Érase una vez un chico britanico que a los 16 años tocaba por las calles y solo quería escribir 3 minutos y medio de música para conectar con el mundo entero. Hoy sus canciones se cantan alrededor del mundo porque tocan las teclas más sensibles del ser humano, como pocas veces la música hace.
"One went out at a bus-stop in Edinburgh. One went out in an English park. One went out in a night club, when I was fifteen little lights in my heart", canta Michael David Rosenberg (Brighton & Hove, 1984). "Hello Madrid, sois hermosos. Mi nombre es Myke y este es el concierto más grande que he hecho en España", grita a un público lleno de alegría.
Un hombre con su guitarra en el enorme escenario vacío del Real Jardín Botánico Alfonso XIII de la Universidad Complutense. Passenger entra cantando All the Little Lights con su voz potente y triste para dejar los corazones de todos los que lo están escuchando derretidos. El ritmo melancólico de la guitarra se complementa con las noches de verano de Madrid. El aire caliente, la luz tenue de las 22:00, las cervezas frías y el ambiente relajado, pero brillante. Así son las Noches del Botánico.
"Perdonad por empezar el concierto con la canción más deprimida", afirma, y el público empieza a reírse. "Si nunca habéis estado en un concierto de Passenger, pues es que es muy triste". El tono hace la atmósfera aun más alegre y Rosenberg no para con las bromas. "Espero que no haya alguien que pensaba que iba a ver el grupo Passenger y que esté confuso pensando donde está la banda. Solo soy yo y mi guitarra esta noche, Madrid". El público empieza a aplaudir, entusiasta. "Qué gran alivio porque, por desgracia, no podríais recibir vuestro dinero de vuelta".
De repente, una taberna
Unas luces moradas toman el escenario. Con un ritmo folk y popular el britanico entona Life's for the Living. El Real Jardín Botánico se transforma en una taberna, un lugar íntimo y cercano donde poder expresar las pasiones y los dolores. Table for one recuerda la difícil soledad de un mundo que, en ciertos momentos, te abandona.
Passenger canta y toca desprendiendo pasión por todos los poros de su cuerpo. "Esta canción la escribí durante el confinamiento. Fue un periodo duro para todos y yo acababa de romper con mi pareja". Las luces se entrecruzan creando la forma de una flor mientras canta el momento de perder el amor, cuando se da cuenta de que ya no funciona.
Queenstown toca el alma del público. Passenger canta su alma triste mirando al cielo, con su fiel guitarra siempre acompañándole. "No sabía que había venido aquí a llorar", susurra una chica con la cara llena de lágrimas. El cantante finaliza la canción con un solo de guitarra, se da la vuelta mientras se quita las lágrimas con el brazo y con la otra mano toca las notas.
"Hello darkness my old friend". Sound of Silence del famoso dúo de folk rock americano Simon & Garfunkel es cantada por todos. Pero nadie había escuchado la versión, aún más melancólica de Passenger. "Una vez mientras tocaba en un pub para 10 personas un chico me dijo que le había encantado esta nueva canción. Yo estaba tan mal que lo miré y le dije 'gracias', así que, por favor, Madrid no le corrijáis nunca".
El poder de mover al público
Se quita el micrófono y frente a toda la Madrid presente saca la voz y consigue llegar hasta las esquinas más lejanas de la ciudad. La gente está de pie. Todos aplauden. Passenger tiene el poder de mover al público y llenar el concierto de risas y lágrimas. "Con esta canción tenéis que cantar todos, incluso si no os sabéis las palabras".
I hate es un himno a todo lo que ha odiado, como dice el título. Los racistas contando chistes insípidos, los que esnifan cocaína, hacer cola para los inodoros de los festivales, Factor X, el botox y Donald Trump, por ejemplo. Con su fuerza cautivadora, hace temblar el suelo, mientras la gente canta y salta al ritmo de la música.
Es el turno de Young as the morning, Old as the sea. Unas luces azules caen desde el cielo del escenario. En todo el espacio, por primera vez, los móviles no invaden la visual. El público disfruta con los ojos y los sentidos abiertos para acoger un sonido que entra directo al corazón.
Circles, explica, es una nueva canción que escribió hace un año pero que todavía no está publicada. El escenario se llena de toda la pasión que transmite con su música ligera. Ligera no por superficial, ligera por autentica, real, sentida.
Asustar a la oscuridad
Sigue con Wilde Love/ Ghosts para celebrar el décimo aniversario de su álbum All the Little Lights. Soplando las últimas notas, en medio de una risa tímida, empieza a tocar la canción que todo el mundo conoce con los oídos tapados. Let her Go conquista las Noches del Botánico. Desde la esquina de una calle cualquiera, esta canción lo levantó a los escenarios de todo el mundo.
Los pelos de punta, las manos levantadas, los ojos llorando. "Una última canción": Scare away the dark y abandona el escenario. Sin embargo, el público sigue cantando sin él. Y unos minutos después el cantante está obligado a volver a la escena. "Parad, Madrid me vais a hacer llorar".
Things that stops you dreaming, Boomerang y Holes, sus últimas dos canciones inéditas, despiden el artista de todo el público. Ahora está claro: cuando algo entra directo dentro del corazón es difícil que se vaya tan fácilmente. Su voz profunda sigue cantando en las almas de todas esas personas que tuvieron la oportunidad de escucharlo narrar esta noche.