En 2002, una jovencísima Avril Lavigne de 18 años debutaba con su álbum Let go, que incluía las míticas canciones Complicated o Sk8er boi. Un año después, en 2003, nacía Olivia Rodrigo. La californiana, que empezó su carrera en Disney Channel como actriz, lanzó recién cumplida la mayoría de edad su primer álbum: Sour, un honesto debut sobre una ruptura sentimental, considerado disco del año para la revista Rolling Stone y con el que se llevó a casa tres premios Grammy en 2022. 

No es la primera chica Disney que se desmarca de la factoría del tío Walt ni tampoco la primera que coquetea con el rock, Miley Cyrus ya lo hizo antes. Pero Rodrigo, que creció acompañada con las bandas ochenteras, noventeras y dosmileras que escuchaban sus padres, desde The Cure a The White Stripes pasando por No Doubt, parece haber resucitado en los últimos años el género del pop-rock en las listas comerciales de éxitos.  

Porque Rodrigo no deja de ser una artista pop, pero posee una imagen punki y rebelde, inspirada en la estética adolescente dosmileraque se acerca más a Lavigne y a Gwen Stefani que a Taylor Swift. Aun así, la joven bebe profundamente de Swift, sobre todo a nivel compositivo, y nunca ha dudado en considerarla referente. Por lo que no es descabellado preguntarse si dentro de unos años veremos a Rodrigo llenando estadios de fútbol en España.

La cantante y actriz estadounidense Olivia Rodrigo durante el concierto ofrecido este jueves en el Wizink Center en Madrid. EFE/Rodrigo Jiménez

La buena relación entre ambas se refleja perfectamente en su fandom, muchas de las fans que acudieron al Bernabéu el pasado mes mayo sabían que tenían una cita este jueves en el WiZink Center. El dress code no difería mucho, —lentejuelas, brillibrilli, medias de rejilla y converse negras—, solo debían cambiar el color rosa por el morado.

Tras pasar antes por Barcelona, la artista filipina-estadounidense llegó a Madrid para presentar su segundo álbum: Guts, otro desahogo adolescente, pero más guitarrero. Just a girl, de No Doubt sonó por los altavoces minutos antes de comenzar el concierto. No fue casualidad. La canción, que retrata el paso de la niñez a la adolescencia y la dicotomía entre el poder y la vulnerabilidad femenina, parecía un presagio. 

Los gritos empezaron pronto, incluso antes de que Rodrigo arrancase el concierto con la cañera bad idea, right?, debido a los nervios incontrolables y tiernos del juvenil público. El protagonismo de la banda en el escenario, formada por batería, guitarras y coro, dejó claro que la artista iba a echar buena mano de ella. 

La cantante y actriz estadounidense Olivia Rodrigo durante el concierto ofrecido este jueves en el Wizink Center en Madrid. Foto: EFE/Rodrigo Jiménez

"¿Cómo estás, Madrid?", saludó en un casi perfecto castellano para continuar con Ballad of a homeschool girl, que junto con get him back! o all-american bitch, podría perfectamente pertenecer a la discografía de Lavigne. 

"Todo lo que hago es trágico, cada chico que me gusta es gay, cada día que estoy viva  es un suicidio social", cantó llena de sarcasmo. Como buena piscis, la artista no dudó en vomitar sus sentimientos, su dolor e inseguridades sin pudor, hablando sobre sus rupturas (drivers license), los celos (obssesed), la envidia (jealousy, jealousy), la rabia (happier) y su adultez precipitada (teenage dream). 

Lo hizo con tal naturalidad que parecía que estuviese en su cuarto, a solas, y no delante de 17.000 personas. Para las fans fue un ejercicio catártico. Porque a través de sus letras exorcizan sus traumas, se encuentran a sí mismas, y de paso, encuentran las palabras justas que le dirían a su ex si pudieran. 

"Guapa, guapa y guapa", gritaron los fans. Y Olivia, experta en combinar la dulzura con una palabrotería entrañable, calificó al público madrileño más de una vez como "jodidamente divertido", y dejó caer que era su primera visita a la capital, aunque ya había probado las croquetas. Correteando de un lado a otro del escenario, subida a una luna flotante —donde cantó logical y enough for you—, acompañada de un enérgico equipo de baile y cambiando hasta tres veces de vestuario, la artista fue intercalando las canciones de sus dos álbumes.

En total, 23 singles, poco más de hora y media, y sin ningún sobresalto en su repertorio, ya que repitió el mismo show que lleva haciendo durante toda su gira por Europa. A nadie pareció importarle. 

Fue difícil identificar cuál fue la canción más coreada, todas y cada una de ellas parecían escritas para ser cantadas en ese preciso instante. Si alguna vez se pierde la fe en la música en directo, habrá que ir a un concierto de una estrella del pop adolescente para recuperarla. A veces es fácil y reconfortante ser solo una chica.