Alcalá Norte. Después, se pone el casco prusiano Pickelhaube para afinar un cántico a la sangrienta batalla de la I Guerra Mundial: "Desorientado en Langemarck, caminando sobre cascos", y otro sobre el Ministro de propaganda nazi: "Goebbels se mira en el espejo, y ve a muchos chicos con su corte de pelo y un traje diseñado por él", canta en No llores Dr. G.
Sus canciones parecen himnos generacionales del siglo XX. Para componerlas, Rivas, que siempre dice que tras dejar los porros ha vuelto a ser un ávido lector, mete en una coctelera un batiburrillo de historia, de religión, de filosofía de Hobbes y las Tempestades de acero de Jünger y de referencias de la literatura universal. También de idiomas: euskera, catalán y francés convergen en una misma canción (Los chavales) a la que mejor no buscarle sentido.
Pero no todo va a ser sesudo y complejo. Porque Alcalá Norte también le canta al fútbol, —"¿Acaso crees en Dios, Toni Kross?" / "No te vayas, Ronaldo, no te marches de aquí, quédate con nosotros, pasa de ellos, tú eres de aquí" —y al barrio, aunque no tanto desde un punto de vista reivindicativo.
En sus letras no hay gritos en contra de la gentrificación, sino una oda a un Madrid en peligro de extinción, más parecido al de Cuéntame, que al de la actualidad. De hecho, La vida cañón surgió de un recorte de prensa de la revista Mundo Gráfico de 1935. En él, le preguntan a un señor de una corrala de Lavapiés qué haría si le tocase el gordo de la lotería: "Si me tocase me daría la vida cañón. Se acabó el ir de claqué a los teatros y el ver los toros desde la andanada del seis. Mi butaquita, mi tendidito en Las Ventas, y además, a viajar: a Burgos, de donde era mi padre, y a Soria, de donde era mi madre. Me compraría un gramófono, y a la parienta un mantón".
No son otro grupo de chavales con guitarras cantándole explícitamente a los problemas generacionales, de esos ya hay muchos. Ahí reside otro de sus encantos y la explicación de que su éxito no solo se ha quedado en la capital, sino que se ha desbordado por toda España.
Los nuevos príncipes del indie
Alcalá Norte son madrileños (con raíces argentinas y catalanas) de sello vasco: Balaunka. Esta pequeña discográfica, con sede en Madrid, apostó por su potencial tras escuchar unas primeras maquetas. Cuando empezaron, la banda se dedicaba a repartir flyers por conciertos de colegas y amigos, pero para difundir el álbum, optaron por una exitosa campaña de acoso y derribo en X (antes Twitter), liderada por el bajista del grupo.
Los memes, la espontaneidad y el algoritmo hizo que para el primer bolo de presentación del álbum en la capital, en la sala El Sótano, 200 personas se quedaran fuera. Aunque en ese momento, finales del mes de abril, nadie podía prever la histeria colectiva por la banda que vendría después.
Rosalía cantando La vida cañón a 1,5 millones de seguidores en su canal de Whatsapp era difícil de predecir. Porque aunque Alcalá Norte llevaba rondando la escena underground tiempo y estaba vinculado a grupos más asentados— como Depresión Sonora, Carolina Durante, Camellos, Dharmacide, Los recuerdos, Biznaga— han pasado de ser la comidilla de los corrillos indies a coger una dimensión casi mainstream.
La vida cañón ya no es una simple canción, se ha convertido en un concepto tan amplio que sirve para celebrar desde cualquier cosa cotidiana hasta el ascenso a primera división, como hizo el Real Valladolid. Aun así, la banda parece querer seguir fiel a su esencia y no venderse a grandes discográficas o los gustos musicales imperantes, siguiendo la senda de grupos como Los Planetas, a los que telonearán el próximo mes de septiembre en el fin de gira del 30º aniversario de Super 8 en Granada.
La Gira Cañón
Cuando sacaron el álbum, pensaron que tendrían un verano tranquilo. Algún bolo por aquí, por allá. No se imaginaron que de la noche a la mañana debutarían ante miles de personas en el festival madrileño Tomavistas, a la misma hora que Los Planetas. Después llegó el Primavera Sound y próximamente el BBK Live de Bilbao.
Aunque la banda ha demostrado que es capaz de dar el callo en el formato impersonal de los festivales, Alcalá Norte es un grupo que se disfruta en salas, como en la Wurlitzer. Por eso, han anunciado su Gira Cañón, con más de cuarenta conciertos por todo el territorio nacional hasta enero de 2025, donde ya en algunos sitios, como en Madrid, han colgado el cartel de todo vendido.
Como suele pasar cada vez que un cometa de estas características sobrevuela la industria musical, hay mucho debate sobre si se quedará en un simple hype, una estrella fugaz. Mientras tanto, los chavales de Alcalá Norte han vendido 300 vinilos en dos semanas, en sus conciertos ya no quedan casi camisetas y ya están cocinando las letras de su segundo álbum.