No es lo habitual, pero Rita Payés (Vilassar de Mar, 1999) lleva años conquistando la industria a paso de hormiguita. Poquito a poco, con sensibilidad y delicadeza. Así es como entiende la música, también la vida, esta cantautora y trombonista catalana, que se saltó a la fama tras irse de gira con C. Tangana en 2022, consiguió la veneración del público con su actuación en los Premios Goya 2022 y acaba de lanzar De camino al camino, su quinto álbum, el primero hecho enteramente con temas originales suyos. 

Una mezcla de jazz y bossa nova, producida por Juan Berbín, en la que la joven ha materializado su viaje para encontrar resquicios de belleza en lo cotidiano. Y ¿cómo es un día normal en la vida de Rita Payés? "Si me hubieses hecho esta pregunta hace seis meses, sería otra peli distinta", reconoce la cantautora a El Cultural en una cafetería del centro de Madrid.



Lo hace con su segunda hija, de pocos meses, en brazos. "Ahora es muy cambiante,  por la maternidad y la presencia con la que yo estoy queriendo vivirla, que es intentar estar junto a mis hijas lo máximo posible, porque creo que es lo que ellas necesitan y lo que yo necesito". En este sentido, Payés se muestra afortunada, sabe que ha tenido una suerte "como la copa de un pino" al poder compatibilizar su trabajo con el cuidado de sus hijas, a las que lleva siempre de gira, porque la conciliación es "una auténtica locura". 

"No es para nada fácil. Es muy sacrificado, yo empecé a trabajar muy pronto después de parir. Se podría abrir un melón de lo de lo mal acompañada que está la maternidad en este país, lo difícil que es conciliar con las pocas ayudas que hay, con los alquileres a los precios que están, y lo poco que se ha entendido la mujer. Ahora se empieza a dar un poco de voz, pero es algo muy reciente", considera la artista, que suele irse de gira junto al músico y padre de sus hijas, Pol Batlle, y su madre, la guitarrista Elisabeth Roma. 

Con ella también comparte dos de sus trabajos anteriores Imagina (2019) y Como la piel (2021). Más allá de que sea su madre, Payés asegura con naturalidad que cuenta con ella en la banda "porque me flipa como toca, hay ese respeto mutuo en lo musical". Porque aunque para la joven tocar con ella está muy interiorizado, "se me olvida, como lo hago siempre", considera a Roma una figura esencial en su universo creativo.

Al fin y al cabo, su familia es la que plantó en ella, y en su hermano, la semilla de la música. De su padre heredó el amor hacia el jazz, ese que pulió durante años en la Sant Andreu Jazz Band de Joan Chamorro, banda de la capital catalana de donde ha surgido una gran cantera de prometedores músicos de jazz, entre ellos Andrea Motis. "Para mí entrar ahí y compartir ese amor con gente de mi edad que le gustaba lo mismo que a mí fue una suerte. Me lo gocé mucho y aprendí mogollón", recuerda Payés. 

De este género musical también aprendió que es necesario y bonito conocer de dónde venimos, ir a la raíz, para después poder seguir nuestro propio camino con total libertad. De eso trata su último disco, escrito de forma espontánea e intuitiva, sin premeditación. "La música me nace de muchos sitios diferentes", explica Payés.



Un día, u
n cervatillo se cruzó en su camino y decidió dedicarle una canción a esos ojos grandes e inocentes que no se le quitaban de la cabeza. Otro día, decidió hacer "una crítica directa al sueño de la sociedad actual", a esa que ya no tiene tiempo "ni para tomarse un buen café" y que ni te mira al pasar "porque está mirando el móvil".

La cantautora reivindica la pausa, la contemplación. Está en un momento vital distinto, en el que valora más la naturaleza, lo terrenal y, sobre todo, el silencio. "Al final, busco en la vida lo mismo que busco en la música". Aunque reconoce que la maternidad le ha obligado a dejar de lado su querido trombón. "Era mi compañero de antes y ahora tengo otra compañía. Aun así, me siento muy ligada a él. Para mí es mi instrumento principal e intento buscarle un espacio dentro de las canciones". 

Antes que cantante, Payés siempre se ha considerado trombonista de jazz. Se le hizo muy raro presentarse en sociedad en la gala de los Goya sin él. Y a pesar de que este disco le hace especial ilusión, todavía le da vertigo su faceta como compositora. "Intento no juzgarlo mucho, si tengo la suerte de que esto llega y de que la gente quiere escucharlo, para mí ya es como guau, pero viendo las millones de canciones que se publican al año, a veces digo: estamos todos aquí haciendo más canciones y a lo mejor podríamos tocar las que hay y ya. No sé si vamos a aportar mucho más", bromea.

Paradójicamente, la joven de 24 años se ha ganado la etiqueta de artista añeja, algo que lejos de molestarle, le da "mucha risa". Quizá porque, independientemente de su edad, Payés siempre se ha sentido igual de bien valorada por la comunidad musical que otros compañeros más veteranos, de los que aprende cada día.

"Me influye mucho la gente que tengo cerca, los músicos que admiro y que son amigos". Entre ellos, Silvia Pérez Cruz, Lucia Fumero, Lau Noah, Yerai Cortés, Toni Vaquer y Tania García (La Tania). Todos colaboran en De camino al camino, álbum que además de contar con su particular tribu musical y familiar, cuenta también con un cuarteto de cuerdas. Tras presentarlo en Cáceres y Portugal, esta noche lo hará en el Teatro Grec de Barcelona.

De concierto en concierto, así es como Rita Payés se ve en el futuro. "El gran logro sería poder seguir haciendo esto siempre. No es tan común poder vivir de esto y lo valoro mucho". Aunque todavía le queda todo el tiempo del mundo para perderse y volver a encontrarse. "Musicalmente la verdad es que todavía estoy intentando entender a qué sueno", ríe la artista. Pasito a pasito, el caso es andar.