La duda estaba instalada después de la última semana de incertidumbre provocada por los recientes tres conciertos cancelados de la gira europea de Pearl Jam (uno en Londres y dos en Berlín) por motivos de salud. Un pequeño susto que acabó generando (aún más si cabe) unas tremendas ganas de disfrutar en directo a la legendaria banda de Seattle en el primero de los dos conciertos que darán en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
Y es que Pearl Jam sigue siendo la referencia más clara y reconocible en activo del rock de los 90. El grupo formado por Stone Gossard, Jeff Ament, Mike McCready, Matt Cameron y Eddie Vedder lleva más de 30 años manteniendo su insobornable discurso musical y una colección de canciones que puede poner los pelos de punta a cualquier ser humano que tenga sangre en las venas.
Así que, con la suerte de nuestro lado, los de Seattle se presentaron puntualmente sobre el escenario de un Palau Sant Jordi con algo más de 15.000 personas en el que todavía quedaban algunos asientos libres probablemente debido a los elevados precios de las entradas.
Aun así, la tensión y la energía eran muy palpables en el aire por parte de una audiencia acólita y perfectamente preparada para dejarse la garganta con las canciones que desfilarían a lo largo de la noche.
De tal manera que, mientras de fondo sonaba A Man Needs a Maid de Neil Young, los miembros de la banda fueron apareciendo puntuales sobre un escenario minimalista y levemente iluminado para iniciar con tranquilidad los acordes de un clasicazo como Footsteps, una canción que les acompaña desde antes incluso de su primer disco. Sonó con preciosidad infinita mientras el público coreaba al filo de sus gargantas. Sin duda todo un regalo para comenzar y metiéndose al público en el bolsillo en tan solo cinco minutos.
Después continuaron con Nothingman y Present Tense, otras dos joyas ejecutadas con tan solo unos focos a contraluz al fondo del escenario, mientras la cálida y potente voz de Eddie Vedder ejercía de protagonista absoluta en un rito que parece no se acabará nunca.
Una tríada de canciones relajada y tranquila con la que probablemente solo Pearl Jam pueda permitirse el lujo de comenzar un concierto de estas dimensiones. A ellos siempre les ha gustado comenzar suave y que la cosa vaya subiendo, como un cohete que se toma tranquilamente su tiempo en despegar pero que luego describirá una órbita emocional de la que no querrás bajarte.
Vedder se mostró comunicativo en todo momento y explicó en un voluntarioso castellano lo contentos que estaban de volver al escenario después de las ‘penurias’ de los últimos días. ‘“Estamos muy felices de estar aquí con todos vosotros en la cima de esta montaña en una de las mejores ciudades del mundo, Barcelona", recordaba Vedder mientras McCready se adelantaba con la intro de Given To Fly. Se hace muy difícil no quererles.
Y a continuación, con Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town, el Palau coreó a viva voz y en una sinfonía de gargantas que celebraba la belleza de la música, de la vida y de las canciones que te atraviesan el corazón.
Después, un pequeño bloque con las tres primeras canciones de su último trabajo, Dark Matter, comenzando con el riff roquero y afilado (y su guitarra a la contra muy al estilo de AC/DC) de Scared Of Fear, seguido del alegato activista de React, Response y culminando con la bella y deliciosa Wreckage, que en directo suena todavía más a Pearl Jam de toda la vida y a la vez a un sentido homenaje al gran Tom Petty.
Pero claro, aquí no te puedes despistar un momento porque luego viene Corduroy y todo el Palau Sant Jordi no puede evitar perder la cordura ("Everything has chains, absolutely nothing's changed, Take my hand…") en uno de sus temazos más épicos, desgarradores e inolvidables.
Y cuando todavía no te has recuperado llega un icónico e imbatible Even Flow culminado con un fantástico solo de guitarra de McCready de los que ya suele ser tan difícil de encontrar al igual que el buen jamón ibérico de bellota.
Tras un Dark Matter que sonó realmente potente llegó otro de los momentos de la noche con Jeff Ament en el centro del escenario haciendo la intro de Jeremy mientras la gente se volvía literalmente loca. Y es que no es para menos, una canción tan legendaria y representativa de la década de los 90 que sigue sonando igual de bien que entonces y que Eddie Vedder a sus 59 años sigue manteniendo vocalmente en lo más alto. Casi nada.
Después vendría Upper Hands, también del último disco del que finalmente acabaron tocando seis canciones. Y mientras uno tiene que luchar contra su mente a lo largo del concierto para que no pida todas las canciones clásicas que te apetece escuchar de ellos, de repente comienzan los acordes de Betterman (quizá su canción más redonda, bella y populista) y durante unos minutos parece que no hay ningún problema en el mundo.
Y si lo hay, ahí llega Porch para fulminarlo de golpe con otra de las canciones fundamentales de esta banda donde la adrenalina y el groove se abrazan mientras McCready bombardea al público con otro de sus espectaculares solos de guitarra.
“Nos va a costar mucho olvidar esta noche”, dijo el cantante mientras comenzaba el arpegio de Just Breathe con su guitarra acústica y teclado en otro de los momentos más emotivos de la velada, especialmente cuando a continuación Eddie confesó lo mal que lo había pasado la última semana después de un susto bastante serio de salud.
Verle tan emocionado y frágil mientras relataba por lo que ha pasado y lo feliz que estaba de volver a estar sobre el escenario fue emotivo a más no poder y de repente a 15.000 personas les dieron ganas de bajar al escenario y abrazarle. No se merece menos nuestro Eddie.
Y con Do The Evolution vuelta al lío, clasicazo roquero de la casa que desató la locura general de nuevo. “Está siendo uno de los mejores conciertos de la gira, espero que sientan la energía”, recordaba el líder de la banda para enlazarla con un Alive más vivo y reivindicativo que nunca, un delirio máximo con las luces del pabellón encendidas y un estribillo que une generaciones y almas a su paso.
Para terminar, esta vez eligieron Baba O’Riley de The Who, que han tocado tantas veces que ya suena prácticamente suya, ante un público tremendamente agradecido por semejante descarga de honestidad y energía.
Y es que el mundo está lleno de cosas bellas y sencillas y Pearl Jam sin duda es una de ellas.