El tenor polaco Piotr Beczala (1966), ya bastante conocido en nuestro país, continúa paseándose por aquí. Este verano, a la actuación que protagonizó en el Festival de Peralada el pasado 19 de julio, se une esta en el Festival de San Lorenzo de El Escorial, este sábado, 3 de agosto.
Mucho ha evolucionado desde luego el cantante desde que hace unos quince o veinte años tuvimos ocasión de escucharlo en Zúrich en una Flauta mágica de Mozart. Era en esa época un cantante mozartiano espléndido, un lírico muy puro, lejos de las plenitudes sonoras, pero de emisión bien regulada, muelle, de timbre argénteo, de color muy atractivo, no exento de ciertas penumbrosidades, de método de canto estricto y sólido; de expresión justa y de legato interesante.
La voz, con el tiempo, ha ido creciendo y el artista, lógicamente, se ha ido embarcando en aventuras más enjundiosas, de contenido más dramático; en partes propias de los líricos plenos o, incluso, los lírico-spinto.
Posee un apoyo muy seguro, en el que se basa su método canto. Todo está sólidamente anclado en los músculos abdominales e intercostales, lo que le permite mantener un fiato a prueba de bomba y realizar peligrosas escaladas hacia la zona aguda, de una seguridad aplastante.
Los La, Si y hasta Do agudos salen proyectados con brío, brillo y calor; sin vacilaciones, a pelo, y se enseñorean del espacio circundante. Beczala lo sabe y hace siempre exhibición de esa facultad. Aunque para ello deba renunciar (tampoco se lo pide su estilo) a ciertos matices, a reguladores expresivos, a elegantes sfumature, a pianísimos a veces convenientes.
Podremos escuchar al tenor en la cita madrileña cantando arias de Luisa Miller, Un ballo in maschera, Il trovatore y La forza del destino, todas ellas de Verdi; de las puccinianas Tosca y Turandot, de Cavalleria rusticana de Mascagni, Andrea Chénier de Giordano; y de Straszny Dwór de su compatriota Moniuszko.
Acompañándolo y tocando piezas sinfónicas de alguna de aquellas óperas, estarán la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid al mando del siempre eficiente y eficaz Óliver Díaz.
Previamente, Beczala actuó en Peralada, aunque con un programa bien diferente y menos taquillero, que acogió nueve canciones y el aria de tenor de Evgeni Onegin de Chaikovski, la misma aria de Moniuszko citada arriba, la del Príncipe de Rusalka de Dvorák, dos de Un ballo in maschera de Verdi y dos de Tosca de Puccini.
En el programa del Festival escurialense hay otras cosas de interés; como la Sinfonía nº 9 de Beethoven a cargo de la Orquesta Carlos III y la Sociedad Coral de Bilbao, con las voces de cuatro excelentes cantantes: Carmen Solís, Cristina Faus, Javier Tomé y Rubén Amoretti; y el mando del joven Juan Manuel Alonso.
Y la dirección musical del inquieto Juan Manuel Alonso. Como los recitales de esas dos estupendas pianistas que son María Luisa Cantos y Rosa Torres Pardo. La primera, tantos años alejada de nuestro país, promoviendo y propagando nuestra música en su Fundación suiza, ofrecerá un programa constituido por obras de Soler, Schumann, Albéniz, Ravel, Mompou y Granados.
La segunda acometerá una estupenda selección de páginas relacionadas con la gran y desaparecida Alicia de Larrocha firmadas por Esplá y el citado e imprescindible Mompou.
Juan Manuel Alonso dirigirá también el concierto homenaje a la gran María Lejárraga, que era quien estaba detrás de la mayoría de las cosas firmadas por su marido, Gregorio Martínez Sierra. Se escucharán, como era esperable, con la Orquesta llamada Carlos III y el concurso de la cantaora Diana Navarro, obras de Falla y García Lorca.
Interesante parece ser también el espectáculo El viento y la luz, donde zarzuela y ópera se entrecruzan para servir una narración que nos ilustra acerca de la vida y obra de la soprano María Rodríguez.
Citemos también en este resumen el espectáculo protagonizado por el travestido actor y tenor Enrique Viana titulado ¡Luisa Fernanda, ya tengo Instagram!, en el que se desdobla en dos personajes, un nieto y su abuela.
A lo largo de la charla se van repasando los estrenos de algunas zarzuelas muy conocidas en medio de una conversación sembrada de chascarrillos y dobles sentidos y en la que participa también el avispado pianista Ramón Grau.