El éxito abrumador de Karol G en Madrid nos ha devuelto a una realidad que nadie debería haber subestimado: el reguetón es lo que manda. Ni Taylor Swift ni Manuel Carrasco. Hace apenas una semana La Bichota se instaló en el Santiago Bernabéu durante cuatro noches consecutivas con sus respectivos sold outs, lo que nadie ha logrado hasta el momento.
Un documental recientemente estrenado en Movistar+ se sumerge en el fenómeno desde muy interesantes perspectivas que nos ayudan a comprender su amplitud y su arraigo. El eslogan que acompaña a Perrea, Perrea, el título de una serie que cuenta con tres capítulos, trasciende la intención publicitaria. "El ritmo que ha conquistado el mundo", leemos. Y es tan cierto como que el dembow tiene cuatro tiempos. Como la rumba clásica, el pasodoble español y buena parte de los géneros populares que nos acompañan desde hace décadas.
No es que sea el estilo de moda ni que haya venido para quedarse. Más allá de recurrencias fútiles, el reguetón es la música que domina las sesiones en prácticamente todos los conciliábulos nocturnos de nuestro país durante los últimos veinte años, o sea, se trata de la constatación de un cambio de paradigma. ¿Todavía hay quien piensa que Dale, don, dale, de Don Omar, no lleva ya más de veinte años descargando corrientes eléctricas en su cuerpo?
Tal vez es que ahora los músculos estén, con el paso del tiempo, más entumecidos, pero Gasolina, Baila Morena, Papi Chulo, Noche de travesura, Ven báilalo y Rakata hace rato que en tu vida dejaron de ser una tendencia. La atrofia, precisamente, es uno de los ángulos que proyecta Perrea, Perrea, aunque esta vez la alusión no se corresponde con lo físico, sino con lo moral.
El documental, uno de los proyectos más panorámicos de cuantos se han ocupado del reguetón, presenta voces tan autorizadas como los propios intérpretes, algunos periodistas que han abordado a fondo el género (Víctor Lenore y Agustín G. Cascales, principalmente), gerentes de discográficas cruciales en el desarrollo y otros personajes aledaños al universo Blin Blin como Rodrigo Cuevas, Omar Montes, Mala Rodríguez, Carlos Jean, Rozalén, Zahara... En líneas generales, el discurso puritano (y clasista) contra esa música presuntamente bizarra en la que predomina el machismo brilla por su ausencia.
Antes al contrario, prevalece la reivindicación callejera y humilde —"Tenemos un hambre diferente", asegura Aissa— frente al aura de las élites, que arrojan miradas más despectivas que condescendientes a la música urbana, surgida, como gran parte de los géneros raciales, de la necesidad de escapar de una realidad muy precaria. "Estamos muy incómodos escuchando la misma música que el mensajero ecuatoriano o la chica también latina que nos limpia la casa", apunta Lenore con mucho tino.
Además, interpretar una letra de sexo explícita en clave sexista es problema del oído que lo escucha. No puede obviarse que las mujeres irrumpen frente a una abrumadora mayoría de intérpretes masculinos, fiscalizados por letras sexualizantes y/o cosificadoras. Becky G, Karol G, Bad Gyal o Anitta lideran un ejército muy poderoso que no debería dar la espalda a referentes feministas como Ivy Queen. Conocida como "la reina del reguetón", abrió el camino para que mujeres como Lorna, Natti Natasha o La Zowi encontraran un hueco entre Maluma o Bad Bunny.
Sin embargo, "ahora las mujeres deciden lo que cantan" y a menudo son letras políticamente incorrectas, con mucho sexo. Lejos de ponerse en cuestión, esta actitud desobediente se celebra, como norma general, en esta serie, pues las mentes más apolilladas se escandalizarán siempre por todo lo que se oponga al ideario biempensante. Un mensaje se impone: no es una cuestión de género, sino de higiene mental. Es una de las ideas que imperan en Perrea Perrea. También, que "el reguetón no es machista" porque un género no tiene esa facultad per se; la que es machista es la sociedad en la que ha crecido.
Ahora bien, hay quien recuerda que los barrios marginales de ciertos países latinoamericanos, seno del reguetón original, han estado determinados por la cultura heteropatriarcal. Y por aquí cabe referir una de las grandes virtudes de la serie: la vocación historicista. En el primer capítulo se desvelan interesantísimos apuntes relativos a los orígenes del reguetón. Sus huellas se remontan, como es sabido, al reggae jamaicano (reggaeton fue la primera acepción), pero la cuna no es Puerto Rico, como muchos pensábamos, sino Panamá.
Desde la construcción del Canal de Panamá a comienzos del siglo XX, cientos de miles de inmigrantes procedentes de Jamaica y de las islas del Caribe —afroantillanos que participarían en la monumental obra, entre otros— confluyeron en el país a lo largo de décadas, encuentro que propició un mestizaje en todos los ámbitos sociales y culturales. La música no iba a quedarse fuera de la ecuación. Se cuenta que fue en el barrio de Río Abajo, en Ciudad de Panamá, cuando unos jóvenes comienzan a trasvasar al idioma español canciones de dancehall, un género musical oriundo de Jamaica, derivado del reggae.
Aquella latinización del ritmo jamaicano por excelencia atañe también a España, en tanto que constituye la lengua matriz. Autores ibéricos como Juan Magán celebran la "unión maravillosa de los pueblos latinos". Pero antes del advenimiento de las figuras españolas resultó determinante, ahora sí, Puerto Rico, que comercializó el término 'reguetón' en los albores del siglo XXI y legó nombres ineludibles como Tego Calderón, Daddy Yankee, Don Omar, Wisin, Yandel, Nicky Jam...
Especialmente divertida resulta la peripecia, narrada en primera persona, de Toni Peret y Ricardo Campoy en Puerto Rico. Los directivos de Vale Music acudieron en busca de contratos con figuras de reguetón del momento y, aunque no fue sencillo —la poca seriedad de las intérpretes, el desconocimiento de la industria en su entorno...— lograron introducir en España el nuevo género allá por el año 2003. Una explosión cuya onda expansiva, lejos de remitir, no deja de amplificarse.
Artistas del panorama español abonados al mainstream como Alejandro Sanz, Shakira o Enrique Iglesias localizaron muy pronto a la gallina de los huevos de oro, de modo que no dudaron un instante en contaminarse de ritmos latinos durante los 2000, bien mediante colaboraciones o a través de la producción de sus propios temas. Fue el inicio de una simbiosis que en este momento se encuentra en su punto álgido. Sebastián Yatra, Efecto Pasillo, Don Patricio y Ptazeta, que comparecen en el documental, son solo algunos de los nombres españoles que han probado suerte al ritmo de dembow.
También escuchamos a las hermanas gemelas que integran K-Narias. Gara y Loida Hernández Rubio pueden presumir de ser pioneras del reguetón español femenino gracias a canciones como No te vistas que no vas, del 2005. No es casual que provengan del barrio de Añaza de Santa Cruz de Tenerife, enclave reguetonero por antonomasia en nuestro país por el clima, el acento y la calidez humana, rasgos tan distintivos de la cultura latina. Quevedo, cuyo ascenso ha sido fulgurante en los últimos años gracias a temas como Quédate, junto a Bizarrap, también creció en Las Palmas de Gran Canaria.
Siguiendo con la escena de las mujeres en nuestro país, es inevitable citar a Rosalía, Aitana o Lola Índigo, puntas de lanza en la música comercial del momento que han coqueteado con el género en más de una ocasión. Entre los hombres, una de las incursiones más fructíferas ha sido la de C. Tangana. Otros artistas como Antonio Carmona, Alba Reche, Bronquio y Paco Moreno o María Rodés no se inmiscuyen como tal en el género, pero sí prestan su talento para hacer versiones de canciones reguetoneras a su estilo en este documental. Resultados desiguales en estos trasvases, cabría decir.
El último capítulo, acaso el más interesante, concede especial atención al baile, "una de las expresiones más potentes y liberadoras, más poderosas", según Zahara. Don Patricio, por su parte, alude a los "movimientos primitivos" que desencadena su cadencia machacona y su son electrolatino. A propósito, el tweerking surge en guetos de homosexuales negros que querían bailar sin ser molestados por su condición sexual. Su baile, por tanto, contenía un mensaje y consistía en menear el trasero subidos a un coche para desafiar a la policía.
En Perrea, perrea no se 'desdemoniza' el reguetón desde un exorcismo sino desde el análisis sociológico, fórmula mucho más útil para comprender su sentido. ¿Por qué nos da pudor reconocer que nos fascinan los primeros acordes de La gasolina? ¿Es el reguetón nuestro "placer culpable", como se apunta en algun momento del documental? En ese caso, ¿no somos nosotros quienes deberíamos reflexionar al respecto?
¿Y desde el propio género? Si despierta tantos recelos, ¿es porque se ha transmitido mal el mensaje? De lo que no cabe duda es que es un movimiento transversal de nuestra sociedad, en tanto que se ha vuelto ineludible. No hace falta ser un amante ni un defensor encendido del reguetón para acercarse a Perrea, perrea, que aborda cuestiones candentes como la apropiación cultural, la cuestión de clase o nuestra forma de relacionarnos con la sexualidad. Conviene despojarse de prejuicios, eso sí, antes de dar al play. Pero quizás sea la propia serie la que te los arranque de cuajo.